GladiadoresEsteban Magnani y Luis Magnani www.pagina12.com.ar 11/03/2006

Como muchas veces ocurre, la ciencia se ha visto ayudada por la casualidad. Esta vez le tocó a la vida de los gladiadores, seres envueltos en un halo de romanticismo al que no son ajenas películas como Espartaco, con Kirk Douglas, o la reciente Gladiador, con Russell Crowe. Cuando un grupo de antropólogos de la Universidad de Viena revolvía, en 1993, los huesos de un cementerio de más de 2000 años de antigüedad ubicado en Efeso, se encontró con una sorpresa: la mayoría eran restos de gladiadores y tenían encerrada abundante información sobre estos personajes.

Sangre y circo

Efeso, ubicada en el oeste de Turquía, fue, especialmente a comienzos de la era cristiana, una ciudad vital y próspera. Se ubicaba en el cruce de importantes rutas comerciales que iban de norte a sur y de este a oeste, lo que la convirtió en un centro de poder comercial y político del Imperio Romano en las provincias asiáticas. Y como toda ciudad grande con pretensiones tenía su estadio: podía albergar 25.000 espectadores (casi el 10 por ciento de la población de la ciudad y la mitad que el Coliseo). En aquellos tiempo las contiendas de gladiadores estaban a la orden del día y no sólo porque “pan y circo” permitían a los gobernantes romanos manejar la plebe; era también una manera de exhibir el poder de Roma y de que las ciudades se sintieran parte del Imperio.

Hasta este descubrimiento, el escaso conocimiento de la vida de los gladiadores estaba dado por la literatura de esos tiempos, por las inscripciones halladas en tumbas y por las decoraciones hechas en columnas. Pero en el cementerio de Efeso, además de abundantes inscripciones se encontró un montón de huesos desordenados que permitió lo que podría llamarse una autopsia masiva.

Huesos que hablan

Los encargados de llevar adelante el análisis, Karl Groeschmidt, de la Universidad Médica de Viena y Fabian Kanz del Instituto Arqueológico Austríaco, estimaron que los restos pertenecían a alrededor de 120 individuos y que databan de los años 200-300, una época en que los combates eran muy frecuentes en todo el imperio dado que el emperador romano Commodus tenía debilidad por ellos. Según los investigadores, cuando un gladiador moría su cuerpo era trasladado por un pasaje cubierto a un cementerio situado a menos de 300 metros del estadio. Allí era depositado en un sarcófago y enterrado sin otros objetos. Lo que sí ponían era una inscripción que permitiera reconocerlo. Incluso a veces tallaban la palabra “gladiador” y detalles de sus triunfos en combate; por ejemplo, puede leerse que un tal Pandos, de Asia Menor, participó de 10 combates y en uno de ellos, pese a que la luz del sol daba directamente sobre sus ojos, pudo matar a su oponente. Al parecer, ése fue su último día de suerte.

El cementerio fue luego utilizado para otros muertos menos importantes y los huesos comenzaron a mezclarse, dificultando reconocer cuerpos completos. Aun así, gracias a avanzadas técnicas forenses, análisis microscópicos de las heridas y tomografías computadas revelaron que, lejos de los sangrientos métodos donde todo vale, que se ven en la película de Ridley Scott, los gladiadores se ajustaban estrictamente a ciertas reglas de combate; incluso, si se consideran ciertas figuras artísticas, se deduce que los que se enfrentaban tenían similar envergadura y capacidades y que eran controlados por un par de árbitros. Esta es la única explicación para la ausencia de heridas y mutilaciones múltiples. Por otra parte, este “fair play” permitía que el combate durara más tiempo y entretuviera al público con menos “costo”.

También se han confirmado las sospechas de algunos historiadores: el remate final de un gladiador vencido y condenado por la multitud se llevaba a cabo fuera de la vista del público. Muy a menudo, los gladiadores estaban aún con vida cuando se los arrastraba fuera de la arena y era un verdugo quien les daba el golpe de gracia con un martillo: la forma de las heridas halladas en 10 de los cráneos así lo confirma. Por otra parte, los pies y los tendones de estos esqueletos estaban muy desarrollados e hinchados, seguramente porque los gladiadores peleaban descalzos sobre la arena. También se descubrió que los gladiadores se alimentaban sobre todo de cebada, que aumentaba su masa muscular. Y las fracturas, perfectamente soldadas, hacen pensar que tenían un muy buen equipo médico.

Morituri te salutant

Los epitafios revelan que los gladiadores morían, normalmente, durante su primer año de combate y que los que entraban a la arena armados con espada no gozaban de entrenamiento previo por lo que solían morir en su primer combate. En un caso, un gladiador de 30 años de edad peleó 34 veces, ganó 21 y fue perdonado 4 veces hasta que fue derrotado. Otro de 21 entrenó 4 años y murió en su primera pelea. Otros tenían más suerte y contaban 150 victorias registradas en sus lápidas. Incluso algunos fueron no sólo perdonados sino puestos en libertad (la mayoría eran esclavos) por la multitud de espectadores. El más viejo de Efeso murió a los 99 años, décadas después de ser liberado y con una pensión de por vida. Seguramente no imaginaba el interés que sus huesos ocasionarían 2000 años más tarde.