Lorena Cantó | EFE | Madrid 30/12/2009

En 2010 se cumple la milenaria efeméride de la célebre batalla, que sentó las bases de la civilización occidental.

En 2010 se cumplen 2.500 años de la Batalla de Maratón, la primera vez que los griegos pararon los pies a los persas, una hazaña que más allá de la gesta atlética de Filípides dio a Atenas la moral para resistir dos siglos de acoso asiático en los que floreció su cultura y la base de nuestra actual civilización.

«Grecia no creó ningún imperio, eran una serie de pequeñas ciudades estado, pero no pertenecer a un terrible imperio en el cual el rey era casi divino les hizo un pueblo más libre», explica el filólogo y académico Francisco Rodríguez Adrados, gran defensor de la cultura helenística.

Así, la importancia real de Maratón, según Adrados, estribó en que los griegos «cortaron la expansión persa», lo que les permitió el desarrollo de su civilización, dotada de «un sentido más moderno, más europeo, más libre». «Creían en su propia civilización y la defendieron», incide el académico.

La Historia no cuenta con fuentes directas de aquella gesta ocurrida a 42 kilómetros al noroeste de Atenas, de la que hoy sabemos por Herodoto, nacido después de la batalla que acaeció en el 490 antes de Cristo, no se sabe con exactitud si a mediados de agosto o de septiembre.

Maratón, que enfrentó al imperio persa del rey Darío I contra los ejércitos ateniense y espartano, fue consecuencia de que los griegos decidieran apoyar -tibiamente, apenas enviaron unas naves- las revueltas jónicas cuando los persas invadieron las islas del Egeo Oriental. Como recuerda el historiador Indro Montanelli en su Historia de los Griegos (Random House Mondadori, 1961), los atenienses eran armadores y mercaderes, y «para ellos el mar lo significaba todo». Por ello se decidieron a atajarle el paso a Darío, sin saber «la importancia histórica que entrañaba» ese gesto.

«Tan sólo hoy, ante los hechos consumados, podemos decir que gracias a aquello fue posible el nacimiento de Occidente», explica Montanelli, para quien si los persas hubiesen pasado entonces, «el Occidente se habría quedado como tributario del Oriente quién sabe durante cuántos siglos y con qué consecuencias».

La participación griega en la liga jónica provocó que los persas declararan la guerra a Atenas, y la primera gran batalla fue la que se escenificó en la llanura de Maratón, que en griego significa hinojo. «Contra todo pronóstico», refiere Adrados, y casi apenas desembarcar en Maratón, los persas fueron derrotados por los griegos, al mando de Milcíades, quien supo ver el punto flaco del enemigo. «Eran soldados valientes individualmente, pero no tenían ninguna idea de la maniobra colectiva», según Montanelli.

Lo que los persas encontraron fue una auténtica «muralla de bronce» formada por los escudos de columnas y columnas de soldados griegos de infantería, y ésa, junto a la baza sorpresiva de los helenos, fue su perdición, acostumbrados a la liza con caballería y armas arrojadizas.

Ironiza Indro Montanelli con el número de bajas de uno y otro bando, un dato que nos llegó de «historiadores que por desgracia eran todos griegos» y que por tanto «no parece muy creíble»: Según las crónicas, los persas perdieron 7.000 hombres. Los griegos, ni doscientos.

Por supuesto, la batalla concluye con la más famosa anécdota de aquella gesta, la del soldado mensajero Filípides, que corrió sin descanso los 42 kilómetros que separaban Maratón de Atenas para anunciar la victoria griega, y una vez cumplida la misión, se desplomó sin vida, «con los pulmones reventados». Es por ello que el maratón que se corre en la actualidad tiene una extensión de 42 kilómetros, o de 42,195, para ser más exactos, ya que en 1805 se añadieron en Londres esos casi 200 metros para que la meta coincidiera con la tribuna real.

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