Ángel Gómez Fuentes | Roma www.abc.es 06/02/2016
Las piezas fueron saqueadas y vendidas más tarde por el anticuario británico Robin Symes.
Un impresionante tesoro de arte italiano de un valor incalculable, y que ha permanecido escondido durante quince años en el puerto franco de Ginebra (Suiza), acaba de volver a Roma. Las antigüedades, fundamentalmente romanas y etruscas, estuvieron depositadas en 45 grandes cajas marcadas con el nombre de una empresa offshore.
El tesoro expoliado a Italia es excepcional, con un valor de centenares de millones de euros: hay dos sarcófagos etruscos muy valiosos de tamaño natural, que datan del siglo II a. C.; hay también fragmentos de frescos de Pompeya, numerosos objetos de terracota, vasijas decoradas, bustos, bajorrelieves y cerámicas. En un comunicado de la Fiscalía de Ginebra se subraya que estas «piezas excepcionales fueron obtenidas de excavaciones clandestinas». Los saqueos se produjeron en tumbas etruscas de la ciudad de Tarquinia, al norte de Roma, y en otros lugares de las regiones de Lazio y Umbria, además de Pompeya. Sus autores fueron los llamados «tombaroli» -ladrones de tumbas-, que aún siguen en esas zonas descubriendo valiosos restos etruscos.
El tesoro fue descubierto después de las indicaciones ofrecidas por un Tribunal penal de Roma, que pidió a las autoridades suizas, en 2014, abrir una investigación sobre objetos arqueológicos sacados ilegalmente de Italia, en particular un sarcófago. El fiscal de Ginebra, Claudio Mascotto, ordenó registrar un almacén, en el que la Policía no encontró el sarcófago que buscaban, pero descubrió mucho más: un fantástico tesoro, con dos sarcófagos etruscos muy valiosos y otros varios restos arqueológicos de incalculable valor.
Robin Symes
Detrás de este espectacular tesoro escondido estaba el marchante inglés, hoy retirado, Robin Symes, de 75 años, un personaje novelesco en el tráfico y comercio de arte. Las autoridades suizas lo describen como «un anticuario con alto nivel cuyo nombre fue vinculado en el pasado con el comercio de antigüedades robadas en todo el mundo». En efecto, durante decenios Robin Symes fue un anticuario para coleccionistas ricos y famosos, así como para los más grandes museos de todo el mundo. Algunos se han visto en graves problemas judiciales porque muchas de las obras vendidas por Symes tenían una procedencia ilegal. Por ello, el Museo Getty de Los Angeles, el Metropolitan de Nueva York y el Minneapolis Institute of Arts, entre otros, tuvieron que devolver importantes antigüedades adquiridas por medio de Robin Symes, por temor a que su procedencia fuera ilícita.
Un dato clamoroso revela el fenomenal negocio ilegal de Symes: en 2014 el Gobierno italiano amenazó con emprender acciones legales después de que el Gobierno británico se negara a devolver importantes objetos incautados a Robin Symes, cuya procedencia era italiana, país del que habían salido clandestinamente. Los objetos en disputa eran setecientos, en su mayoría antiguos tesoros etruscos; entre ellos joyas, vasijas decoradas, estatuas de terracota, esculturas de cabezas de mármol, un busto de bronce de Alejandro Magno y estatuas de dioses romanos.
Vida lujosa
Considerado como «el anticuario más conocido y con mayor éxito de Londres», Symes montó un floreciente negocio con su amante desde los años setenta, el griego Christo Michaelides, llevando ambos una vida llena de lujos, con chófer para su Bentley y casas en Londres, Nueva York, Atenas, islas Cícladas (Grecia) y una villa en Umbria (Italia). Robin Symes y su negocio cayeron en desgracia cuando Michaelides, que era también su socio comercial, murió tras una caída accidental en 1999 en su villa de Umbria. Una amarga disputa en un Tribunal de Londres con la familia griega de Michaelides, que le pedía la mitad del valor de la firma Robin Symes Ltd. -que habían construido juntos-, acabó con la quiebra de su negocio y una condena de dos años de cárcel en 2005 -solo cumpliría siete meses-, por desacato al tribunal y «haber dicho numerosas mentiras bajo juramento», con el fin de ocultar el valor de las antigüedades que había comercializado.
Al perder la batalla legal y tener que pagar unos honorarios de unos 8 millones de euros se declaró en quiebra. Su vida novelesca y el impresionante comercio de antigüedades que realizó, haciéndose con miles de objetos de forma ilegal, con saqueos de tumbas etruscas, para venderlos después a grandes museos y a los ricos coleccionistas del mundo, fueron el argumento del libro «The Medici Conspiracy», escrito por el periodista Peter Watson. Toda una red de lugares arqueológicos asaltados y las personas presuntamente involucradas en la venta de esas valiosas antigüedades figuran en el libro de Watson.
Durante el proceso, Robin Symes emigró a Ginebra, donde continuó con su negocio de antigüedades, pero las acumuló en un depósito fuera de la ciudad para ocultarlas y mantenerlas al margen del eventual resultado final sobre el proceso en Londres. Symes no puede ser extraditado a Italia, porque ya ha prescrito su presunto delito de trafico de objetos de arte sacados ilegalmente de Italia. Pero, finalmente, con el beneplácito de la fiscalía de Ginebra y de las autoridades suizas, ese tesoro italiano ha llegado a Roma, donde será presentado en los próximos días por el ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, según confirma a ABC su portavoz. Un final feliz para Italia, pero solamente parcial, porque el gobierno italiano seguirá reclamando a Gran Bretaña que devuelva los 700 objetos arqueológicos de la firma Robin Symes, un tesoro que pertenece a Italia.