María Martínez | Palencia www.elmundo.es 10/05/2009
El palacio de La Olmeda, una magnífica villa de la época bajoimperial situada al norte de Palencia, acaba de abrir sus puertas tras una profunda remodelación. Sus dueños bien podrían ser los aristocráticos suegros de Marco Didio Falco, el protagonista de las novelas de Lindsay Davis sobre la Roma de los Césares. Pero si atendemos a la ‘leyenda’, habría pertenecido a la familia del emperador Teodosio, nacido en la localidad segoviana de Coca.
El palacio constituye un ejemplo inmejorable de vivienda patricia en una época en que la crisis había empujado a las clases altas de la ciudad al campo. Son 4.000 metros cuadrados donde se distribuían más de 30 habitaciones, jardín, baños y pórtico, entre otros aposentos. En ese espacio habitaba, hacia el siglo IV d. C., un grupo familiar de cerca de 20 miembros, un dato que evidencia unas técnicas constructivas muy poco alejadas de las nuestras, amén de la suntuosidad de una decoración en la que destacan sus valiosos mosaicos.
Los arquitectos Ángela García de Paredes e Ignacio García-Pedrosa han diseñado un moderno edificio para los visitantes con espectacular cubierta, una fachada en acero que se asemeja, en la lejanía, a las abundantes choperas que salpican la zona. El interior permite percibir de forma diáfana la estructura de la villa, con las diferentes estancias delimitadas por tela metálica semitransparente. Desde el patio central se accede a nada menos que 27 piezas, una docena de ellas con mosaicos, lo que convierte a La Olmeda, próxima al municipio de Saldaña, en uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Hispania romana.
Las habitaciones, si hacemos caso a las presunciones de los arqueólogos, incluirían un almacén o despensa y una especie de lagar o bodega donde depositar (en ánforas incrustadas en el suelo) vino y aceite. El salón principal, de 175 metros cuadrados, conserva el principal tesoro del complejo, el gran mosaico que cada mañana admiraban los amigos y clientes del ‘pater familias’, toda vez que el recinto estaba destinado a impresionar a las visitas.
El recuerdo de la afición a la caza
‘La alfombra de piedra’ narra un episodio de la guerra de Troya protagonizado por Aquiles y Ulises. En la cenefa que lo rodea aparecen, en medallones, 18 rostros masculinos y femeninos elaborados a partir de pequeñísimas teselas que inmortalizan a la familia de la villa. De la gran afición cinegética del propietario da cuenta una excelente escena de cacería justo debajo y el hecho de que, en los basureros de las inmediaciones, hayan aparecido cornamentas de animales y utensilios para la caza, además de atalajes de caballos y carros.
El palacio tenía una fachada porticada con columnas flanqueada por dos torres octogonales en los extremos. Un gran vestíbulo conducía al interior y a la galería sur, por la que discurría una arquería de ladrillo (parte de la cual, aunque parezca mentira, se conserva) que soportaba un piso superior.
Los muros estaban construidos a partir de un basamento de piedra sobre el que iban tres filas de ladrillo y, a continuación, tapial con entramado de madera ‘escondido’ tras una placa de yeso decorada con motivos geométricos para imitar el mármol.
En una de las habitaciones de la zona oriental se puede contemplar un ‘hippocaustum’, el sistema de calefacción con suelo radiante de los romanos. Es curioso constatar que las estancias del ala norte (con otras dos torres, en este caso cuadradas, en ambos extremos) no tienen mosaico, sino una pobre mezcla de cal, arena y ladrillo machacado que da a sus suelos un tono rojizo. Era el acceso trasero a la casa, también con vestíbulo y planta superior.
No faltan las canalizaciones, que revelan la existencia de una fuente en el centro del jardín, las letrinas (que en esa época no tenían compartimentos ni, en consecuencia, privacidad) ni los baños, al oeste y fuera de la zona residencial. El área termal ocupa 900 metros cuadrados divididos entre el vestuario, las estancias con las piscinas templada y caliente (por excavar y pavimentadas de mosaico), la leñera y el horno para calentar el agua, y la alberca fría, junto al gimnasio, además de aposentos cuyo uso se desconoce: ¿salas de descanso y charla? ¿estancias de masaje entre inmersiones?
Banquetes opíparos con abundantes ostras
Y no se puede olvidar el gran comedor, con un pequeño vestíbulo hacia el patio y una pieza auxiliar. La comida principal del día tenía lugar en torno a las tres de la tarde y era muy larga, vomitivos incluidos. La familia ‘teodosiana’ de la villa consumía muchas ostras (se han encontrado ingentes cantidades de conchas), al parecer llegadas desde Cantabria y conservadas en neveras naturales.
El palacio era el centro de una explotación agropecuaria en una amplia y fértil llanura de cereales, en la margen derecha del río Carrión. Permanecen aún por ‘salir a la luz’ las residencias del administrador y del resto de trabajadores, además de las cuadras y los almacenes. Hay, además, tres necrópolis localizadas en los alrededores y restos de una villa anterior.
La Olmeda entró en decadencia en el siglo V y un incendio obligó a sus moradores a abandonarla en el VI. Su recuerdo, sin embargo, se mantiene a salvo gracias al descubrimiento, en el verano de 1968, de los restos de la casa. Y por supuesto, gracias a las instalaciones inauguradas hace unas semanas.
MÁS INFO:
Web oficial de La Olmeda http://www.villaromanalaolmeda.com/
Visita Virtual Villa Romana de la Olmeda
http://proyectodigital.com/vv/villa_romana_de_la_olmeda/