A. B. | Valencia www.elpais.com 27/01/2008

«Con el tiempo y el uso, la obra se ha ido entendiendo mejor»

«Como ha explicado Antón Capitel, que fuera inspector general de Monumentos, la pretensión en 1985 era hacer una ley contra el pastiche, que acabara con la rehabilitación en estilo», comenta el arquitecto Manuel Portaceli (Valencia, 1942). «Pero resulta que nos han condenado a nosotros, que hemos hecho todo lo contrario».

Las rehabilitaciones en estilo, que no distinguen los materiales nuevos de la arquitectura antigua, ofrecen muchos ejemplos. El arquitecto cita en Valencia un edificio tan emblemático como el Palau de la Generalitat, uno de cuyos torreones se levantó en 1949 a imitación del original del siglo XVI; y el palacio del Marqués de Dos Aguas, edificio al que se añadió a inicios de los setenta un ala cuya decoración imita la fachada del siglo XIX. «En el Teatro Romano de Mérida», añade Portaceli, «se rehizo el escenario, medio reinterpretado, medio inventado». Eso ocurrió en los años sesenta de la mano del arquitecto José Menéndez Pidal.

«En cambio, en Sagunto», prosigue, «ya que prácticamente no quedaba nada del cuerpo escénico, que las gradas habían desaparecido y la cávea estaba muy deteriorada, optamos por restituir el espacio de un teatro romano, que es un elemento arquitectónico fundamental».

Reconoce Portaceli que su intervención chocó al principio, debido «al impacto en el paisaje de un edificio muy sólido y a la desnudez de la propuesta, realizada en ladrillo visto para evocar la fábrica romana que queda a la vista cuando la piedra se ha perdido, como en las Termas de Caracalla». Sin embargo, añade, «con el tiempo y el uso, la obra se ha ido entendiendo mejor».

«¿Si se pierde el Teatro Romano, qué se gana?», pregunta el arquitecto ante la perspectiva de la demolición. «Guste o no guste, es una infraestructura que ha cambiado Sagunto». En su opinión, la interpretación del artículo de la ley que ha justificado la condena judicial de su proyecto amenaza a la mayor parte de las intervenciones sobre el patrimonio. Portaceli cita ejemplos como el Museo del Patio Herreriano, en Valladolid, donde se ha añadido un edificio moderno al conjunto del siglo XVI; o la facultad de Biblioteconomía de Badajoz, realizada en la antigua alcazaba árabe y sobre la que pesa una sentencia de derribo similar a la de Sagunto.

Para Portaceli, la polémica sobre su trabajo con Grassi «manifiesta los límites de la rehabilitación de edificios». «¿Cómo se recupera el Teatro Romano si no se dispone de los elementos que definían su espacio original?», se pregunta, mientras invita a revisar qué se ha hecho en otros recintos romanos y qué se está haciendo hoy en algunos de ellos. «Lo que me sorprende», concluye Portaceli, «es que se haya llegado tan lejos sin que nadie razonable haya dicho basta. Toda esta conflictividad judicial y política resulta muy penosa».