Enrique Alonso Pérez | León www.diariodeleon.es 17/05/2009
«El profundo surco de la Historia sobre la vieja piel de toro», como se la definió en un congreso de centros de inicitivas turísticas en Salamanca, fue la segunda vía romana en importancia, después de la Vía Augusta.
A propósito de la polémica surgida entre algunos de los municipios adscritos a la llamada Vía o Ruta de la Plata, entre ellos el de León y Astorga, que coinciden en otra Ruta de más renombre a nivel nacional e internacional: la del Camino de Santiago, dedicamos nuestro Retablo para aportar ese granito de arena que muchas veces sirve para centrar a unos y otros en la realidad histórica.
La provincia de León, encajada por derecho en esta ruta desde los tiempos prerromanos, conservó este privilegio en los primeros tiempos del Imperio, que delimitó sus extremos entre las ciudades de Emerita Augusta -”Mérida-” y Asturica Augusta -”Astorga-”. La ampliación posterior de la Ruta, por razones de funcionalidad para el trasiego de minerales y otros productos industriales y perecederos, desvirtuó un tanto la esencia de la Ruta, pues abrió sus límites hasta unir la costa asturiana con la andaluza.
Ya los Tartesos establecieron esta Ruta como penetración sur-norte durante los siglos VII y VI antes de Cristo, y desde ella iniciaron un rudimentario comercio basado en el trueque de productos naturales propios de cada zona para complementar las carencias impuestas por el factor climático.
Más tarde, ya en tiempos de la romanización, como decíamos, se habilitó y amplió para dar salida por las costas andaluzas a la riada de oro extraído en Las Médulas, que junto al estaño gallego, eran embarcados camino de Roma.
Al hilo de la Historia
Con la fortuna de algunas frases que suelen pasar a la posteridad, nuestra Vía de la Plata fue definida en el Congreso de los Centros de Iniciativas Turísticas de España, celebrado en Salamanca, como «profundo surco de la Historia sobre la vieja piel de toro». Definición que recoge una realidad patente, pues aparte de la tradición y documentación avalada por la autoridad del Itinerario de Antonio, se conservan en el Museo Arqueológico de Oviedo las llamadas Tablas de Barro de Astorga , la tercera de las cuales lleva grabada esta inscripción: Vía astúrica ad emerita augusta , señalando de arriba abajo las «mansiones» o etapas más convenientes de la Ruta: Astúrica-Bedunia VII milias – Brigecio X -“ Vicoaquario X -“ Oceloduri XI -“ Sabariamu VIII -“ Salmántica X -“ Sentice…- ad Lippos… -“ Caecilio Vico… Capara… -“ Rusticiana… -“ Turmulos X -“ Castris Caeciliis… -“ ad Sorores X -“ Emérita XII .
El trazado de la Ruta de la Plata -”según Yolanda Escribano- nos permite seguir la evolución artística desde el viejo medievo hasta las modernas tendencias. Templos prerrománicos y románicos, catedrales góticas, conjuntos platerescos, neoclásicas ciudades, aportaciones mudéjares y mozárabes, realidades modernistas… todo un compendio artístico que, en simbología cronológica, testimonia la evolución histórica desde el norte hasta el sur.
La gastronomía y costumbres enraizadas a lo largo de la Vía son características esenciales que definen el arte culinario y la artesanía. Comida y bebida se complementan con el encuentro artesano y la supervivencia de rancias costumbres: alfarería del barro, bordados, cesterías, orfebrería…, todo ello adobado con el tipismo de sus fiestas, que si son muy sonadas -”como el Toro Enmaromado de Benavente o Las Candelas, en La Alberca-” nada tienen que envidiarlas nuestros carnavales de La Bañeza, las alegrías romanas de Astorga, y la Semana Santa Leonesa.
La Ruta de la Plata, ayer y hoy
La consolidación del imperio de Roma en nuestra península, se notó en el engrandecimiento de todos los servicios que pudieran aportar una mejor fluidez a los planes de explotación previstos desde la Ciudad Eterna. La red viaria fue la más mimada de cuantas mejoras se programaron, y como no podía ser menos, la Ruta de la Plata -”segunda vía romana en importancia, después de la Vía Augusta-” tuvo el privilegio y consideración que hoy se le daría a una autopista, pues tenía una anchura de cuatro metros, sólidos contrafuertes en los laterales, puentes, mojones, y numerosas mansiones de las que luego surgirían los pueblos.
Hoy, muchos siglos después, cuando el paso de Aníbal y sus generales por la incipiente Vía de la Plata queda perdido en las brumas de la Historia, y la Ruta suena más como enlace del sur al Camino Francés de Santiago o a su variante de Zamora por Orense, los intereses turísticos han puesto de relieve la necesidad de su rehabilitación. Lástima que haya tardado tanto tiempo en iniciar una recuperación que delata olvidos seculares y heridas irrecuperables.
Hay que ser comprensivos con la pobreza antigua -”escribía nuestro paisano; Jesús Torbado-” pero los platenses no se han portado muy bien con su camino. Mirando bien se encontrarán piedras espléndidas formando parte de los muros de los pajares, hitos miliarios bien grabados puestos en esquinas para que los destrocen los carros, esculturas hechas añicos, el pavimento masacrado para aprovechar sus granitos…