Madrid | EFE 21/06/2009
«¿Por qué te ríes?», le pregunta Marco a su hermano. «Porque no me queda ni una lágrima», le responde Tito Andrónico ante las amputadas cabezas de sus hijos y en esas palabras cuaja la orgía de sangre y crueldad engendrada por Shakespeare y con la que Animalario se estrena, «bestialmente», en el teatro clásico -el 8 de julio en Mérida-.
«Tito Andrónico» es un encargo a la compañía Animalario -la de «Alejandro y Ana», «Marat Sade» o «Urtain»- del Festival de Mérida. Luego irá al Festival de Almagro y, en agosto, a las Naves del Matadero.
Su director, Andrés Lima, que logró con Animalario cuatro premios en los últimos «Max» por «Argelino, señor de dos amos», lleva varios meses trabajando en esta desmesura del «ojo por ojo y muerte por muerte» escrita por William Shakespeare con 22 años, hacia 1593.
«Es la obra más dura de las que he leído jamás; es crítica y bestial, fuerte y verdadera; una historia de la violencia y de la guerra muy difícil», resume en una entrevista con EFE Lima, acompañado de varios de los protagonistas.
Esta intriga, afirma, explica «ese punto» del ser humano que «en vez de preguntar y ponerse en el lugar del otro, pelea y aniquila», una pauta que 450 años después «es la misma que sigue el mundo».
A él le ha interesado de esta obra su «bellísimo» texto, traducido por Salvador Oliva respetando el verso aunque con un amplio registro de elocución; que la civilización romana es «muy parecida» a la actual; y que empieza siendo un asunto político, con Tito (Alberto San Juan) volviendo de una guerra de diez años a un imperio que se desmorona, y termina siendo «algo muy privado».
Por eso, la escenografía -de Beatriz San Juan- es una gran mesa giratoria de celebración, alrededor o sobre la que están constantemente los diez actores, pero también un volcán que cuece y escupe una saturnal de venganza, miedo y maldad.
Es, explica Nathalie Poza, que interpreta a la reina goda Tamora, una idea «muy cinematográfica», porque permite al público tener el plano y el contraplano de los actores y ver «un tren circular lleno de odio y de sangre».
La propuesta de Shakespeare -en la que se reconocen los horrores y locuras de las crónicas bizantinas e influencias de Christopher Marlowe o Thomas Kid- «es muy loca, muy teatral» y por eso ya entonces el único vestido «de romano» era Andrónico, algo que Lima ha respetado aunque cambiando los trajes isabelinos por trajes y corbatas.
Para el gran banquete final, en el que la reina Tamora se come un pastel que Tito le ha «cocinado» con las entrañas de sus hijos, Lima ha imaginado una escena tan cotidiana como la de «la paella de los domingos», como si la bacanal antropófaga concebida por Shakespeare fueran los conflictos cotidianos de cualquier familia.
«Es muy pasional y es la pasión lo que mueve al ser humano», subraya Lima que no ha querido ser, en absoluto, «gore» y por eso la sangre no «salpica» nunca a pesar de que el texto la sugiera por litros.
A Alberto San Juan, Tito Andrónico, le parece que el drama habla de «lo fácil» que es ser violento «cuando no nos atrevemos a amar». Su personaje, detalla, encarna la violencia legítima del Estado, se comporta como un soldado que sólo cumple órdenes del emperador y de un dios, aunque éstas sean matar a todos sus hijos.
«Es espeluznante porque habla de una sociedad que es la nuestra», asegura San Juan, que coincide con Poza y Javier Gutiérrez -el emperador Saturnino-, en que es el encargo «más difícil» de su carrera.
A Gutiérrez -que combina los ensayos con la grabación de la serie «Aguila roja»- le fascina la lucha por el poder que hay en la obra y que sea «tan parecida a las tramas de corrupción que se ve todos los días en los periódicos».
Lima reconoce que es «muy complicado» estar dos meses «a base de ojo por ojo y muerte por muerte» pero Shakespeare no le cansa porque en diciembre, anuncia, dirigirá en La Comediè Française «Las alegres comadres de Windsor».