Pere Estelrich i Massutí | Palma www.diariodemallorca.es 28/05/2011
Maria Josep Rivera glosa la figura de la matemática y astrónoma en ´Las mil y una Hipatias´, que ayer se presentó en la librería Àgora de Palma.
La librería Àgora de Palma acogió ayer la presentación en Mallorca del libro Las mil y una Hipatias de Xaro Nomdedeu y Maria J. Rivera y que ha publicado Nivola.
–En todas las páginas del libro aparece la sombra de Alejandría. ¿Por qué le cautiva tanto aquella ciudad?
–Soy una enamorada de Alejandría, que es la Biblioteca, la primera ciudad de Alejandro Magno… A pesar de ser una gran mentirosa, la ciudad está llena de fantasías, de historias, de leyendas, de mitos. Porque no hay duda: ¡Alejandría es un mito! Un mito también en su decadencia actual ya que no se ve nada del esplendor antiguo, tenemos que imaginarlo todo.
–¿Qué simboliza la muerte de Hipatia?
–Significa, sobre todo, la intolerancia de cierto sector del cristianismo frente al paganismo, a las ideas que no son las suyas y frente a la mujer. Molestaba que una mujer cogiera terreno. Pero la muerte de Hipatia significa también el inicio de un volver atrás que la humanidad aún no ha recuperado del todo.
–Sin duda la muerte de Hipatia fue una gran tragedia.
–Por la muerte en sí y por lo que la ciencia sufrió con aquella muerte. Con Hipatia de Alejandría desaparecen algunos valores de la civilización griega.
–¿Cómo era ella?
–Una mujer excepcional, que vivía en un mundo de hombres en el que se sabía mover. Era el ejemplo claro de que una mujer podía llegar a lo más alto. Hipatia reúne el concepto de ´areté´, de aristocracia griega, con el de ´paideia´, enseñanza. Al fin y al cabo ella es un producto surgido en la propia Biblioteca de Alejandría.
–¿Quién y cómo se cargó definitivamente la biblioteca de Alejandría?
–Diocleciano la remató. Los árabes no tuvieron ninguna culpa.
–¿De dónde era, culturalmente, Hipatia? Romana, griega o egipcia…
–Era profundamente griega. Era de la etnia griega que gobernaba Egipto desde Ptolomeo, estudió con filósofos griegos y se sentía atraída por el neoplatonismo.
–Demasiadas leyendas a su alrededor, ¿no?
–En efecto, pero no le hacen ningún favor. Muchas historias la definen llena de virtudes, algunas de las cuales creo que no serían de su agrado. ¿Qué nos importa si era guapa o no? ¿Nos planteamos la belleza de Sócrates? ¿Por qué nos tenemos que plantear la de Hipatia? ¿Y qué nos importa si murió joven o vieja? ¿O si era virgen o no lo era? El hecho de ser mujer ha creado unos mitos a su alrededor que, repito, no la favorecen en absoluto. Años más tarde, la Iglesia la convierte en Santa Catalina de Alejandría, una santa que nunca existió.
–Por cierto, usted, en el libro, la define como la «Sócrates femenina».
–Sí, y como Sócrates, tampoco deja nada escrito para la posteridad, aunque del filósofo nadie duda de lo que hizo y explicó, en cambio de Hipatia se cuestionan muchas de sus aportaciones a la matemática y a la astronomía. Muchos de los estudios sobre geometría de Euclides o los trabajos de Diofanto, nos han llegado gracias a las revisiones que hicieron ella y su padre.
–¿De qué carecía Hipatia?
–Diría que de dos cosas: de interés hacia las clases más desvalidas y hacia las mujeres. Nunca tuvo ningún alumna, sólo dio clases a hombres.
–¿Cómo es la Hipatia de Amenábar?
– Aunque siento admiración por el director, debo confesar que en Àgora no le hace justicia. Se ha dejado llevar por tópicos. Su Hipatia no es la mía. Ahora bien, debemos reconocer que ha mostrado el personaje al gran público.
–Puestos a incorporarla a los planes de estudio, ¿en qué asignatura la deberíamos ubicar?
– Dentro de los apartados de astronomía y matemáticas. Construyó el primer astrolabio, por ejemplo.