Alberto Duque López www.noticine.com 10/03/2010

Aunque Stanley Kubrick (26 de julio de 1928, Nueva York – Hertforshide, GB, 1999), siempre renegó de su autoría en «Espartaco» que cumple este año cincuenta de haber sido estrenada con otras obras maestras en la que ha sido llamada la década prodigiosa, y a pesar de las concesiones comerciales a la versión de un personaje y una historia que fueron salvajes y sangrientos en los años 70 AC, la película ostenta algunos de los elementos que caracterizan la obra de uno de los grandes maestros del cine de todos los tiempos.

Kubrick, rebelde juvenil que impuso su lenguaje como fotógrafo de celebridades en la mítica revista Look, decidido a convertirse en guionista y director para contar sus historias, a su manera, y luego de sorprender a todos con sus primeros largometrajes «Fear and Desire», «El beso del asesino», «Atraco perfecto» y sobre todo la controvertida «Senderos de Gloria» (prohibida en Francia durante largos años), protagonizada por Kirk Douglas, trabajó unos meses con Marlon Brando en «One Eyed Jack» pero no se entendieron y fue expulsado del set.

Douglas, productor de una nueva superproducción, «Espartaco», peleó con el director contratado, Anthony Mann, y llamó a Kubrick quien tuvo que aceptar dos situaciones incómodas: un guión que no había tiempo de modificar, basado en la novela de Howard Fast y varias escenas iniciales que siempre quiso rodar de nuevo y no pudo.

Obsesivo, neurasténico, desconfiado, solitario, amante de la música y la arquitectura, autodidacta que aprendió todos los secretos teóricos y técnicos del cine para realizar sus proyectos (no pudo filmar su monumental «Napoleón» pero leyó cerca de 700 libros sobre el personaje, dibujó escenarios y escribió varios borradores de guión que han sido recogidos por Taschen en un cofre que contiene diez libros hermosos y caros), conocedor como pocos de la naturaleza humana y sus laberintos más oscuros y peligrosos, autor de obras maestras que siempre serán recordadas («2001», «La naranja mecánica», «El resplandor», «La chaqueta metálica», «Barry Lyndon», «Eyes wide shut / Ojos bien cerrados», «Lolita», «Senderos de gloria», «Atraco Perfecto»), aceptó dirigir «Espartaco» porque era su oportunidad para imponerse en Hollywood.

No fue fácil porque la novela de Howard Fast, un escritor de izquierda, logra una de las historias más fascinantes sobre un hombre primitivo, hijo de esclavos tracios que milita en el ejército romano, escapa, es capturado y vendido como esclavo, quien se anticipó a nuchas de las ideas políticas sobre la libertad, la tolerancia, el abuso del poder y la necesidad que tienen los oprimidos de alazarse contra sus despóticos amos. Por supuesto, la novela circuló clandestinamente en Estados Unidos hasta cuando la película la sacó a la luz.

Fast escribió un primer guión que Douglas, productor, rechazó y contrató bajo seudónimo a uno de los guionistas «malditos» de Hollywood, Dalton Trumbo, también perseguido por sus ideas. Ese nuevo guión no gustó a Fast y durante varias semanas Douglas sirvió de árbitro hasta cuando comenzó el rodaje en medio de la mayor tensión. Finalmente, Trumbo figura como guionista.

Douglas y Simmons, en una escena romántica»Espartaco», a pesar de su visión romántica e idealista del personaje y sus conflictos tiene algunos momentos que solo un director como Kubrick podía lograr: los entrenamientos de los gladiadores y la simetría de sus escenarios; el diálogo de Espartaco y Antonino cuando se conocen y luego el juego con los huevos y los pollitos; la feroz rivalidad y los debates que Craso y Graco sostienen en el Senado; la muerte del esclavo negro; los discursos que Espartaco y Graco pronuncian ante sus tropas antes de iniciar la campaña en escenas alternadas que contrastan; la organización de la batalla final, con esas tomas amplias que muestran cómo los romanos arman y desarman su esttrategia para el combate; el diálogo recoroso que sostienen Craso y su nueva mujer, Vanina, quien logra que el otro confiese que teme al gladiador que todavía no conoce; las tomas panorámicas que aprovechan los 70 mm para mostrar los despliegues de tropas y campesinos; cuando Craso pregunta en las escenas finales quién es Espartaco y todos asumen su identidad; el suicidio ritual de Graco…

Curiosamente la película, estrenada en 1960 con un éxito notable, en parte gracias al extraordinario elenco (Douglas como Espartaco, la bellísima y delicada Jean Simmons como la esclava Varinia, Laurence Olivier como el todopoderoso Craso, Charles Laughton como su rival político Graco, Peter Ustinov como el entrenador de gladiadores Batiato, Tony Curtis como el joven poeta y mago Antonino y John Gavin como el ambicioso Julio César), fue relanzada siete años más tarde con 23 minutos menos y en 1991, esas escenas suprimidas fueron devueltas, además de 14 minutos que no figuraban en la copia original.

Para los seguidores de Kubrick, a pesar de su falta de control en el proyecto, fue una experiencia gozosa descubrir escenas, diálogos y situaciones que completaban la visión de un mundo en decadencia y unos personajes que luchaban contra sus destinos, marcas de una cinematografía que, aunque breve, influiyó para siempre al Cine.

Así se pudo disfrutar de varias secuencias de batallas violentas, y una escena en el baño que provocó toda clase de reacciones porque comprobó la naturaleza homosexual de uno de los personajes más crueles de la película, Craso, general y patricio romano.

Laurence Olivier, en su intento por seducir a su esclavo Antonino quien lo refriega con una esponja en una tina, usa la analogía de «comer ostras» y «comer caracoles» para expresar su opinión de que la preferencia sexual es cuestión de gustos más que de moralidad.

Cuando la película fue restaurada en 2001 después de la muerte de Olivier faltaba el audio original del diálogo de esta escena, por lo que tuvo que redoblarse. Tony Curtis pudo doblar su papel pero la voz de Laurence Olivier tuvo que ser imitada por Anthony Hopkins. El diálogo, de caracteres homosexuales profundos, vale ser reproducido:

Olivier y Curtis, en la escena cortada por la censura:
– Craso: ¿Robas, Antonino?
– Antonino: No, amo.
– ¿Mientes?
– No, si puedo evitarlo.
– ¿Has deshonrado alguna vez a los dioses?
– No, amo.
– ¿Te reprimes de todo vicio para respetar las virtudes morales?
– Sí, amo.
– ¿Comes ostras?
– Cuando las tengo, amo.
– ¿Comes caracoles?
– No, amo.
– ¿Consideras moral comer ostras e inmoral el comer caracoles?
– No, amo. Claro que no.
– Cuestión de gustos, ¿no?
– Sí, amo.
– Y el gusto no es lo mismo que el apetito, y por tanto no se trata de una cuestión de moralidad, ¿no es así?
– Podría verse de esa manera, amo.
– Es suficiente. Mi toga, Antonino… Mi gusto incluye… tanto los caracoles como las ostras.

Ahora, cincuenta años después del estreno, recordamos esta película que marca toda una etapa en las superproducciones de Hollywood y sirvió para que Kubrick entendiera que, de ahí en adelante, no le convenía soltar las riendas de ningún proyecto. De no ser así, obras maestras como «La naranja Mecánica» o «Eyes wide shut / Ojos bien cerrados» hubieran sido imposibles de realizar.

MÁS INFO: Espartaco, de Stanley Kubrick