Los estudios clásicos mantienen cierto interés entre estudiantes jóvenes y mayores

Inés Modrón Lecue www.rtve.es  09/05/2025

Con todas las cámaras enfocando al balcón más emblemático de la Plaza de San Pedro, el cardenal protodiácono pronuncia con solemnidad el esperado «Habemus papam« y la multitud estalla en aplausos. La frase anuncia que Francisco ya tiene sucesor, pero también pone una vez más en oídos de todo el mundo una lengua olvidada para muchos, relegada a notas al pie de los manuales escolares. En las últimas semanas, el latín ha cobrado un inusual protagonismo en la cobertura informativa.

«La gente olvida que el latín sigue siendo la lengua oficial de un Estado: el Vaticano», señala el vicepresidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y catedrático de la Universidad de Barcelona, Javier Velaza. El experto recuerda cuando Benedicto XVI anunció su renuncia en 2013 con una declaración en latín. La noticia tardó en difundirse porque solo una de las periodistas de la sala entendió de inmediato el mensaje. Su medio fue el primero en publicar que el pontífice dejaba su cargo. Para Velaza, este protagonismo mediático excepcional es una oportunidad de dar el lugar que se merece a «la lengua madre de la mayor parte de las lenguas europeas», que «nos atraviesa», incluso sin ser conscientes.

Eso sí, conviene contextualizarlo. El latín que resuena estos días en las ceremonias no es el de Cicerón ni el de Virgilio, como se estudia en las escuelas, sino el latín eclesiástico. Esta variante tiene una pronunciación particular, algo italianizada en los grupos consonánticos, y cuenta con fórmulas diferentes que se repiten sin apenas cambios desde hace siglos.

Sin embargo, algunos gestos demuestran que, incluso en la Iglesia, el latín ya no se domina como antes. El texto que los cardenales leyeron durante el juramento previo al cónclave tenía los acentos marcados con tildes. «El latín no se acentúa. Si sabes hablarlo, sabes dónde va. Se lo habrán puesto para facilitar la labor porque algunos creo que no lo tienen muy fresco«, aclara. Antes, todos los cardenales entendían latín o italiano, pero hoy «muchos pisan Roma por primera vez«. Incluso, durante sus reuniones de estos días, han contado con intérpretes.

El latín fuera de la Iglesia

El latín no es solo una reliquia de la liturgia. Sobrevivió a la caída del Imperio Romano en gran parte gracias al peso de la Iglesia, pero Velaza recuerda que también por ser durante siglos la lengua de la ciencia. «Científicos como Newton escribían en latín porque era la herramienta universal de comunicación científica«, cuenta el catedrático. Aún hoy, algunos manuales académicos se escriben todavía en latín.

Los estudios clásicos logran mantener el interés de buena parte de la población. Velaza niega que haya una crisis en las universidades: «Hay alumnos, hay interés, y no solo entre los jóvenes. También hay muchos mayores con curiosidad por lo clásico». El catedrático se confiesa «esperanzado«, aunque la verdadera batalla, dice, está en la enseñanza secundaria. «Ahí es donde hay que sembrar. Es donde un alumno puede descubrir su vocación o, al menos, adquirir una herramienta que le ayudará toda la vida», sostiene.

Las matriculaciones en el grado de Estudios Clásicos han experimentado un repunte en los últimos años y en el curso 2022/2023, el último sobre el que ofrece datos el Sistema Integrado de Información Universitaria, había un 11% más de alumnado que cinco años antes.

Enseñar latín en un instituto

Raúl Agüera, profesor en un instituto cántabropercibe interés por el latín entre el alumnado de secundaria. En sus clases de fonética, comprueba a diario cómo se encienden las miradas de los estudiantes cuando descubren el origen y la evolución de palabras que ya conocían. No siempre es fácil, admite, pero los docentes buscan caminos para hacerlo cercano, por ejemplo, a través de la mitología, que «les fascina».

Las últimas semanas, con el Vaticano en boca de todos, han sido una oportunidad perfecta para reforzar ese vínculo. «Curia es una palabra de origen latino y eclesiástico, del griego. Así que imagínate», comenta con entusiasmo. Para Agüera, estos momentos son ideales para demostrar que «el legado clásico está presente en todo el mundo occidental», desde el vocabulario cotidiano hasta el arte, las leyes, el urbanismo o la literatura.

Además, recuerda que el latín está mucho más vivo en los medios de comunicación y las conversaciones diarias de lo que se suele pensar. Expresiones como grosso modo o curriculum vitae se escuchan habitualmente – aunque a veces mal pronunciadas – y hasta palabras como ‘tiquismiquis‘ tienen una raíz latina, por castizas que parezcan en la actualidad. «Se ha deformado, pero ahí está«, explica.

Mercedes Sahuquillo da clase de latín en un instituto de Valladolid y reconoce que, en plenas evaluaciones, apenas ha podido profundizar estos días en el revuelo mediático en torno al Vaticano, aunque sí ha aprovechado para hacer algún comentario en el aula. Se encuentra con grupos divididos. Por un lado, están quienes sienten una auténtica curiosidad por las humanidades y disfrutan de explorar la mitología y el legado de Roma. Por otro, se topa con los que eligieron latín como vía de escape a las matemáticas. «Lo más difícil es enganchar a ese segundo grupo«, admite. Para conseguirlo, a veces recurre a ejemplos en los que el latín aparece en prensa o publicidad. Sin embargo, la motivación decae cuando toca enfrentarse al método tradicional de traducción: «No es una asignatura facilona».

Una herramienta para comprender la realidad

Según el vicepresidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, aprender latín – aunque sea lo básico – no solo abre puertas a una «literatura magnífica», sino que permite entender mejor cómo funcionan nuestras lenguas, se construyen las ideas y se articula el pensamiento. «Quien sabe latín tiene un dominio del lenguaje y, por tanto, del conocimiento del mundo», explica Velaza, que ve la lengua como algo más que «un instrumento de comunicación». Es también una forma de ver la realidad, explica.

Por eso, no cree que el latín sea una lengua muerta. «Lleva siglos en crisis, pero tiene una mala salud de hierro«, responde con ironía. En tiempos convulsos, marcados por la desinformación y los discursos vacíos, apunta que acercarse a la cultura clásica puede servir de brújula, como «elemento de contraste y anclaje». Defiende la necesidad de contar con ciudadanos «bien formados, capaces de distinguir lo auténtico y de moverse en las ambigüedades del lenguaje para tomar partido por la verdad». Para ello, la receta incluye «reconocer la importancia de las materias humanísticas, incluida la filosofía y la historia o historia del arte».

FUENTE: www.rtve.es