José Manuel Gutiérrez | A Coruña www.laopinioncoruna.es 05/06/2009

Las últimas excavaciones en la Torre de Hércules apuntan a que el monumento fue construido en la segunda mitad del siglo I, años antes de lo que se pensaba hasta ahora.

Los miles de fragmentos de estatuas aparecidos junto a la Torre pueden indicar que se trata de imágenes del emperador Domiciano destruidas tras su muerte, afirma el arqueólogo José María Bello, quien además estima que el faro jugó un papel decisivo en la conquista romana de Inglaterra. Estos factores impedirían que Trajano hubiese sido el impulsor de la Torre, como se cree de forma generalizada, y que en realidad fuera uno de sus antecesores durante las últimas décadas del siglo I, aunque la idea pudo partir de Claudio

Los estudios históricos tradicionales han situado la fecha de construcción de la Torre de Hércules en el siglo II y han atribuido al emperador Trajano la orden de instalar un faro en lo que entonces era uno de los confines del mundo para orientar a los navegantes. Las últimas excavaciones realizadas en el entorno del monumento revelan sin embargo que la obra pudo haberse realizado años atrás y que el promotor de esta edificación sería un emperador anterior, situado entre Claudio y Domiciano, con el fin de guiar a las naves de las legiones romanas que se dirigían hacia Britania, la actual Inglaterra.

El arqueólogo José María Bello, director de las excavaciones realizadas en la Torre, señala que no existe ninguna referencia histórica que indique con precisión qué emperador tomó la decisión de levantar un faro en este punto de la costa, pero considera que no hay duda del origen romano del monumento, ya que califica de «bulo» que fuesen los fenicios quienes lo erigiesen. Bello no descarta, sin embargo, que antes de la llegada de los romanos existiese en el lugar algún tipo de señal para la navegación, pero no una torre.

Bello, que es además director del Museo Arqueológico Provincial coruñés, pone de relieve que al excavar los terrenos situados en torno al faro aparecieron múltiples fragmentos de estatuas «machacados de forma sistemática».

Estas figuras debían ser las que habitualmente se colocaban ante los monumentos en homenaje al emperador que los había promovido y en un principio se sospechó que podría tratarse de los efectos de cualquiera de las invasiones sufridas por la ciudad a lo largo de la historia, en las que los soldados habrían destrozado las efigies.

Pero Bello destaca que todos estos restos se encuentran en los niveles del terreno que se corresponden con la época romana, por lo que no cabría esta explicación. El hecho de que las estatuas fuesen destruidas de una forma tan exhaustiva hace pensar a este experto que los autores tratasen de hacer desaparecer cualquier referencia visual a la persona que representaban las imágenes, una iniciativa que se corresponde con la medida romana denominada damnatio memoriae, el daño a la memoria.

Cuando un emperador era declarado perjudicial para el Estado, el Senado ordenaba la destrucción de todas las referencias a su nombre en lápidas y edificios, así como sus efigies a lo largo de todo el Imperio. José María Bello recuerda que el único emperador de la época en la que posiblemente se construyó la Torre al que se le aplicó esta orden es Domiciano, de quien tras su asesinato se llegaron a fundir las monedas que llevaban su rostro para acabar con su recuerdo.

Este emperador pereció dos años antes de la entronización de Trajano, por lo que la Torre tendría que haber estado construida antes, al menos en la segunda mitad del siglo I de nuestra era.

Otro de los factores que hacen dudar de que Trajano fuese el impulsor del faro es que a lo largo de la historia fueron otros emperadores a los que se les atribuyó la iniciativa, de acuerdo con las preferencias de cada época. Bello recuerda que en la Edad Media era Julio César el personaje romano más célebre, por lo que todos los documentos de ese periodo hacen referencia a él como el constructor de la Torre de Hércules.

Ya en la Edad Moderna, Augusto pasó a ser el emperador de moda, por lo que los autores de esa época le citan como el responsable del levantamiento del faro, mientras que en la Ilustración se convierte a Trajano en el modelo de dirigente romano, ya que fue un gran promotor de obras públicas, que los pensadores ilustrados consideraban indispensables para el progreso.

El coruñés José Cornide, el primer gran estudioso de la Torre de Hércules, se sumó a esta corriente al considerar que fue él quien tomó la decisión de erigir el faro, ya que al prestigio que tenía este emperador se añadía el hecho de que había nacido en España. José María Bello aclara que los historiadores antiguos tenían muy en cuenta sus preferencias morales a la hora de atribuir las grandes obras públicas a los monarcas, independientemente de cuáles fueran sus realizaciones.

