Manuel Jesús Parodi | Puerto Real (Cádiz) www.puertorealweb.es 04/02/2012
Una nueva entrega del historiador Manuel J. Parodi con un nuevo pasaje de nuestra historia.
Existen dos modelos básicos de pensamiento humano, dos formas de interpretación del mundo que coexisten y que se combinan (y que en absoluto resultan contradictorios entre sí) para ayudarnos a comprender y explicar mejor el mundo que nos rodea, el mundo en que nos encontramos, el pensamiento mítico-religioso y el lógico-racional. Quizá el historiador que mejor haya profundizado en estos temas haya sido el rumano Mircea Eliade, cuyos trabajos sobre Historia de las Religiones (en general) y sobre el pensamiento dual y el tiempo cíclico (en particular) revolucionaron la concepción existente hasta mediados del siglo XX sobre la coexistencia de “mito” y “logos”.
El Hombre antiguo, nuestro antepasado de hace miles de años (y circunscribiremos el marco temporal de nuestra atención al mundo clásico grecolatino, por mor de la concisión), emplea los recursos a su disposición (como nosotros, hoy) para entender y, por tanto, “ordenar”, el mundo que le rodea. Sin exclusión del razonamiento lógico, será el pensamiento mítico-religioso el que proporcione las bases de la inteligencia del mundo para el Hombre antiguo.
El mito no es sólo un relato religioso: es el vehículo por el cual el Hombre antiguo trata de aproximarse al conocimiento del mundo en el que vive, y es el procedimiento empleado por las sociedades antiguas para integrarse en el marco natural así como para “antropizar” tal marco; dicho de otro modo, el mito es el mecanismo de expresión y regulación de la integración bidireccional entre Hombre y Naturaleza, la herramienta utilizada por las sociedades del mundo antiguo para explicar, justificar y defender el control humano sobre el medio natural, tal y como expresa el Génesis (1:28), por ejemplo, cuando recoge el mandato divino de crecer, multiplicarse y dominar la naturaleza que Yahvé reserva para la estirpe de los humanos.
El mito, pues, desarrollado a través del relato mítico, no es un cuento, insistimos, sino un vehículo para entender y explicar la realidad, una realidad que trasciende al Hombre antiguo, que la desconoce y que trata de comprenderla y explicarla con los medios de los que dispone. Tartessos, que surge siempre entre las brumas de lo mítico, es uno de los ejemplos quizá más cercanos a nuestro entorno geográfico y a nuestra tradición histórica y cultural de cómo el mito es un mecanismo de explicación de una realidad: el ciclo tartesio se abraza con la mitología griega y aún con la fenopúnica, de modo que personajes míticos como el tartesio Gerión y el griego Heracles (con todos sus resabios del fenicio-púnico Melkart) coinciden en un mismo relato mítico, fundiendo dos ciclos originalmente quizá distintos y destinados a perpetuarse en el relato ya único de las hazañas heracleas y la derrotada agresividad geriónida. Las tierras del Suroeste andaluz, el Estrecho de Gibraltar (el antiguo “Fretum Gaditanum” de los romanos), la Bahía de Cádiz y el ámbito del Bajo Guadalquivir forman parte, como es sabido, de la herencia cultural del mundo mediterráneo, en cuyos horizontes se integran desde la Antigüedad.
Ello explica que desde dicha Antigüedad Clásica no pocos autores, al detenerse en la descripción -o siquiera en la simple mención- de esta comarca de la Bahía de Cádiz, hayan hecho a su vez alguna mención de la tierra firme frontera (como diría Estrabón) a las islas de Cádiz, a ese archipiélago gaditano que habría estado formado por las dos islas que hoy yacen bajo Cádiz (Eritía y Kotinoussa), la menor y la mayor, junto a la isla sobre la que descansa la actual San Fernando y el islote de Sancti Petri (distinto y mayor hace dos mil años), un archipiélago gaditano que “cerraría” la Bahía de Cádiz quedando abiertos dos pasos a la misma desde el mar: el caño de Sancti Petri y la propia boca noroccidental de la Bahía, donde ante la isla menor gaditana se extendería la costa sur de la no menos mítica “insula Cartare”, esa gran isla formada merced a la comunicación por esteros y caños que habría existido entre la Bahía y el ámbito del Guadalete, al Sur, y el lago Ligustino y el ámbito del Guadalquivir, al Norte, una insula Cartare que hoy conocemos como la comarca de la Costa Noroeste de la provincia de Cádiz, y en la que se sitúan municipios actuales como Rota, Sanlúcar de Barrameda o Trebujena.
Una de estas referencias procedentes de autores de la Antigüedad, a la que podemos contar entre las más llamativas y curiosas por el efecto conjunto de su misma naturaleza y su remota procedencia (en lo temporal y en lo geográfico), es la que encontraremos en un texto del escritor griego Hesíodo, uno de los padres de nuestra tradición literaria. Este autor, natural de la región griega de Beocia y que vive y escribe entre los siglos VIII y VII antes de Cristo, es considerado, junto con esa magna a la par que brumosa figura a la que conocemos bajo el nombre de “Homero” (lo que literalmente significa “el ciego”), el padre de la literatura griega y, por extensión, de nuestra literatura europea y occidental.
Una de las obras más importantes de Hesíodo es su “Teogonía”, en la que recoge el relato del origen y nacimiento de los dioses griegos; en esta obra y por extraño que nos parezca, se menciona a la antigua Gades (bajo su nombre griego de Eritea/Eritía) y al medio físico inmediato de la misma, un medio físico en el que no resulta complicado reconocer el paisaje que todavía hoy (y pese a la natural evolución del entorno, una evolución especialmente presente en la recesión del medio acuático en el mismo), dos mil setecientos años después de la composición de la “Teogonía”, presentan el litoral interior de la Bahía gaditana y, más en particular, el arco oriental de la misma, con la abundancia de caños, canales, marismas y esteros que conocemos, además de la presencia de ríos como el Iro o el Guadalete así como de profundos brazos de mar como el río San Pedro (paleocauce del Guadalete), unos cursos, canales y caños herederos de aquellos en los que hemos de reconocer esas “corrientes” que el beocio Hesíodo menciona en su texto.
Así, vemos cómo, en dos pasajes de esta obra se narra cómo “Crisaor engendró al tricéfalo Gerión unido con Calírroe hija del ilustre Océano; a éste [a Gerión] lo mató el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante en Eritea rodeada de corrientes” (versos 285 y siguientes), y se nos habla más tarde asimismo de “Gerión, al que mató el fornido Heracles por bueyes de marcha basculante en Eritea rodeada de corrientes” (en los versos 979 y siguientes de la Teogonía). ¿El entorno de Cádiz, reflejado en el mito? Sin duda. Y en ese entorno, entre el río Guadalete, el San Pedro, el caño de Sancti Petri, el caño de Suazo y el río Iro, las tierras que hoy componen el perfil de Puerto Real. Y más, que veremos próximamente…
IMAGEN de portada: Ánfora ática de figuras negras; mediados siglo VI a.C. (Staatliche Antikensammlungen, Munich.)
FUENTE: http://www.puertorealweb.es/spip2/spip.php?article3188