EFE 12/04/2009
El escritor Javier Tomeo toma a un adivino, enano y republicano y a Fedra como protagonistas de su novela «El pecado griego», en la que crea anacronismos que desorientan al lector, que, despojado de prejuicios, debe centrarse en el diálogo sobre política, amor y cultura de ambos personajes.
Tomeo ha explicado a Efe que «El pecado griego» (Bruguera) es «un divertimento» que «retrata la Grecia clásica y las circunstancias de la época», y que «trata de una mujer que quiere huir de su destino fatal».
La anécdota absurda, según Tomeo, facilita que la atención se centre en las reflexiones que la siguen y, en el caso de su nueva publicación, el protagonismo lo adquieren los diálogos sobre la cultura, la política y el amor griegos que, a pesar de la distancia temporal, siguen impregnando la vida y el pensamiento actuales.
«El pecado griego» tiene como punto de partida una tarde de verano pesada en la que la reina Fedra se despierta sola en su palacio de Trecene, tras haber dormido una siesta, sobresaltada por un suspiro al que le atribuye un significado «siniestro».
Esta interrupción del sueño la atormenta, pues su despertar acaba por hacerle cuestionar el sentido de su vida.
Esa tarde, como todas, un adivino, el enano Godofredo, actuaba en las inmediaciones del jardín de su palacio y Fedra decide entablar un diálogo con él, por lo que le explica su sueño para convencerse de que puede rehuirlo -sabiendo que le augura consecuencias nefastas, como su muerte.
Por ese motivo, ella atribuye al gemido que le despierta un significado concreto, el del fin de su matrimonio con Teseo, quien le abandonó en el palacio meses atrás porque «finge no creer que el sueño tiene consecuencias tan nefastas, pero ella acaba muriendo».
Antes de eso, Fedra no quiere acatar su destino fatal -«se empeña en no querer ser la protagonista de su sueño»- y Godofredo trata de convencerla -durante toda la tarde y hasta el anochecer, cuando termina la historia- de que «su futuro ya está escrito», tras una conversación en que se tratan temas trascendentales a través de sucesos mundanos del contexto griego, en la que «el enano dilata todo lo que puede la respuesta» que Fedra quiere recibir.
A pesar de que en numerosas ocasiones se ha novelado en torno a este personaje, Tomeo ha explicado que, en su obra, se ironiza sobre algunas situaciones de la mitología griega, de forma que también quedan en evidencia temas del pensamiento moderno en las historias que cuentan Godofredo y Fedra: las cuestiones que se plantean en el libro «se pueden extrapolar» a la actualidad.
De hecho, a la combinación surrealista y anacrónica del enano de nombre medieval en un palacio de una reina griega se le añade la voz del escritor moderno, presente en el relato al introducir acotaciones personales -con alto contenido de humor negro- sobre su proceso de escritura y el emplazamiento de sus personajes y escenarios.
El escritor matiza que el título de su novela -«El pecado griego»- alude directamente a la concepción que esta civilización tenía del pecado, comprendido como una forma de vivir al margen de lo esencial debido a una actitud errónea y no consciente.
Esta crítica a la actitud de la reina Fedra está, por lo tanto, vigente en la sociedad actual, en la que se esquiva la reflexión y la aceptación de la realidad con un mundo material.
El relato de Tomeo en forma de diálogo -constante en su trayectoria- es, a juicio del autor, propicio para que se traslade la novela al teatro, como ya ha ocurrido con otras de sus obras como «El cazador de leones», «Historias mínimas», «El castillo de la carta cifrada», «Diálogo en re menor», «Los misterios de la ópera» y «Amado monstruo», la que mayor reconocimiento le ha brindado.
«Esta es una de mis novelas más exóticas», añade Tomeo, con la que huye de su «constante temática de la soledad y la incomunicación».