Jacinto Antón | Barcelona www.elpais.com 13/10/2011
Santiago Posteguillo aborda en su nueva monumental novela el ascenso al poder del gran emperador romano.
Se acerca uno a la nueva obra de Santiago Posteguillo con el recelo de un gladiador novato enfilando la entrada de artistas del Coliseo. Los asesinos del emperador (Planeta) es un novelón de ¡1.190 páginas! que pesa como una piedra del muro de Adriano y constituye solo la primera parte de una trilogía sobre el predecesor de ese emperador, el gran Trajano (53-117). Posteguillo, lanzado a la fama con sus tres anteriores novelas, tan monumentalmente romanas como esta, que recreaban la vida de Escipión El Africano, no se pone por menos. Pero se abandonan pronto las prevenciones: Los asesinos del emperador es muy emocionante y resulta imposible dejar su gozosa lectura.
Posteguillo ha puesto todos los ingredientes para crear una aventura espectacular, en cinemascope, sin dejar de ser rigurosamente histórica, un épico friso de 35 años del Imperio Romano, desde la época de Nerón hasta el ascenso de Trajano -nueve emperadores en total-. Entre las cosas que aparecen en la novela, un ejército germano que se ahoga entero al romperse la capa de hielo del Rhin, la toma de Jerusalén por Tito, la aniquilación de la Legión V Alaudae por los recios dacios en el bosque de Tapae, luchas de espeluznante dramatismo en el anfiteatro, un brutal bestiario -el especialista en fieras- que unta a las condenadas con sangre de leonas en celo para que los leones excitados (!) las maten tratando de montarlas -sí, Posteguillo sabe cómo sacarle punta a la antigüedad-, una pelea salvaje entre gladiadores y pretorianos en la Cloaca Máxima o una princesa que se esparce polvo de oro en los pezones para excitar al emperador…, ¡toma Roma!; incluso sale el apóstol Juan, y una cosa nunca vista: un strip-tease en latín (la chica se quita prenda a prenda desde la stola hasta la tunica intima).
En el centro de este primer volumen, los Flavios y el degenerado, monstruoso Domiciano. «Todo ese mundo ya es el de Trajano, que fue legado en las legiones antes de emperador», dice Posteguillo. «Aquí, en esta primera entrega, muestro cómo fue su camino al trono, la carrera increíble de alguien que ni siquiera había nacido en Roma sino en Itálica, un hispano. Para entenderlo hay que empezar 40 años atrás, y así lo he hecho». El autor no quería repetir la estructura cronológica que empleó con Escipión. «Entonces, escarbando, me encontré con un regalo de la documentación: Suetonio dice que se contrataron gladiadores para matar a Domiciano. Es lógico, ¿qué mejor que un profesional para ejecutar un magnicidio? Me pregunté quién habría aceptado un encargo así, y de ahí me salió el personaje de Marcio». La novela arranca en el año 96 con los preparativos para matar a Domiciano y de ahí salta en el tiempo atrás y luego adelante.
¿Por qué Trajano? «Es un gran desconocido para el público en general que conoce bien el final de la República y el cogollo de los Claudios -Calígula, Claudio, Nerón- por Graves, Sinkiewicz o Collen McCullough, épocas muy bien noveladas ya. Y sin embargo, como a Escipión, a Trajano se le ha dejado injustamente de lado. En escribir sobre él hay también algo de coherencia interior mía. Escipión es el momento en que Roma emerge como gran potencia, el salto natural era a su máximo apogeo, que no es Augusto, sino Trajano». Así que tras considerar que los Antoninos «son un poco sosetes», Posteguillo nos lleva tras las águilas de Trajano.
«Trajano tuvo como general una gran capacidad de supervivencia en un entorno hostil. Respetaba a los subordinados. Era un gran militar, con agallas. Fue buen gobernante; en una época de gran crisis política, militar y económica supo sacar a Roma de ellas. Hizo política de empleo de manera quizá discutible, enviando a los parados de entonces a las legiones. Hoy habría sabido qué hacer. Era competente. Su vida íntima, a diferencia de tantos emperadores, como Adriano, no afectó al Estado». Y tuvo un buen sucesor. «Bueno, a Trajano en realidad Adriano no le gustaba mucho; Adriano se cepillaba a su mujer, Plotina; a mí me cae mal, acabó el sueño de Trajano de una Roma más grande».
Últimamente los gladiadores tienen una presencia enorme en cualquier historia de romanos, ¿no es excesivo? «Eran los futbolistas de hoy en día, solo que en la actualidad en el fútbol no hay tanta sangre, si exceptuamos a Mourinho». ¿Qué hay de nuevo en su novela con respecto a la anterior? «Ahora cuido más los personajes femeninos. La gladiatix sármata Alana, por ejemplo. O Domicia Longina: es la persona que más me hubiera gustado entrevistar. Las mujeres son las grandes tapadas de la historia».