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www.estrelladigital.es /EFE 20/11/2007

El lugar de la leyenda fundacional de la ciudad está a dieciséis metros de profundidad entre el Circo Máximo y la Casa de Augusto, en la Roma Imperial.

«Maravilloso descubrimiento arqueológico». Así se ha manifestado el ministro de Cultura, Francesco Rutelli, al informar del hallazgo del lugar donde, según la leyenda fundacional de Roma, una loba amamantó a los hermanos Rómulo y Remo. Rutelli, que no asumió la responsabilidad de la teoría sobre la gruta sino que la atribuyó a los arqueólogos, comentó con los periodistas los detalles del hallazgo, después recogidos en un comunicado de su departamento.

El descubrimiento de un cubil recubierto de mosaico y conchas se produjo meses atrás en el curso de las obras que la Superintendencia Arqueológica de Roma lleva a cabo para acondicionar la colina del Palatino. En la página de internet del Ministerio de Cultura italiano se pueden ver las imágenes de la gruta, recubierta también con conchas, obtenidas a través de una cámara que se introdujo en su interior el mes de agosto pasado.

La gruta está a dieciséis metros de profundidad entre el Circo Máximo y la Casa de Augusto, justo en la Roma Imperial, y tiene un diámetro de seis metros cincuenta y tres centímetros y una altura siete metros y trece centímetros.

Sin embargo, el ministro no reveló los detalles acerca de cómo se ha hecho la vinculación entre la cueva y la madriguera de la legendaria loba.

La leyenda

Los gemelos Rómulo y Remo, cuyo padre era el dios Marte, fueron abandonados en el río Tiber por orden del rey Amulio, cuya hija había incumplido el mandato de virginidad que él le impuso cuando la obligó a dedicarse al culto de Vesta, según la leyenda. Los hermanos fueron luego recogidos y amamantados por la loba «Luperca» y cuando crecieron fundaron Roma, de acuerdo con el mito.

Las interpretaciones de la leyenda han sido múltiples y entre ellas está la del ensayista y escritor Corrado Augias, quien en su libro «I segreti di Roma» sostiene que es posible que «Luperca» fuera una prostituta, ya que en la Roma antigua éstas recibían el nombre de «lupa» (loba), de donde procedería la palabra «lupanar».

Ese mismo escritor advierte del peligro que se corre cuando se dan por buenas las leyendas al recordar en su libro que el fascismo eligió el nombre de «hijos de la loba» para los niños italianos que quería educar en su ideología.