Carles Cols | Barcelona www.elperiodico.com 20/06/2012

El ayuntamiento destinará 2,1 millones a diversas misiones arqueológicas urbanas. El plan recuperará varias ‘domus’, parte de la muralla e irá en busca del foro.

La antigua Colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino (es decir, Barcelona) no fue, que se sepa, una ciudad fundada por el emperador Augusto, 10 años antes de que naciera Jesucristo, al grito de «a mi señal, ira y fuego». Hispania era para Roma una provincia apacible. Bastaba una legión para asegurar la paz. Nada que ver con las 16 legiones permanentemente acampadas que protegían las fronteras del Danubio y el Rin. A lo mejor es esa falta de épica, la ausencia de un Máximo que arengara a sus tropas («lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad»), la razón de esa casi indiferencia con la que Barcelona parece tomarse su pasado romano. Al menos hasta ahora. El concejal de Cultura, Jaume Ciurana, anunció ayer la próxima puesta en marcha del Plan Barcino. Se trata de que los restos romanos dejen de ser solo la sorpresa que se asoma de forma inesperada cuando se realizan unas obras. El propósito -anunció Ciurana- será ir a partir de ahora ir a por ellos. Técnicamente a esto se le llama arqueología programada, algo bastante inédito en la ciudad.

Los próximos tres años, con presupuesto de 2,1 millones de euros, prometen ser excitantes para ese pequeño Edward Gibbon (recientemente reeditado) que muchos llevan dentro. Se recuperaran algunos tramos de la antigua muralla de la ciudad, que en su tiempo tuvo una función más estética que militar. Así, se demolerán un par de edificios de la calle del Sotstinent Navarro que ocultan parte de aquella vieja construcción y se restaurará una torre situada en la plaza de los Traginers.

Más vistosa será, sin duda, la musealización de algunas de las antiguas casas de la élite de Barcino accidentalmente descubiertas durante los últimos años. En la calle de Sant Honorat, en el año 2002, fue salvada en el último minuto una domus en la que emociona la contemplación de unos mosaicos compuestos con piezas de hasta seis colores distintos (lo cual, al parecer, es mucho).

El número 15 de la calle de Avinyó es un edificio de propiedad municipal incompresiblemente semiabandonado donde apareció en su día, aunque fuera solo una pintura, el primer instrumento musical de la ciudad: una lira.

TERMAS PRIVADAS
El Plan Barcino permitirá también echar el resto en la reforma del Archivo Administrativo de la ciudad, bajo cuyo subsuelo duerme una de las casas romanas más bien conservadas de Barcelona, un palacete con termas privadas y hermosos mosaicos en el pavimento donde tal vez se comían ostras y caracoles sin distinción.

Una cuestión más compleja será definir con precisión cuál era el perímetro exacto del antiguo foro de la ciudad. Aunque con algo de escepticismo inicial, está previsto realizar un examen con georradar del subsuelo de la plaza de Sant Jaume. Estar, ahí estaba, sin duda, pero no queda claro que, tras 2.000 años como centro de la ciudad, las obras realizadas en distintas épocas hayan respetado ese pasado romano.

Con georradar se inspeccionará también a partir de mañana el subsuelo de la basílica de Sant Just, donde el pasado mes de enero, de entrada para poner fin a una plaga de termitas, los arqueólogos terminaron por darse de bruces con restos de lo que se supone que fue uno de los primeros centros de culto cristianos de la ciudad. Esa es, por cierto, una historia apasionante que el Plan Barcino permitirá revisitar con otros ojos. Se trata de los primeros gateos de los barceloneses en esto del cristianismo. A diferencia de lo que sucedió en otras viejas ciudades romanas, donde la sangre corrió por las calles, en Barcino durante su transición a urbe visigoda convivieron con aparente tranquilidad el cristianismo y el ya extinto arrianismo, una derivada de la primera fe que ponía el acento en negar a Jesús la condición de hijo de Dios. Tal vez el Plan Barcino dilucide qué templos actuales de la ciudad se levantan sobre los restos de esa corriente al final declarada herética.

En esa línea, una de las operaciones que se realizarán bajo el paraguas del plan presentado ayer por Ciurana será un pronta ampliación del área abierta al público del Museu d’Història de la Ciutat. Se trata de unos 500 metros cuadrados subterráneos que avanzan desde la sede del museo en dirección a la Catedral de Barcelona y en los que será posible disfrutar de un anciano baptisterio bastante bien conservado.

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