[Esta planta basilical, la más antigua de Roma, está compuesta de un pasadizo, un vestíbulo y una sala principal con tres naves y un ábside central (Álvaro Caballero / EFE)]
Anna Buj (Roma) www.lavanguardia.com 04/01/2020
El templo subterráneo de Porta Maggiore, cerca de la estación de Termini, reabre dejando ver estucos de la época romana
La Roma bajo tierra no deja nunca de sorprender. Hace más de un siglo, en abril de 1917, la construcción de unas vías del tren cerca de la estación de Termini en la capital italiana provocó un derrumbe de tierra, que dejó al descubierto un largo pasadizo que llevaba a un extraordinario monumento del siglo I d.C., a sólo nueve metros bajo la actual via Prenestrina. Se trata de la basílica subterránea de Porta Maggiore, un templo que se cree que pertenecía a la rica familia Statili, y cuya misteriosa asociación a prácticas religiosas mágicas perseguidas durante el imperio romano ha despertad muchas preguntas.
La basílica ha abierto sus puertas de nuevo después de una complicada restauración que permite ver las interesantes decoraciones de estucos en blanco y nácar. El complejo está compuesto de un pasadizo, de un vestíbulo y de una sala principal con tres naves y un ábside central, con lo que, según asegura la directora de la restauración, Chiara Scioscia, se trata del “ejemplo más antiguo de planta basilical hallado en Roma”. “Es un caso único en el mundo. Además, es también el primer ejemplo de una basílica pagana, que se encontraba bajo tierra, y de propiedad privada”.
Este templo pagano está asociado a prácticas religiosas mágicas perseguidas durante el imperio
El complejo quedó totalmente olvidado por la historia, pues no hay ninguna fuente que haya dejado constancia de la existencia de un templo de estas características en este lugar. Como se encontraba en lo que fueron los huertos de la familia Statili, los historiadores han imaginado que se trataría de un espacio construido por algún miembro de este linaje, que saltó a la fama en Roma en la época gracias a Tito Statilio Tauro, un hombre que terminó siendo uno de los más hábiles generales y gobernadores de la época del emperador Augusto.
Varios miembros de su misma familia llevan el mismo nombre, y los expertos consideran que habría sido uno de sus descendientes quien mandó levantar el complejo en siglo I d.C. El hecho de que estuviera escondido bajo tierra, también durante la época romana, y que en las paredes las decoraciones representen mitos relacionados con las religiones mistéricas, como el del suicidio de Safo, el de Orfeo y Eurídice o el rapto de Ganímedes llevaron al historiador Jérôme Carcopino a concluir que estaba dedicado a algún tipo de culto, neopitagórico o dionisíaco, prohibido en la época.
Carcopino determinó que Tito Statilio Tauro, un descendiente del colaborador de Augusto que se suicidó en el 53 d.C. tras ser acusado de prácticas mágicas por Agripina, madre de Nerón, habría formado parte de algún tipo de secta y habría mandado construir aquí este templo para celebrar sus ritos. En cambio, otro historiador, Gilles Sauron, ha confirmado que se trataba de un lugar de la familia Statili, pero piensa que fue un monumento funerario para enterrar a otro Tito Statilio Tauro, que vivió treinta años antes del que se quitó la vida y había sido cónsul con Augusto. Un cementerio encontrado a poca distancia para los libertos –los esclavos liberados– sustentaría esta teoría. Según la directora del monumento, Anna De Santis, ambas hipótesis “pueden convivir perfectamente”. “Lo que sabemos es que después del suicido del Tito Statilio Tauro acusado de prácticas mágicas, la familia perdió influencia y riqueza. En realidad las acusaciones venían porque la familia imperial anhelaba las riquezas de los Statili y les consideraban un peligro para su autoridad”, cuenta De Santis. El hermano del último Tito Statilio Tauro, de hecho, también fue condenado, pero acusado de organizar un complot contra el emperador Claudio.
El monumento entonces fue desvalijado, abandonado por la familia y con el paso de los siglos se ha llenado de tierra de forma natural. En una de las paredes han dejado una marca que recuerda hasta donde estaba enterrada la basílica. Desde el año 2005 la Superintendencia de Bellas Artes de Roma ha llevado a cabo varias complicadas restauraciones. Además de la profundidad, la presión de la tierra de los lados, la presencia de un gas tóxico en el subsuelo de Roma y haberse encontrado un tipo de algas y microorganismos, el hecho de que construyeran la estación de tren en las proximidades ha añadido otra complicación. La basílica está situada debajo del punto en que antiguamente los trenes se paraban a descargar aguas fecales, con lo que su filtración y posterior endurecimiento ha formado una dura capa de estratos.
“No se podía leer nada de los estucos, así que nuestro trabajo ha sido retirar esta capa con láser para no dañar los relieves”, cuenta la restauradora Scioscia. Pese a que la basílica se encuentra abierta al público, la fragilidad del monumento obliga a sus cuidadores a restringir las visitas: debe permanecer siempre a una cierta temperatura y con el mismo nivel de humedad. Sólo se puede acceder con un guía y después de haberlo reservado el segundo, el tercer y el cuarto domingo de cada mes.