Stefania Matorelli www.nationalgeographic.com.es Julio 2010
Hoy sabemos que sucumbieron abrasados al instante, y no por asfixia.

Quien visita Pompeya no puede evitar la conmoción: los moldes de las víctimas de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. son la expresión más humana de aquella antigua tragedia, y su prueba tangible. Hasta ahora se pensaba que los moldes explicaban la agonía de los pompeyanos por asfixia. Ahora sabemos que su muerte fue totalmente distinta: murieron abrasados al instante.

Un estudio multidisciplinar de los investigadores Giuseppe Mastrolorenzo y Lucia Pappalardo, del Observatorio Vesubiano, y de los biólogos Pierpaolo Petrone y Fabio Guarino, de la Universidad Federico II de Nápoles, basado en los análisis de los depósitos volcánicos, la estructura de las cenizas y el ADN de las víctimas, así como en simulaciones digitales de la erupción, revela por primera vez los efectos de la nube volcánica de la erupción del año 79 d.C. en los habitantes de Pompeya y de otros lugares del área vesubiana.

«Contrariamente a lo que creían hasta hoy los expertos, las víctimas no sufrieron una larga agonía por asfixia, sino que perdieron la vida al instante por exposición a altas temperaturas, de entre 300 y 600 º C –afirma Mastrolorenzo, uno de los autores del estudio–. Los nuevos resultados sobre los efectos térmicos y mecánicos de aquella catástrofe sugieren que el riesgo asociado a una posible erupción futura del Vesubio podría ser de dimensiones mucho mayores a las previstas hasta ahora por los especialistas y por Protección Civil. Por este motivo, es urgente una drástica modificación del actual Plan de Emergencia.»

«Primero hemos estudiado los niveles de cenizas en diversos lugares del área vesubiana –explica Mastrolorenzo–. De los perfiles trazados, hemos deducido algunos parámetros: la altura y la velocidad de la nube provocada por el derrumbe de la columna piroclástica, que en aquella erupción alcanzó, como ya sabíamos, los 30 kilómetros de altura. A partir de la velocidad y de la altura hemos podido determinar la densidad de la nube, muy baja, y el tiempo transcurrido mientras pasó sobre Pompeya, poco más de un minuto.»

«Los moldes de los cuerpos presentan lo que se conoce como cadaveric spasm, una postura adoptada únicamente cuando la muerte es instantánea. Después hemos analizado los restos óseos y, gracias a los análisis de ADN, hemos detectado cambios causados por las elevadas temperaturas –añade el investigador–. En el laboratorio, hemos sometido fragmentos óseos a niveles cada vez más elevados de temperatura y hemos observado las modificaciones que se producían. Estos fragmentos se han comparado posteriormente con los restos de las víctimas de Pompeya, y hemos concluido que en aquella ciudad los cuerpos fueron expuestos a una temperatura cercana a los 300 ºC. En Herculano se alcanzaron los 600 ºC.»

«Por otra parte –afirma Mastrolorenzo–, ni siquiera el tiempo de paso de la nube, entre uno y dos minutos, puede asociarse a una muerte por asfixia, que requiere un tiempo más largo. Por tanto, aquellas posturas de los cuerpos de las víctimas que durante muchos años se consideraron la expresión de una larga agonía, son en realidad la prueba de una muerte instantánea: la elevadísima temperatura.»

La investigación, titulada «Lethal thermal impact at periphery of pyroclastic surges: evidences at Pompeii», se ha publicado en la revista científica PlosOne.


Molde de una figura humana en el almacén de grano cercano al foro. Ya en el transcurso de las primeras excavaciones de Pompeya, los arqueólogos hallaron huecos en la ceniza solidificada que habían contenido restos humanos. Uno de estos arqueólogos, Giuseppe Fiorelli, obtuvo en 1860 los moldes de esos huecos rellenándolos con yeso. Las figuras resultantes mostraban con precisión los últimos momentos de la vida de los pompeyanos muertos a causa de la erupción del Vesubio. Foto: Ernst Wrba/Gtres


Molde de una figura humana en el Macellum, o mercado de comida, de Pompeya. Foto: Stefano Torrione/Gtres


Vista de las ruinas de la ciudad de Pompeya, con el Vesubio al fondo. Foto: Bertrand Gardel/Gtres