Mar Cirera | Tarragona www.diaridetarragona.com 28/05/2012
En la Plaça de Representació hubo como unas sesenta estatuas con inscripciones, algunas de ellas están integradas en las casas y forman parte del paisaje urbano.
En la Part Alta de Tarragona se encuentran distintas inscripciones que forman parte del paisaje urbano. Jordi López, investigador del ICAC, y Diana Gorostidi, especialista en epigrafía latina e investigadora del ICAC, explican con detalle la historia que se esconde detrás de las inscripciones que se encuentran en la Part Alta de Tarragona.
Lejos de lucir un aspecto señorial y conmemorativo como el que tenían en época Flavia (finales dels siglo I dC), ahora las epigrafías forman parte de las fachadas de algunas casas de Tarragona. Así, una de las peculiaridades de la ciudad es que estas inscripciones originales están a la vista.
Las inscripciones proceden en su mayor parte de los pedestales que decoraban el foro de la provincia, la gran plaza de representación que ocupaba la parte superior de la ciudad (la actual Plaça del Fòrum y alrededores). La Plaça de Representació era la más grande del Imperio. Estas inscripciones se enmarcan generalmente en época Flavia, es decir, a finales del siglo I dC.
Estos pedestales servían para recordar los flamines –sacerdotes– y sus esposas las flamínicas. Los flamines eran los sacerdotes del culto imperial de la provincia. Era uno de los máximos honores que podía alcanzar un magistrado. Realizaban los sacrificios y protagonizaban las ceremonias en honor del emperador. Este cargo duraba un año, después, se nombraba al siguiente flamen.
Gèza Alföldy, desaparecido recientemente, y considerado uno de los mejores epigrafistas del mundo, tenía una teoría sobre la distribución de estas lápidas. En una entrevista publicada en el Diari el 2004 explicaba que «en su opinión, la de los flamines y sus esposas se pusieron en la zona central de la plaza y en los lados de la misma las dedicaban a la nobleza de la ciudad.
Pero, ¿Por qué se colocaban en la Plaça de Representació?
Tanto el flamen como la flamínica salientes recibían en recompensa de su trabajo el honor de un pedestal con su respectiva estatua que se colocaba en la plaza, junto con los pedestales y estatuas de todos sus predecesores en el cargo. En la antigua Roma, tener el derecho a una estatua en un espacio público era uno de los más importantes, y no sólo contaba el dinero, sino también el prestigio adquirido por el personaje.
Tenían una forma rectangular y aportan una gran información sobre el personaje y también sobre la persona que pagó la estatua.
La riqueza epigráfica en Tarragona es excepcional. Ahora toca conservarla.
FUENTE: http://diaridetarragona.com/tarragona/067806/arte/descifrar/huellas/tarraco