Roberto Villarreal | Tarragona www.elmundo.es 03/07/2011

El viaje de acceso hacia la antigua civilización de la Roma imperial suele requerir un billete ligado al turismo urbano de museos y monumentos. Tarragona no es una excepción: las joyas más conocidas de la Tarraco romana (murallas, circo romano, anfiteatro, fórum, museo nacional…) se pueden recorrer a pie en una interesante ruta por los alrededores del centro histórico. Pero si a usted le apetece combinar un suave ‘trekking’ por zonas boscosas con el descubrimiento de un recóndito patrimonio de 2.000 años de antigüedad, vaya preparando un calzado cómodo y siga leyendo.

La cantera romana del Médol es, por sus dimensiones, la más espectacular que se conserva en el mundo. A otra escala, algo así como la de Assuán en el legado del antiguo Egipto. Los romanos generaron una gran hoya de más de 200 metros de longitud y una anchura de entre 10 y 40 metros por la constante extracción de piedra durante los primeros siglos de nuestro calendario.

Todavía se pueden contemplar sillares desechados y a medio trabajar; en el centro de la cantera se alza una aguja de piedra no excavada de 16 metros de altura -perfecto indicador del nivel en que comenzó la excavación- que se conoce como la Aguja del Médol. Se calcula que de esta cantera se extrajeron aproximadamente un total de 50.000 m3 de piedra para los principales monumentos de la que fuera capital del norte de Hispania.

Se sitúa en el término municipal de Tarragona, a unos cinco kilómetros al norte de la ciudad. Si no se conoce al dedillo, el acceso es verdaderamente penoso, nada acorde a unos vestigios catalogados como Patrimonio de la Humanidad. En plena nacional N-340, la que discurre paralela al litoral mediterráneo, la cantera está bien indicada en la rotonda de La Mora. Al tomar el desvío desaparecen las señales; sólo su capacidad de orientación puede salvarle del caos. Hasta un guía de montaña terminaría por preguntar; desde allí puede llegar andando en un cuarto de hora, aproximadamente.

Por la AP-7 es bastante más sencillo. Si llega a Tarragona en dirección sur, debe salir en el área de servicio de El Médol, pues desde allí una pista -esta vez bien señalizada-, jalonada por cipreses al más puro estilo de los jardines romanos, le lleva directamente. Si se dirige al norte desde Tarragona, lo más cómodo es llegar hasta Torredembarra y allí volver por la autopista en dirección opuesta hasta la salida de la zona de servicio. Lo único positivo de este intrincado laberinto es que ha sido el mejor guardián para conservar el paraje, visitable a diario -salvo los lunes- de 9 a 20 horas, y domingos de 9 a 15 horas.

El paseo -prohibidos los tacones y no apto para personas con movilidad reducida- se divide en cuatro zonas. La última es muy reciente y data del pasado año, cuando un incendio destruyó más de 100 hectáreas en los alrededores. Pese al grave daño ecológico, el efecto de las llamas dejó al descubierto vestigios de la actividad de los picapedreros en un frente de cantera de un centenar de metros con las marcas y líneas de extracción muy visibles y varios ramales que permanecían ocultos por el sotobosque. «Los frontales se habían catalogado y fotografiado en los años 30, pero se habían perdido en la maleza», explica la ex concejal de Patrimonio de Tarragona, Rosa Rosell.

La Fundación Abertis -propietaria de los terrenos, en concesión, junto a la AP-7- y el Ayuntamiento de Tarragona han acometido una primera fase de limpieza de vegetación bajo la atenta mirada de los grupos ecologistas, pues en el interior de la hoya se ha creado durante dos milenios un microclima con flora muy poco frecuente.

Abertis maneja ya el proyecto para la segunda fase, que prevé la mejora de los accesos, la entrada al complejo, y la instalación de luz, agua y demás servicios. «Las reglas de visita son muy sencillas; ni comida ni bebida, y sobre todo, nada de fumar ni escalar por la roca», advierte el vigilante. Una recomendación más: durante los meses cálidos, evite las horas más fuertes de sol, a no ser que sienta interés por revivir las penurias de los miles de esclavos que allí acarrearon piedra durante cientos de años.

FUENTE: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/30/barcelona/1309437818.html