Carlos Martínez Aguirre https://blog.classicsathome.com

En la última edición del excelente curso de latín CAELVM organizado por la asociación Cultura Clásica tuve ocasión de cambiar impresiones con varios colegas, profesores de latín en Enseñanza Secundaria. Varios de ellos, que me conocían por mi obra La extraña odisea me preguntaron mi opinión sobre el latín hablado… o lo que es lo mismo, sobre hablar latín. Noté en ellos cierta inquietud al realizarme la pregunta y un gran alivio al conocer mi respuesta, y es por ello que me decido a escribir este artículo para aclarar una cuestión que, aunque pueda parecer baladí, creo que es de gran importancia para todos aquellos que nos dedicamos a la enseñanza del latín y apostamos por métodos naturales (o activos, como prefiero yo llamarlos.) Para ser lo más claro posible dividiré mi razonamiento en varios puntos.

1. El uso activo del latín en el aula
Como ya he explicado in extenso en mi opúsculo antes citado, creo que una de las causas fundamentales de los frustrantes resultados de la enseñanza del latín mediante el método de gramática-traducción (para los que no sepan a qué me refiero consultar este resumen) es justo la ausencia de un ejercicio activo de la lengua, tanto oral como escrita, durante el aprendizaje. En ese sentido soy absolutamente partidario del empleo del latín de forma activa en el aula de latín, fundamentalmente por parte del profesor (proporcionando a los alumnos lo que en didáctica de segundas lenguas se conoce como input comprensible), pero también por parte de los alumnos: respondiendo en latín a las preguntas que el profesor les haga, haciendo ejercicios en los que tengan que completar frases en latín mediante el vocabulario o la gramática conocida, o incluso escribiendo resúmenes y redacciones en latín empleando el vocabulario y la gramática que ya saben. Todo ello forma parte de la columna vertebral del método que desde hace ya más de diez años venimos defendiendo desde la asociación Cultura Clásica y que ha tenido tanta aceptación y repercusión entre el profesorado de Clásicas en los últimos años: Lingua Latina per se Illustrata. del profesor Hans H. Ørberg.

2. ¿Dar la clase sólo en latín?
Ésta es otra de las preguntas recurrentes. Y mi respuesta es clara (y de ahí el alivio de muchos compañeros): personalmente no soy partidario de dar la clase exclusivamente en latín. Creo que, siguiendo el método del maestro Ørberg, es conveniente dar una buena parte de la clase en latín, pero eso no implica que en muchas ocasiones no podamos emplear el castellano, o la lengua común que tengamos en el aula, para dar explicaciones de morfología, vocabulario o sintaxis. Recordemos que el propio Ørberg publicó el volumen Latine disco en el que se ofrecían explicaciones en lenguas modernas.
Se me podrá objetar que en los mejores cursos de idiomas extranjeros (p.ej. inglés) lo habitual es emplear sólo el inglés. Pues bien, yo a éso respondo (siguiendo al profesor Richard Vaughan, cuyo libro Si quieres puedesrecomiendo vivamente a todo el que quiera entender cómo se aprende una lengua) que emplear exclusivamente el inglés en el aula de inglés para españoles es privar innecesariamente al profesor de una herramienta de enseñanza muy potente. Además en mi caso se une la conciencia de mi propia limitación: ni soy hablante nativo de latín, ni mi latín se parece, ni de lejos, al de los grandes maestros que hubo desde el Renacimiento al siglo XVIII.
En definitiva dar la clase sólo en latín es una opción válida para quienes empleamos métodos activos, pero no la única ni, quizás, tampoco la mejor: dependerá en buena medida del estilo del propio maestro y de las características del alumnado.

