Ferrán Balsells | Tarragona www.elpais.com 12/10/2010
La fiscalía acusa a Dragados de ocultar con hormigón los restos dañados.
El hallazgo de dos sarcófagos romanos que contenían restos humanos del siglo II no retrasó los plazos de Dragados para la construcción de un edificio de viviendas en Tarragona. La constructora, según una querella de la fiscalía, sepultó con hormigón uno de los sarcófagos y trasladó el otro sepulcro, dañando su estructura y destrozando los restos. Luego prosiguió los trabajos y ocultó los hechos «intencionadamente», según el escrito del ministerio público, que incluye pruebas fotográficas de los restos afectados.
El Juzgado número 4 de Tarragona ha abierto la vía penal contra los responsables de Dragados por un delito contra el patrimonio histórico y ha imputado al encargado y al jefe de obras de la compañía. Los apoderados de la promotora inmobiliaria que subcontrataron a la constructora, Tarracomar Inversions, también han sido imputados. Todos se enfrentan a una pena de hasta tres años de cárcel. El juez señala a Dragados y Tarracomar como responsables de los daños producidos al patrimonio afectado, cuyo valor es «incalculable», según el Departamento de Cultura de la Generalitat.
Los hechos ocurrieron en septiembre de 2009 cerca de la antigua Vía Augusta de Tarragona, zona de importante actividad funeraria en Tarraco. La comisión de la Generalitat que concedió los permisos de obras subrayó la relevancia de la zona y exigió que los trabajos contaran con supervisión arqueológica. Tarracomar Inversiones contrató a una técnica de una empresa homologada.La tarea realizada por Tarracomar respetó todos los hallazgos, señalan fuentes de Cultura próximas al caso. Incluso rediseñó los planos para salvar una cisterna romana antes que la comisión de la Generalitat decidiera si esos restos poseían relevancia patrimonial. Pero en el tramo final de la obra, Dragados removió (presuntamente sin supervisión de la promotora) unos 50 metros cuadrados de terreno para realizar unas terrazas elevadas en el edificio. En ese fragmento de tierra se hallaron dos sepulcros, pero Dragados prosiguió los trabajos sin notificarlo a las autoridades ni a Tarracomar, según la documentación incorporada a la causa.
La operación con que la constructora intentó ocultar los restos fue denunciada por una vecina a la Guardia Urbana local, que derivó el caso a los servicios territoriales del Departamento de Cultura. La denunciante relató que la máquina excavadora dañó un sarcófago golpeándolo reiteradamente, de modo que varios huesos afloraron a la superficie. El recipiente y su contenido fueron trasladados a otro punto, donde fueron cubiertos por una plancha de hormigón. Posteriormente fue hallado otro sepulcro que directamente fue sepultado por otra capa de hormigón, según detalla el escrito del fiscal.
La Generalitat abrió expediente sancionador a la constructora y a la promotora, pero la fiscalía actuó de oficio por considerar que los hechos suponían un delito penal, lo que ahora investiga el juez.
Al margen de la instrucción judicial, que sigue su curso, el Departamento de Cultura señala que la promotora cumplió todos los requisitos y considera que la actuación de Tarracomar fue «impecable». «Nosotros no teníamos ninguna prisa en terminar la obra antes de tiempo», lamenta un portavoz de la promotora. «Sabemos que no vamos a vender muchas viviendas con los tiempos que corren», señala. Dragados y su empresa matriz, el grupo ACS, declinaron ofrecer su versión de los hechos, ya que «la instrucción judicial sigue abierta».
Los elementos que resultaron dañados son restos «importantes dada su ubicación y el buen estado de conservación», según fuentes de Cultura que los han inspeccionado. «Pero su valor depende de su estado como restos antiguos. Una vez que han sido manipulados, trasladados y dañados, el daño es total, imposible de cuantificar en términos económicos», señalan. Los sepulcros han sido recuperados y trasladados al Museo Nacional Arqueológico de Tarragona, que decidirá si los expone al público cuando haya terminado su restauración.
La zona en que se realizaron las obras se halla sobre la vía que cruzaba la ciudad 2.000 años atrás, principal área de actividad funeraria entre el siglo I y el siglo VII. «Es un tramo pegado a las murallas de Tarraco. Se colocaban sepulcros y elementos para que el viajero se viera obligado a mirar las lápidas. Para los romanos, los fallecidos no estaban muertos si la gente les recordaba», detalla el arqueólogo Josep Anton Remolà. Las constancias de hallazgos en el lugar datan desde el siglo XIX y todas las obras de la zona requieren control arqueológico. «En un área tan delicada no se puede alegar que el daño patrimonial se hizo por ignorancia o desconocimiento», señala Remolà.