Diego Di Giacomo www.anbariloche.com.ar 03/06/2012

En esta oportunidad vamos a retomar la historia del vino, viajando muy lejos en la línea de tiempo, para adentrarnos en la mitología de los pueblos persa, egipcio, griego y romano. Conoceremos sus dioses y leyendas alrededor del vino, lo cual nos demostrará, una vez más, la importancia de ésta bebida en su cultura y religión; que es la misma importancia que tuvo a lo largo de toda la historia de la humanidad, llegando al punto extremo de inspirar frases como la del escritor francés François Rabelais: “El vino es lo que más ha civilizado al mundo”.

Cuenta una vieja leyenda persa que en el año 4.000 antes de Cristo, un ave que surcaba el cielo dejó caer unas semillas a los pies del rey y semi-dios Djemchid. Al tiempo, de esas semillas comenzaron a crecer unas plantas que dieron abundantes frutos (uvas), los cuales fueron recolectados y guardados en el depósito real. Estando allí adentro, las uvas desataron su fermentación natural, despidiendo el dióxido de carbono producido por la misma y llenando el depósito con su característico aroma.

Cuando la esposa favorita del rey, como consecuencia de sus celos hacia otra mujer, buscó veneno para suicidarse, llegó hasta el lugar donde fermentaba el oscuro jugo de las uvas. Pensando que era una poción, la bebió con la intención de matarse. Momentos después, fue hallada danzando y cantando alegremente, por supuesto, bajo los efectos de lo que había tomado. El rey llamó a esa bebida con el nombre de Darou é Shah, que significa “el remedio del Rey”. De la deformación de esa palabra deriva el nombre de Shiraz, o Sirah, cepaje proveniente de la antigua región de Persia. Decían los persas, que allí nació el vino.

Según los historiadores, la viticultura nacida en el Cáucaso, llegó a su primer momento de esplendor en los tiempos de los faraones de Egipto. Fueron los egipcios los que idearon técnicas innovadoras, como por ejemplo el prensado de uvas. Esto y mucho más fue gracias al rey-dios Osiris, quien (según la mitología) le enseñó a la humanidad el cultivo de la vid, cómo cosecharla y cómo guardar el vino resultante de su jugo. En tanto que la diosa de la agricultura, Isis, esposa de Osiris, se ocupaba de proteger y cuidar el proceso de vinificación en las primitivas bodegas.

En la mitología griega, el dios del vino es Dionisio, hijo de Zeus y Sémele. Generalmente se lo representa junto a una pantera, un leopardo y un racimo de uvas. Cuando era joven, Dionisio descubrió la viticultura y se dedicó a ella, pero Hera lo hizo enloquecer y vagar por el mundo. Curado de su locura por la diosa Rea, se dedicó a enseñar todo lo referente al vino y su producción en muchos lugares de Asia, sobre todo en India. Para los griegos, este dios inventó el vino.

Dice la leyenda, que Dionisio estaba enamorado de su joven amigo Ampelo, y es por eso que le regaló una cepa de vid que estaba pendiendo a lo alto de un árbol, llena de racimos. Tentado por lo apetitoso del fruto, Ampelo subió al árbol para probarlo, pero cayó desde lo alto y murió. Muy triste por su muerte, Dionisio lo transformó en una constelación. Otra leyenda cuenta que de Ampelo, una vez muerto por un toro, brotaron racimos de uva. La Ampelografía, que es la ciencia que estudia las variedades de vid y sus características, debe su nombre a este personaje mitológico griego.

Como no podía faltar, también existió en la mitología romana un dios del vino, y se llamaba Baco, adoptado del Dionisio de los griegos. Baco era hijo de Júpiter, y en su honor se celebraban las fiestas Bacanales, donde se desarrollaban orgías y se bebía sin control. De la palabra Bacanal proviene una de las posibles deformaciones que originó el lunfardo “bacán”. Se supone que Baco también transmitió sus conocimientos a los humanos sobre como plantar vides y hacer vino.

Según una historia, Baco iba camino a la ciudad de Naxia, pero en la mitad del viaje se sentó a descansar. Notó que a sus pies había una pequeña planta, la cual desterró para llevarla consigo. Tomó un hueso hueco de un ave y puso en su interior el tallo, pero éste pronto creció y sus raíces quedaron al descubierto. Luego divisó un hueso hueco de un león, y colocó allí la planta. Pero sucedió lo mismo, a causa de la fertilidad que Baco le transmitía. Entonces encontró un hueso de asno, y finalmente ahí la trasladó hasta el regreso a su morada. Esa planta era una vid.

Cuando Baco le enseñó a los hombres el arte de la viticultura, recordó los tres huesos que había utilizado para transportar aquella primer pequeña planta, ya que si bebían moderadamente se ponían alegres, cantaban, y disfrutaban de la vida como pájaros. Si seguían bebiendo más de la cuenta, empezaban a ser como leones y comenzaban los problemas. Y si seguían consumiendo aún más vino, se volvían como asnos, cometiendo toda clase de insensateces y siendo el hazme reír de otras personas.

Además de las contadas, existen muchas leyendas y relatos relacionados con el vino a lo largo de la existencia de la humanidad. Y no es de extrañar, ya que la vid, por su capacidad de adaptación a diferentes altitudes, suelos y climas, y su bajo requerimiento de agua, está presente en los cinco continentes y desde tiempos remotos, e inclusive está científicamente comprobado que es una de las plantas más antiguas sobre la faz de la tierra.

FUENTE: http://www.anbariloche.com.ar/noticia.php?nota=29053