Fernando Lillo | Historia National Geographic nº 77 www.historiang.com Mayo 2010

Simple bandido para unos, paladín de la libertad para otros, Espartaco, al frente de un gran ejército de esclavos, mantuvo en jaque a Roma durante dos años hasta que, traicionado, fue derrotado por las tropas combinadas de Pompeyo y Craso.

Para unos fue un simple bandido; para otros, un héroe de la libertad. En todo caso, la revuelta que encabezó en el año 73 a.C. constituyó una de las mayores amenazas que sufrió la República romana. Fueron los autores griegos y romanos los que comenzaron a crear el mito del esclavo rebelde, y son sus voces las que han pasado a la posteridad sin que tengamos ningún testimonio de los propios sublevados. Parece que existieron, al menos, dos posibles tradiciones: una favorable al esclavo tracio, de la que son representantes Plutarco y Apiano, que idealiza en cierto modo al personaje -aunque Apiano, que es más neutro, recoge aspectos negativos de Espartaco- y otra desfavorable, sostenida por Livio, Floro y Orosio, en la que la revuelta sería más bien un episodio cercano al bandolerismo que puso en peligro el orden público y que debía atajarse cuanto antes.

La revuelta de Espartaco tuvo su origen en la escuela de gladiadores que un tal Léntulo Batiato regentaba en Capua. La mayoría de esos gladiadores eran esclavos galos y tracios, a los que se preparaba para participar en próximos espectáculos de lucha o, lo que es lo mismo, para una muerte inminente. En la primavera o el verano del año 73 a.C., doscientos de ellos tramaron fugarse. Fueron denunciados, pero los primeros que se dieron cuenta de la delación se adelantaron y en número de 78 lograron escaparse, valiéndose de cuchillos y asadores que habían sustraído de la cocina.
Más tarde, en su huida, se encontraron casualmente en el camino con unos carros que transportaban armas de gladiadores a otra ciudad y lograron apoderarse de ellas. Los cabecillas eran tres: Espartaco, de origen tracio, Crixo (o Criso) y Enomao, galos o germanos. Las diferentes versiones sobre la vida del esclavo tracio evidencian que los romanos oscilaron entre considerarlo un simple bandido o darle un carácter de héroe noble y, por tanto, de digno adversario de un ejército romano para el que ya era suficiente vergüenza enfrentarse con esclavos, considerados seres inferiores. Si resulta complejo determinar la personalidad de Espartaco, no lo es menos dilucidar cuáles eran sus objetivos. Tras dejar Capua, los fugitivos se agruparon en el monte Vesubio, alejándose de las ciudades.

Los compañeros de Espartaco habían sido en primer lugar los gladiadores de su escuela, pero luego se les unieron esclavos huidos y trabajadores del campo descontentos. Los latifundios del sur de Italia estaban llenos de esclavos que serían favorables a la revuelta. Los esclavos derrotaron junto al Vesubio a las tropas de Clodio Glabro. Esta primera victoria hizo que muchos se unieran al ejército de Espartaco, que alcanzó los 70.000 hombres. A continuación, el rebelde hizo frente a Publio Varinio, al que también derrotó. El Senado, consciente de que el problema requería una solución drástica, envió contra Espartaco a los cónsules Lucio Gelio Publícola y Cneo Léntulo Clodiano, pero aquel se enfrentó a ellos y los derrotó uno tras otro, obligándolos a retirarse. Después de sacrificar a trescientos prisioneros romanos en memoria de su compañero Crixo, se dirigió al norte y llegó hasta Módena, donde venció a las tropas de Cayo Casio, procónsul de la Galia Cisalpina. Se han barajado diversas hipótesis para explicar porqué, pudiendo atravesar los Alpes una vez que había derrotado al ejército romano, prefirió dirigirse de nuevo hacia el sur.

Tras los sucesivos fracasos, los romanos decidieron confiar el mando supremo del ejército al general Marco Licinio Craso, que necesitaba una victoria militar para seguir siendo importante en la política romana. Espartaco no se rindió fácilmente y rompió valerosamente el cerco que le habían impuesto. El Senado ordenó que Pompeyo y Lúpulo se unieran a la lucha. Craso hizo crucificar a seis mil esclavos prisioneros en la vía Apia, desde Capua hasta Roma. Pero finalmente Pompeyo acabó con unos cinco mil esclavos fugitivos y se llevó la gloria de la guerra. Espartaco murió de forma heroica. Comoquiera que fuese, el hecho de que la rebelión careciera de un objetivo definido, la falta de apoyo de las ciudades y los inagotables recursos de la República romana frustraron cualquier esperanza de éxito.