Jesús Centeno | Madrid www.publico.es 05/07/2009
Filósofa, matemática y feminista, su vida salta al cine en Ágora, de Amenábar.
La ciudad de Alejandría agonizaba en su decadencia, inmersa en querellas religiosas, ajustes de cuentas y cristianos encolerizados por imponer su ley. Encarnación de la belleza y el saber, Hipatia (nacida entorno entre el 355 y el 370 d.C.) fue el último suspiro del mundo clásico y la última gran pensadora que encarnó el exquisito ambiente intelectual de la Antigüedad.
Ella fue, además, la primera mujer matemática de la historia de la humanidad de la que tenemos conocimiento. Ocupó la Cátedra de Filosofía Platónica en el Museo un ambicioso centro de investigación creado por el rey Ptolomeo a finales del siglo III a.C y su casa se convirtió en lugar de enseñanza y reunión para los eruditos de la ciencia y la filosofía.
Hipatia escribió libros sobre geometría, álgebra y astronomía, mejoró el diseño de los astrolabios, inventó un hidrómetro y vivió una vida entregada al pensamiento. Sin embargo, en el año 415 d.C., murió asesinada por una muchedumbre de fanáticos cristianos. Servían al orgullo, la envidia y la crueldad de Cirilo, el arzobispo de la ciudad, entonces bajo dominación romana.
Icono de la armonía clásica
La muerte de Hipatia ha sido mitificada como la caída del mundo clásico, la libertad de conciencia y la armonía del ser humano en el siglo V. En la Ilustración, la presentaron como una mártir de la ciencia, un símbolo de la decadencia del mundo clásico frente al integrismo. Los movimientos feministas la han reivindicado como paradigma de mujer liberada, mientras que el Romanticismo la idealizó como un icono de un mundo de armonía clásica que se desvanece ante el avance de una religión supersticiosa, el cristianismo, que esclaviza la razón.
Alejandro Amenábar, seducido por el fundamentalismo de la época, ha rodado su última película, Ágora, en torno a su figura. Además, Celia Martínez Maza acaba de publicar Hipatia, en el que recrea la Alejandría pagana, una ciudad en la que «coexisten muchas corrientes culturales y religiosas, y el recurso a la violencia para resolver los conflictos es una tendencia local. El conflicto no se da sólo entre cristianos y paganos, sino entre grupos cristianos (arrianos y nicenos), y también entre el poder político y religioso», afirma.
Acusada de brujería
Las mujeres no tenían acceso al saber, pero Hipatia logró abrirse un camino. La acusaron de magia negra y brujería, mientras que ella renunciaba a las relaciones afectivas. Recibió de su padre, el filósofo y matemático Teón de Alejandría, una educación científica que la permitió acceder a la selecta escuela de aristócratas del Museo. Su casa de Alejandría se convirtió en un lugar de enseñanza, a donde acudieron estudiantes de todo el mundo atraídos por su fama.
Así lo corrobora el historiador griego Sócrates de Constantinopla: «Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hypatia, hija del filósofo Theón, que logró tales alcances en literatura y ciencia que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción».
Entre sus alumnos figuran Sinesio de Cirene y Hesiquio El Hebreo, quienes escribieron sobre sus actividades. Gracias a ellos sabemos que Hipatia se interesó por la mecánica, que inventó un aparato para destilar agua y un hidrómetro graduado para medir la densidad de los líquidos. Hipatia escribió un Canon de Astronomía, cartografió varios cuerpos celestes, y comentó Elementos de la Geometría, de Euclides, y Aritmética, de Diofanto (el padre del álgebra).
Hipatia simbolizó el conocimiento, pero los primeros cristianos la identificaron con el paganismo. El arzobispo Cirilo, además, ansiaba el control absoluto de la ciudad. Así, los fanáticos la asesinaron brutalmente mientras regresaba a casa en su carruaje. La desnudaron, la descuartizaron y sus restos fueron paseados en señal de triunfo. Después, la incineraron.
Orestes, prefecto romano y alumno de Hipatia, pidió a Roma una investigación que se retrasó por «falta de testigos». Cirilio declaró que la mujer se había exiliado en Atenas. Orestes huyó, Alejandría perdió su reinado cultural y el mundo antiguo se quedó sin la enseñanzas de Platón. Los cristianos persiguieron y mataron a adivinos, sacerdotes paganos, helenistas; quemaron bibliotecas y consiguieron la ilegalización de sus ritos bajo pena de muerte.
La Ilustración se encargó de recuperar su figura. Toland y Voltaire definieron su asesinato como expresión de la irracionalidad del fanatismo religioso. «El interés por las ciencias fue debilitándose y la Historia entró en el oscurantismo. Pudo sobrevivir en Bizancio y sólo floreció de nuevo en el mundo árabe musulmán», escribió Voltaire.