Carles Cols | Barcelona 12/04/2013

Una exposición reúne por primera vez en 27 años los tesoros de la arqueología romana más procaz. La muestra exhibe 80 piezas, acompañadas de un elaborado relato sobre el fornicio en la antigüedad.

Tras 27 años de abstinencia, vuelve a abrir al público una exposición con las mejores piezas arqueológicas de temática lúbrica que atesoran los museos de Catalunya. Entonces, en 1986, el Museu Arqueològic de Montjuïc, bajo el título ‘El museu secret’, puso sobre un pedestal las piezas que para no ofender habían sido escondidas al público durante la noche del franquismo. Fue un exitazo, a pesar de que no era más que una sicalíptica exhibición de esculturas, para entendernos una especie de destape cochino a lo Susana Estrada, y no una reflexión sobre lo muy distinta que era la vida sexual de los romanos comparada con la actual. Eso es lo que ofrece ahora el Museu de Badalona con ‘El sexe a l¿època romana’, inaugurada ayer en la antigua Baetulo y que iniciará más adelante una gira por otros museos del país.

Las piezas expuestas son unas 80, algunas muy explícitas, algunas muy bellas. Lo importante en cualquier caso es que hace 2.000 años eran de uso cotidiano. «Imaginen que hoy el porrón que se usa en la mesa tuviera la forma de un gran falo. Cuesta creerlo, pero así era», explica Joan Mayné, director del museo. Y como muestra, hete aquí el cántaro genital que en una de las vitrinas comparte espacio con el Falo de Sasamón, una pieza de bronce extraordinaria en la que una ninfa glorifica con una corona de laurel la cabeza de un pene. Para empezar a comprender a los romanos basta apuntar que objetos así se colocaban en la puerta de los hogares, pues de él penden unas campanillas.

La exposición reúne lo mejor de la materia de que disponen los museos catalanes. Solo hay una ausencia destacada, enorme para más señas. Es el Príapo de Hostafrancs, una gran escultura que en 1848 apareció por sorpresa en un solar de ese barrio de la ciudad y que representa a ese dios menor de la mitología griega al que se representa siempre con unos atributos colosales. Tan grande tiene el miembro ese vecino de Hostafrancs que precisamente por eso se ha desestimado su traslado a Badalona. «Salía demasiado caro moverlo», explica Mayné. Hay que decir, además, que como talla deja mucho que desear. Fue esculpida por algún aspirante a artista local, con piedra procedente de Montjuïc. Nada que ver con las esculturas que en aquellos tiempos se importaban de la capital del imperio y que aún quitan el hipo por su perfecta factura.

Lo dicho. Hay unas 80 piezas en exhibición, pero lo realmente admirable de ‘El sexe a l¿època romana’ es el trabajo de documentación que ha permitido construir un relato muy detallado sobre cómo evolucionó la moral de los tiempos de la república a los del imperio, y como el amanecer del cristianismo propició una nueva revisión de lo socialmente aceptado. Y todo ello a través además de los textos clásicos escritos por Ovidio, Marcial, Séneca, Suetonio, Cátulo y otros más, pero no en la traducción pacata que al catalán se hizo a principios de siglo XX, sino en una más fiel al original llevada a cabo para la ocasión. «¿Por qué nunca follas, Póntico, sino que utilizas tu mano izquierda como amante…?», escribió Marcial, no por puritano, sino porque la masturbación, como el sexo oral, estaban mal vistos, y no en cambio la sodomía. La exposición, tal vez sin pretenderlo, invita a pensar cuán distintas serías las cosas hoy si Herodes hubiera sido más eficaz en sus empeños y el cristianismo no hubiera extinguido las ‘ars amandi’ de los romanos como un meteorito a los dinosaurios.

La exposición, por cierto a un golpe de metro desde el centro de Barcelona, es rica porque no se conforma con una foto fija de aquellos tiempos, sino que relata una evolución. El despiporre llegó con el imperio. Que Messalina se prostituyera «desnuda completamente, con los pezones dorados, bajo el falso nombre de Licisca» era un exceso, pero es simbólico de que la mujer, cuando Roma hizo de la conquista militar una sed insaciable, también cambio su rol y reivindicó su derecho al placer. Una cosa llevó a la otra. Batallas como las de Cannae, donde Roma cometió la insensatez de enviar a cientos de los miembros de sus más nobles familias, dejó como herencia un buen número de viudas adineradas en la capital, muchas de las cuales buscaron consuelo en Venus.

‘El sexe a l¿època romana’ pone fin, en resumen, a 27 años de abstinencia. Los recortes han impedido exhibir las piezas con técnicas museísticas impactantes, La sala de que dispone el Museu de Badalona es modesta. El contenido, no. Eso sí, han tenido el ingenio de decorar un par de paredes con inscripciones de aquellas que aparecieron en los muros de Pompeya. «Fortunata la mama por dos asos de bronce». Como al Príapo de Hostafrancs, se echa en falta otra muy célebre: «Craso la tiene de un palmo».

FUENTE: http://www.elperiodico.com/es/noticias/barcelona/badalona-desnuda-roma-2361757

ENLACES: El Museu de Badalona acoge la exposición «El sexe a l’època romana»