Silvia C. Carpallo www.elpais.com 25/10/2013

Todo vale en el amor y en la guerra. Y para acabar una guerra, por lo visto, vale con dejar a los hombres sin hacer el amor. Si no me creen, basta con echar un vistazo a las hemerotecas internacionales, y comprobar cómo algunas mujeres han resultado ser las grandes heroínas de muchos conflictos armados, gracias a las llamadas ‘huelgas de sexo’.

Ganar batallas ‘cerrándose de piernas’ no es un invento nuevo: no hay que olvidar que esto de ‘haz el amor y no la guerra’ viene, al menos, desde la Antigua Grecia.

Nos tenemos que remontar a la Guerra del Peloponeso. Este conflicto bélico entre Esparta y Atenas, en el S. V a.C., sirvió de inspiración al dramaturgo griego Aristófanes, que escribió su famosa Lisístrata, hoy mundialmente conocida.

Esta obra relata un alzamiento de las mujeres, en medio de esta guerra, en el que la propia Lisístrata (cuyo nombre se traduciría por la que disuelve los ejércitos) reúne a las mujeres de ambos bandos, comprometiéndose a iniciar una huelga de tipo sexual: Ninguna de ellas consentirá tener relaciones sexuales con su esposo o amante hasta que la guerra haya concluido, y tal su famoso juramento.

Aunque, al principio, la idea no termina de convencerlas, la historia tiene un final feliz: los hombres no son capaces de aguantar la abstinencia y deciden firmar la paz.

Si esta historia no fue real, entonces, las huelgas de sexo se han convertido hoy en un referente histórico, en muchos países y culturas diferentes, del poder de la mujer a la hora de poner solución a conflictos de toda índole.

Uno de los casos más conocidos fue, en 2002, el de la activista liberiana Leymah Gbowee. Ella fue conocida por crear el grupo Women of Liberia Mass Action for Peace, compuesto por mujeres musulmanas y cristianas, y cuyo objetivo era el de conseguir la paz en su país. El acto más llamativo de esta organización fue el ponerse ‘en huelga de sexo’, hasta que sus maridos no dieran fin a la guerra civil que vivía Liberia desde 1989. El conflicto finalizó un año después, en parte, gracias a su contribución. Leymah obtuvo el Premio Nobel de la Paz, en 2011.

África ha sido uno de los territorios donde, por suerte o por desgracia, las mujeres más se han movilizado en busca de la paz y de la estabilidad de sus familias. En 2009, un grupo de mujeres kenianas, encabezadas por la presidenta de la Asociación de Abogadas, Patricia Nyaundi, suprimió las relaciones sexuales en sus hogares, hasta que sus maridos se movilizasen para conseguir un cambio radical en el gobierno del país. «Las situaciones extraordinarias exigen medidas extraordinarias», argumentaba Nyaundi, ante las olas de violencia en el país, que ya habían dejado por entonces 1.500 muertos y más de 300.000 desplazados.

Otro de los últimos escenarios se situaba precisamente en Togo, el pasado verano, donde el colectivo Salvemos Togo organizaba una huelga de sexo para exigir la dimisión de su presidente, Faure Gnassingb. Así, tomando como ejemplo la revolución liberiana, Isabelle Ameganvi, responsable del colectivo, pedía a las mujeres togolesas que se abstuvieran de practicar sexo durante una semana.

Las huelgas de sexo no solo sirven para paralizar guerras, sino también para conquistar derechos, o al menos servicios básicos, como lo son las infraestructuras para el agua potable y carreteras. Así, en 2001, un grupo de mujeres turcas, concretamente de la localidad de Sirktoy, decidió no tener relaciones sexuales con sus maridos hasta que estos no construyeran un sistema de tuberías. No era un capricho, ya que hasta el momento habían sido ellas las encargadas de traer el agua al modo tradicional, es decir, cargadas con cántaros en la cabeza, desde el río hasta sus hogares. La construcción de las tuberías comenzó semanas después.

Similar es un caso más reciente, en Colombia, más precisamente en el municipio de Barbacoas. Allí, tras 110 días de protesta con el movimiento Piernas cruzadas, un grupo de mujeres conseguía que el Gobierno cumpliera con la reparación de la carretera que comunicaba el pueblo con el resto del país, y que les permitía, entre otras cosas, tener un acceso real a la asistencia sanitaria de la ciudad.

También existen casos más cercanos, en Europa, donde en 2011, la idea de la huelga de sexo como medida de presión reaparecía en Bélgica. En este caso, la senadora socialista flamenca Marleen Temmerman, proponía a las mujeres, y en especial a las parejas de los negociadores políticos, que se abstuvieran de relaciones sexuales hasta que no se formase un nuevo Ejecutivo en Bélgica, que a comienzos del mes de febrero llevaba alrededor de 241 días sin Gobierno.

No son los únicos casos, solo los ejemplos más conocidos, pero dejan de manifiesto algo innegable: el sexo es poder. Pero también lo es la inteligencia: ‘más vale maña que fuerza’ y de eso las mujeres sabemos mucho. Tal y como declaraba la propia Leymah Gbowee, «el sexo puede ser algo exótico, pero hace que los hombres piensen». Y desde luego, el hecho de que un grupo de mujeres consiga grandes logros, con un gesto tan simple, como cerrarse de piernas, es para que todos reflexionemos.

«No tendré ninguna relación con mi esposo o mi amante. Aunque venga a mí en condiciones lamentables. Permaneceré intocable en mi casa. Con mi más sutil seda azafranada. Y haré que me desee. No me entregaré. Y si él me obliga, seré tan fría como el hielo y no le moveré». fragmento del juramento inicial de Lisístrata).

FUENTE: http://blogs.elpais.com/eros/2013/10/huelgas-de-sexo-haz-el-amor-y-no-la-guerra-1.html