3. El latín vivo
La tercera preocupación con la que me he encontrado por parte de mis colegas es la que se refiere al llamado latín vivo. ¿Es necesario o conveniente emplear el latín como si fuera una lengua viva, hablar y escribir en latín? ¿No es ridículo hablar en latín de cosas intrascendentes o frívolas? ¿Debemos fomentar esos usos en el aula? A la última de estas cuestiones mi respuesta es también clara: NO. 
En el aula de latín no debemos perder de vista que nuestro objetivo como docentes de latín no es desarrollar la competencia comunicativa sino la capacidad lectora. Estudiamos latín para leer a los grandes autores de la literatura latina. El uso del latín activo es sólo una herramienta para facilitar la asimilación de la gramática y el vocabulario que nos servirán como base imprescindible para el posterior acceso a los textos originales. Dado que, como decía San Agustín, el tiempo perdido nadie nos lo va a devolver, debemos ser muy cuidadosos a la hora de programar las actividades. En el aula de inglés, por ejemplo, donde el objetivo prioritario es alcanzar una competencia comunicativa básica lo antes posible (es decir, ser capaz de entender y hacernos entender en inglés, incluso con errores, eso es secundario), el enfoque debe dar prioridad a la conversación, a la adquisición de destrezas que nos permitan ser fluidos en inglés y entender a un hablante fluido de esta lengua. La inmensa mayoría de los estudiantes de inglés -incluso los más avanzados- nunca leerán a Faulkner o a Dickens en inglés ni tienen el menor interés en hacerlo. Es por eso que en una clase de inglés es imprescindible dedicar mucho tiempo a la conversación y a desarrollar la competencia comunicativa. En una clase de latín no.
Recuerdo que cuando todavía era un profesor joven e inexperto recién llegado de Grecia -donde había estado trabajando como profesor de español para extranjeros y por tanto totalmente imbuido del método comunicativo- y conocí el método del maestro Ørberg, me pareció que a éste le faltaba más enfoque comunicativo. Aunque Lingua Latina per se Illustrata me gustó mucho, lo que yo andaba buscando era algo parecido al método Forum (publicado por el Instituto Polis de Jerusalén). Es decir: un método que desde el primer momento enseñase al alumno a conversar en latín, a charlar en latín, por así decirlo. Cuando conocí al maestro en Almuñecar en el año 2005 le planteé esta cuestión. Ørberg me contestó: «¿Y para qué quieres hablar en latín? Te aseguro que con mi método, aunque no llegues a ser un gran hablante de latín, se consigue algo mucho más importante: leer a cualquiera de los grandes autores clásicos en latín» Entonces su respuesta no me acabó de convencer. Hoy, con los años y la experiencia, tengo que reconocer que tenía toda la razón del mundo. He conocido a «hablantes fluidos de latín» capaces de «charlar» durante horas en un latín sencillo bastante correcto que, sin embargo, no son capaces de leer con comodidad ninguna página de Cicerón, Livio u Horacio. Y también he tenido alumnos que, siguiendo estrictamente el método de Ørberg, son capaces de leer con solvencia a estos autores y que, al igual que el maestro, no se sienten cómodos hablando en latín -aunque pueden hacerlo- pues ésa nunca ha sido su prioridad, ni en clase hemos dedicado más esfuerzos a ese objetivo que los necesarios y justos para que la gramática y el vocabulario quedasen bien asentados.

4. Hablar en latín. Escribir en latín
He dejado sin responder las dos primeras preguntas del punto anterior: ¿Es conveniente hablar o escribir en latín? ¿No es una frivolidad hacerlo de cuestiones «menores» como el fútbol, el cine, la informática o cualquier otra cosa que no tenga que ver con la Filosofía, las Artes o la Civilización Clásica?
Mi respuesta aquí depende de la circunstancia. Creo que ya he dejado bastante claro mi opinión respecto a cómo hay que hacer las cosas en el aula, pero también es cierto que cabe una salvedad: a mucha gente le resulta atractivo oír hablar en latín como si fuera una lengua moderna. En un tiempo en que nuestras disciplinas parecen una especie en peligro de extinción, actividades como los comentarios de cuadros en latín que el Collegium Latinitatis ha organizado en el Museo del Prado pueden funcionar como un atractivo modo de acercar nuevamente el latín a la sociedad. De esa misma forma entiendo la labor de los Nuntii Latinide los Círculos de conversación o de los numerosos blogs, podcast y youtubers que en internet proliferan escribiendo y hablando en latín más o menos freestyle. Todos ellos me parecen admirables en su labor -a veces no tanto en la calidad de su latín, y que conste que lo digo con objetividad y sin la menor pedantería o pretensión de que yo lo haría mejor, que ya adelanto que no.-

A mí, personalmente, lo que me gusta del latín es enseñarlo a mis alumnos y aprender con ellos. Mi mayor gozo es tener hoy clases en las que leemos a Tito Livio, a César o a Virgilio y disfrutar de verdad del estilo y la lengua de los grandes autores sin tener que estar contínuamente recurriendo al diccionario ni pensando cada frase como si se tratara de un sudoku. Pero eso no quita que, de vez en cuando, también me divierta leyendo algún blog latino, escuchando algún podcast o viendo algún vídeo tan simpático como el genial de mi amigo Scorpio Martianus con la rana Gustavo cantando Rainbow Connection en latín.