Es por esta razón que el emperador Claudio es reflejado como bebedor y mujeriego y Nerón como un asesino y perseguidor de los cristianos, por lo que se rechaza que fuesen ellos quienes construyesen la Torre. De Trajano se obviaba sin embargo que también persiguió a los cristianos y que bebía, así como que gustaba de la compañía de hombres jóvenes, aspectos que fueron ocultados para destacar su amplia labor en favor del Imperio, según explica Bello.

Pero este arqueólogo es de la opinión de que son los predecesores de este emperador quienes decidieron situar un faro en la costa coruñesa como un paso indispensable para la conquista de Inglaterra. Esas tierras habían sido sometidas ya en tiempos de Trajano, quien además ordenó que se retirasen de allí las tropas para ser enviadas a Dacia y Macedonia, lo que incluso puso en peligro el dominio romano sobre Britania. «Trajano mira hacia Oriente y no a Occidente», sentencia Bello para descartar que este emperador tuviera interés por levantar la Torre en esta parte de sus dominios.

Frente a esto, Claudio sí había apostado por la conquista de Britania, en la que le acompañó el joven Vespasiano como uno de sus generales. En esa campaña se funda la ciudad de Isca Dumnoniorum, la actual Exeter, que posiblemente sería el destino de las naves cargadas de aceite procedentes de la Bética que serían guiadas hacia el Norte por la Torre de Hércules. Bello explica que las legiones romanas consideraban imprescindible el aceite para su sustento y que este tráfico debía transitar por las costas de A Coruña en el camino hacia Inglaterra.

El primer emperador que se propuso la invasión de Inglaterra fue Calígula, quien además ordenó la construcción de un faro en las costas francesas de Boulogne. Bello estima que el proyecto de instalación de una torre en A Coruña pudo gestarse en tiempos de Claudio y que tanto Nerón -quien promovió faros en Turquía- como Vespasiano mantuvieron su política hacia las tierras británicas, por lo que cualquiera de ellos podría haber sido el promotor de la edificación.

Los materiales más antiguos que aparecen en el entorno de la Torre pertenecen a esa época, pero el director del Museo Arqueológico calcula que quizás «son un poco tempranos» para corresponder al reinado de Claudio, por lo que el impulsor podría haber sido Nerón o Vespasiano.

En cuanto a la duración de los trabajos, Bello estima que tuvo que ser de entre quince y veinte años porque era de unas dimensiones gigantescas para aquel tiempo y que además esta parte del Imperio estaba escasamente romanizada entonces, por lo que la construcción debió de ser más dificultosa.

«Es un monumento firmado, que es algo extraordinario y todavía más en la época romana», comenta el catedrático de Historia del Arte Alfredo Vigo en referencia a la presencia del nombre del arquitecto Gaio Sevio Lupo junto a la Torre de Hércules, de la que dice que es uno de los monumentos españoles firmados de mayor antigüedad. Para este especialista, los romanos «eran conscientes de la importancia de lo que estaban haciendo, porque para ellos éste era un lugar tan remoto como para nosotros la Luna».

El hecho de que el nombre del autor fuese esculpido sobre una roca de gran dureza no fue accidental, según este profesor de la Universidad de Santiago, ya que gracias a eso no fue destruido, como seguramente sucedió con las lápidas y otros elementos que estarían situados en la entrada del faro en aquella época.

Tanto Alfredo Vigo como José María Bello coinciden en destacar el tamaño de la Torre en comparación con los edificios de su tiempo, de forma que el primero de ellos la define como «un auténtico rascacielos romano», mientras que el director del Arqueológico cree que tuvo que causar un gran impacto en los habitantes de la ciudad y recuerda que en todos los documentos antiguos se la califica de «altísima».

También ponen de relieve ambos expertos la estrecha vinculación de la Torre con la nueva ciudad que surgió en 1208 por iniciativa del rey Alfonso IX tras haber caído en declive al final del periodo romano. Cuando en la Edad Media se refunda la urbe, los pobladores desmontan el muro exterior que rodeaba el faro para levantar con sus sillares -los de mejor calidad del conjunto constructivo- las principales construcciones públicas de A Coruña, como las iglesias o las murallas.

Alfredo Vigo recuerda que este mismo fenómeno se produjo con la capital del Imperio, ya que la Roma moderna «desvistió a la antigua y A Coruña hizo lo mismo con su monumento».