Roma | EFE 15/10/2009

El Ara Pacis, Altar de la Paz en latín, es uno de los monumentos más importantes de que disponemos para comprender la política de los primeros años del Imperio Romano, bajo el reinado de Octavio Augusto.

Este templo de mármol de forma casi cuadrada que contiene un altar a la conocida como Paz Romana (o Pax Romana), que Augusto impuso con su subida al poder (29 a.C.) y que duró hasta la muerte de Marco Aurelio, en 180 d.C, permite ver a toda la familia imperial en procesión.

La colocación de los personajes en el panel exterior del templo permite conocer la jerarquía política del momento y la línea de sucesión al trono, con Augusto al frente, seguido de su cuñado Agripa con su hijo Cayo César y su mujer, Julia (hija de Augusto); Tiberio; Antonia Menor; Germánico; Druso; Domicio Enobarbo (padre de Nerón), etc.

Rodeado por un recinto marmóreo, al que se accede a través de nueve escalones, el altar propiamente dicho se encuentra en el interior del conjunto decorado con motivos vegetales y bucráneos (cráneos de buey).

En el exterior, se hace hincapié en el espíritu propagandístico de la obra, que pretendía glorificar la figura de Augusto y la familia Julia, quienes habían impuesto una paz que, en ese momento, llevaba el nombre de Paz Iulia.

Así, en los paneles anteriores y posteriores, pueden verse una personificación de Roma, otra de la Paz y dos escenas de la fundación de la ciudad: el Lupercal, en el que la loba amamantó a los fundadores, Rómulo y Remo; y el sacrificio de Eneas a los Penates o dioses protectores del almacén de la casa.

Precisamente la presencia de Eneas es de la mayor importancia propagandística, ya que la gens (clan) Julia, a la que Augusto pertenecía, se auto-proclamaba descendiente del guerrero aqueo.

En los lados largos de la construcción, se encuentra la procesión, una especie de imagen congelada de la política imperial alrededor del año 10 a.C. De hecho, en estos paneles puede verse a Agripa, muerto en 12 a.C., así como a los dos niños a los que Augusto preparaba para sucederle, Cayo César y Lucio César, fallecidos en 2 d.C. y 4 d.C., respectivamente.

Cuando fue inaugurado, en 9 a.C., el altar se encontraba en el Campo de Marte, al lado izquierdo de la Vía Flaminia (actual Vía del Corso). Allí fue encontrado en el siglo XVI, pero no fue recompuesto hasta bien entrado el siglo XX, siendo trasladado en 1937 hasta el lugar que ocupa actualmente, junto al mausoleo de su creador, Augusto.

Tras varios edificios y proyectos para proteger el monumento, en 2005 se inauguró el que ahora lo contiene, diseñado por el arquitecto estadounidense Richard Meier.

Aunque utiliza grandes ventanales y materiales clásicos, como el mármol de Travertino, el proyecto fue muy polémico por su aspecto exterior, que resultó para algunos demasiado moderno.