Es uno de los comentarios que a menudo deben escuchar los cerca de 400 universitarios que estudian grados de Clásicas y los más de 3900 alumnos de Bachillerato que cursan Latín y Griego.

Soledad Domínguez www.cadenaser-com.cdn.ampproject.org 23/01/2023

«Este sabe latín». Es una frase hecha, en catalán y también en castellano, para referirse a personas cultas y al mismo tiempo astutas, que normalmente consiguen lo que quieren. Nada que ver con la imagen que buena parte de la sociedad tiene ahora respecto de los alumnos que optan por estudiar Latín y también Griego en el instituto. «Los amigos», explica Marcos, alumno de segundo de Bachillerato en el instituto de Premià de Mar ,»normalmente te dicen lo de, ah, eres de letras, eso es fácil. Tengo un amigo que es arquitecto y que cuando le dije que quería estudiar Filología, me dijo que ya sabía quién le serviría las hamburguesas cuando fuéramos mayores». No son sólo los amigos, también las familias u otros profesores cuestionan la utilidad de estudiar «lenguas muertas, que nadie habla» cuando un buen estudiante dice estar interesado.

David empezó el Bachillerato científico vencido por la presión de estos comentarios. «En la ESO se me habían dado muy bien las matemáticas y las ciencias en general y todo el mundo esperaba que llegara lejos en ese campo, pero primero fue muy insatisfactorio para mí». Ahora, en cambio, y pese a incorporarse directamente a las clases de Latín y Griego de segundo de Bachillerato, es más feliz. Lo mismo explican Silvia o Lucas. «Yo tenía muy claro que quería estudiar el Humanístico, y todo el mundo me decía: “Pero si tú sirves para las ciencias, haz al menos el de Ciencias Sociales. Pero es que a mí las mates no me gustan». «A mí las matemáticas sí me gustaban y me iban bien, pero en 4º quise probar Latín y he tenido que sacrificar las mates, porque, por horario, no podía elegir las dos». Uno de los cambios en el currículo de bachillerato implica facilitar que los alumnos realicen sus propios itinerarios formativos, combinando materias de Ciencias y de Humanidades, pero la teoría choca de momento contra la organización horaria en los institutos.

La profesora de Clásicas del instituto de Premià de Mar, Margalida Capellà, explica que «cuesta motivar» a los alumnos que llegan por primera vez a sus clases, porque durante muchos años han oído que los buenos estudiantes estudian Ciencias y que sólo los que tienen un bajo rendimiento van hacia Humanidades. «Pero una vez lo prueban, todavía no he encontrado a ningún alumno que haya tenido la oportunidad de estudiar Latín y Griego y que no le haya gustado». Ahora mismo, según datos del departamento de Educación, el 70% de los institutos públicos catalanes ofrecen clases presenciales de Latín y Griego. El Latín sí está garantizado en todas partes, pero el Griego ha desaparecido en tres de cada 10 institutos. Sólo 3905 alumnos -algo menos del 4% de los matriculados en Bachillerato- están cursando esta asignatura. Capellà cree que hay muchos factores que explican «la mala fama» de estas materias y que van desde el recuerdo que muchos adultos tienen de sus clases de Latín y Griego -durante muchos años los profesores eran mayoritariamente religiosos y sólo enseñaban gramática y léxico, pero nada de la mitología que tanto motiva a los estudiantes actuales- hasta el discurso dominante de que los estudios con más salidas profesionales son los de ciencias.

Sin negar esto último, el ex decano de la facultad de Filosofía y Letras de la UAB, Joan Carbonell recuerda que antes de la gran crisis de 2008, «Arquitectura era uno de los grados que se consideraba sinónimo de trabajo asegurado y bien pagado, y todos sabemos que después entró en un declive total y ya no era garantía de nada». La universidad, dice Carbonell, tiene la obligación «no de hacer más atractivas determinadas enseñanzas, pero sí de pensar cómo adaptarlas a las nuevas necesidades de la sociedad». Fruto de esta reflexión, la UAB ha sustituido los estudios de Filología Clásica por dos nuevos grados: uno combinado de inglés y Lenguas Clásicas y otro de Ciencias de la Antigüedad, que forma a profesionales competentes en todo el mundo antiguo, no sólo en la lengua y la literatura clásicas y «que es muy oportuno en un país como el nuestro, que cuenta con un gran patrimonio histórico y cultural que necesita ser explicado», dice Carbonell, Actualmente hay 169 universitarios matriculados en el grado de Filología Clásica de la UB y algo más de 200 repartidos entre el grado combinado de Inglés y Clásicas y el de Ciencias de la Antigüedad de la UAB. En estos dos últimos grados, y pese que a la nota de corte para acceder a los estudios fue de 5 -la demanda no superó la oferta total de plazas-, la nota media de los alumnos que acceden está desde hace años por encima del 8.

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