Atenas | EFE 06/04/2009
El equipo de trabajo ha calificado los resultados de las excavaciones de «los más importantes de los últimos 30 años».
Recientes excavaciones de arqueólogos griegos en la región griega de la Macedonia Central, tierra del gran rey y estratega militar Alejandro Magno del siglo IV a.C., han desvelado una tumba del que parece ser uno de sus hijos asesinados.
La arqueóloga jefa de las labores de excavaciones en la ciudad de la Antigüedad Vergina, Jrisula Palideli, desarrolló la teoría ante los medios griegos en una charla en la Universidad de Salónica, para informar sobre los resultados de excavaciones en verano de 2008.
El equipo ha calificado los resultados de las excavaciones de «los más importantes de los últimos 30 años», desde que se iniciaron los trabajos en Vergina por el fallecido arqueólogo Manolis Andronikos.
Andronikos dedicó su vida a sacar a la luz los vestigios de la tumba de Filipo II, rey de Macedonia y padre del conquistador macedonio Alejandro Magno. Hasta su temprana muerte, el gran militar de Antigüedad luchó contra los persas y logró conquistar el Imperio y extenderlo.
Basados en información científica, Paliadeli y su equipo parten de la hipótesis de que un cofre de oro puro descubierto en Vergina, capital de la Antigua Macedonia, era de Alejandro IV, hijo de Roxana, esposa de Alejandro Magno, o de Heracles, hijo natural de Alejandro Magno.
Los antiguos documentos hablan del exterminio de los descendientes de Alejandro Magno por parte de Casandro, -uno de los generales y sucesor de Alejandro Magno a su muerte (356-323 a.C.)-, para que no accedieran al trono.
Los científicos del equipo estudiaron durante siete meses la exquisita corona de oro de 26 centímetros por 38,5 centímetros que llevaba 17 ramas, con 180 hojas y 34 bellotas, todas de oro y data de la segunda mitad del siglo IV a.C.
El descubrimiento fue hecho en la parte noreste de la «agora» (mercado) de Vergina, que fue originalmente la capital del Imperio macedonio y fue reemplazada por Pela durante el dominio de Alejandro Magno.
Los restos mortales estaban enterrados al lado de un templo y lejos de un cementerio, contrario a las costumbres de la época. El examen de las osamentas, llevado a cabo por la conservadora Vanesa Papageorgiu, revelaron que se trata de un adolescente de entre 15 a 18 años, cuyos restos fueron calcinados inmediatamente después del entierro.
También revelan que la incineración se hizo durante prolongadas horas, lo que descarta la posibilidad de que fuera secreta. Este aspecto ha hecho que algunos científicos escépticos cuestionen que se trate de uno de los asesinatos ordenado por Casandro, pero sí reconocen que se trata de una tumba real.