Mar Villasante | Madrid www.larazon.es 08/10/2007
La Sociedad de Estudios Clásicos se moviliza para salvar estas enseñanzas de la marginación en los centros.

«Yo tampoco quiero pasar a la historia como manipuladora o verdugo de las clásicas». En estos términos se expresaba la ministra de Educación en una carta remitida al catedrático Francisco Rodríguez Adrados, miembro de la Real Academia Española, después de que le expresara su preocupación por el futuro de la Cultura Clásica, el Latín y el Griego en la escuela.

Las enseñanzas clásicas siguen la senda de las Humanidades, del vacío de contenidos en Historia y Literatura, de la degradación de la Filosofía para incorporar Educación para la Ciudadanía.

El caso es que la supervivencia de los estudios clásicos pende de un hilo, el de la enmarañada madeja de las leyes autonómicas. Y el de la aplicación a pie de centro. El Ministerio ya ha hecho su parte. La Ley Orgánica de Educación (LOE) establece una asignatura de Cultura Clásica en 3º de ESO, optativa y de oferta obligatoria, con una enseñanza mínima de una hora semanal, es decir, un tercio de las horas normales.

El mismo «despliegue» recibe el Latín en 4º. El alumno debe elegir tres asignaturas entre un total de ocho, entre ellas, si tiene a bien, el Latín. Si no, puede superar la enseñanza obligatoria sin conocer ni un ápice de la materia. Y, aún en caso contrario, los objetivos que se proponen son mínimas nociones sobre gramática, léxico y cultura, sin conocer o traducir a los autores. El Griego ni se menciona en la LOE, de forma que recogerá a nivel de decretos y desarrollos normativos.

En Bachillerato el futuro pinta aún más incierto. La LOE sólo recoge las materias obligatorias, entre ellas una de nueva creación denominada Ciencias para el mundo contemporáneo. Ciencias, sí; pero del Latín y el Griego, ni rastro.

Se supone que serán asignaturas dentro de la modalidad de Humanidades y Ciencias Sociales, materias optativas cuya ordenación «corresponde a las administraciones educativas» y su concreción, a los centros escolares de acuerdo a su proyecto educativo. Administraciones y centros. Esta vaga definición legal de los contenidos deja el tratamiento de estas materias no sólo en manos de las 17 comunidades autónomas, sino de los propios colegios. «Es imposible luchar con 17 autonomías. La educación debería depender del Estado para que no se convierta en un mar confuso imposible de gobernar», asegura Rodríguez Adrados.

El presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, Antonio Alvar, incide en estos temores. Por un lado, comunidades autónomas y centros educativos pueden colocar indiscriminadamente materias optativas más llamativas e interesantes para los alumnos, aunque no por ello más importantes, que dejarían a estos estudios en una situación de desventaja. Y los propios colegios pueden condicionar la elección de los alumnos, lo que literalmente sería «un fraude de ley».

Recuerda Alvar que en Bachillerato las Humanidades compiten en la correspondiente modalidad con las Ciencias Sociales, y que los colegios privados especialmente, aunque también algunos públicos, suprimen «de facto» las enseñanzas propias de la primera parte del enunciado en beneficio de la segunda. Muchos centros directamente recomiendan a sus alumnos que no escojan esas asignaturas, lo cual supone una «discriminación».

La Cultura clásica debe formar parte de la educación de todos los jóvenes; el Latín es básico también para las Ciencias sociales; el Griego debe ser una materia real en el Bachillerato, recordaba la sociedad en un manifiesto firmado en 2004. Del desarrollo normativo de las autonomías depende ahora la salvación del Latín y el Griego o que se conviertan en un «gueto» minoritario.