Juan Parejo | Sevilla www.saberuniversidad.es 12/2013
Pilar León-Castro Alonso, Catedrática de Arqueología de la Universidad de Sevilla, reflexiona sobre la situación del rico legado arqueológico, víctima tangencial de la crisis económica. Lamenta la desatención patrimonial y científica que sufre la gran ciudad romana de Itálica, cuna de dos emperadores, aunque lanza un rayo de esperanza: «Se ha empezado a comprender que hay que cambiar de mentalidad y de actitud», dice.
Resumir la trayectoria de Pilar León-Castro Alonso (Sevilla, 1946) es una tarea harto complicada. Catedrática de Arqueología, licenciada en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla con Premio Extraordinario (1969), alcanzó el grado de doctor con la máxima calificación en esta universidad (1974), la pasada primavera fue elegida académica de número de la Real Academia de la Historia. En su discurso, La ejemplaridad del Arte Griego, realizó una importante defensa del Humanismo. La actividad de la profesora León-Castro Alonso se ha centrado en la docencia universitaria que ha desarrollado en las universidades de Madrid (Complutense), Santiago, Córdoba y Sevilla, tanto en la Pablo de Olavide, como en la Universidad de Sevilla, actualmente. Directora de las excavaciones de Itálica entre 1979 y 1983, son conocidos sus múltiples proyectos que han revitalizado el las ideas que se tenían sobre la Corduba romana. Como colofón de todos estos programas de investigación, la Sovraintendenza del Lazio la invitó, junto con su equipo, para que se ocupara del emblemático conjunto arqueológico de Villa Adriana. Ha sido distinguida con diversos nombramientos, como miembro del Instituto Arqueológico Alemán, es académica de número de la Real de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Ha fundado la revista Romula, órgano de expresión científica de las investigaciones que sobre arqueología romana se llevan a cabo en España, y pertenece al consejo de redacción de varias publicaciones periódicas españolas. Es autora de numerosos artículos en revistas nacionales y extranjeras, así como de reconocidas monografías.
-¿Es el patrimonio histórico uno de los grandes damnificados de la crisis?
Desde luego. Sin ningún género de dudas. Antes de la crisis también, porque las cuestiones culturales son siempre las que antes sufren la política de darle de lado cuando hay más apremio para otras cosas y, si el problema es económico, el perjuicio es total. Se hace lo que se puede y en un país como el nuestro, con una patrimonio arqueológico tan extraordinariamente abundante y rico, es muy difícil que se puedan atender todos los frentes, pero sin duda es el damnificado.
-¿Cómo están afectando los recortes en este campo?
-Puedo hablar por lo que conozco, por referencias de compañeros y por lo que veo y leo. Hay proyectos que se han parado y otros que se han eliminado. La gestión pública en algunos aspectos no da para más. No hay posibilidades económicas. Los perjuicios son verdaderamente extraordinarios.
-En su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia hizo una defensa del humanismo. ¿Tienen poco peso las humanidades actualmente en la formación de las personas?
-No tienen el que deben tener. Y no es una política de llevar el agua a nuestro molino. Tienen que comprender todos que hay cuestiones que son consustanciales al ser humano. Preguntas que nunca va a dejar de hacerse. Inquietudes que no van a dejar de asaltarlo… Y si no le damos una preparación para que se sienta firme y seguro estamos creando individuos culturalmente y existencialmente enclenques. Esto no significa que de la mañana a la noche, que en todos los programas, que en todas las universidades, tenga que haber solamente humanidades. No es eso lo que nosotros hemos pedido, ni lo que defiende como caballo de batalla el profesor Rodríguez Adrados, al que pongo como paladín de estos temas. Se trata simplemente de buscar una situación de equilibro no sólo porque es justa desde el punto de vista de las cuantías universitarias, sino porque humanamente es justa y deseable.
-Su discurso se titulaba La ejemplaridad del arte griego. Expuso usted que está muy presente en la vida de hoy.
-Esa es la verdad. Y lo está de una manera casi subliminal, porque por ósmosis lo tenemos todos adquirido. Pero la realidad es que sí. Los nombres, las designaciones, las ideas, cuando se quiere hacer un proyecto rápidamente se busca un nombre griego. O a una tienda a la que se quiere hacer llamativa se le coloca un nombre de la mitología… Es la manera cultural de hacerlo presente en la vida cotidiana.
-¿Si los políticos tuvieran más conocimientos de la cultura clásica o su pensamiento nos iría mejor?
-No tenga la menor duda. Además se ha demostrado, y los que conocen el mundo de la empresa y de la industria pueden decirlo con mucha más autoridad que yo, que en las grandes empresas, fábricas, etcétera, para la mentalidad proyectual se busca a gente de letras, gente de historia, geografía, del mundo del arte, de las lenguas clásicas… porque es ahí donde surge la fuente de las ideas de una manera plástica o atractiva. Está claro que el mundo de la ciencia pura también tiene una riqueza en ideas extraordinaria. Y mucho nos va a todos en que eso siga siendo así.
-Somos conscientes los sevillanos, los andaluces y españoles del tesoro que tenemos con Itálica.
-Pienso que no. Y no por falta de ganas o por menosprecio, sino porque no se da la información necesaria y conveniente. Naturalmente, que hay que hacer autocrítica y parte de culpa la tenemos los arqueólogos, pero no solamente. Itálica ha sido una gran desatendida desde el punto de vista patrimonial y creo que, además, desde el punto de vista de la investigación. Espero y deseo, algunos indicios así lo apuntan, que la situación puede cambiar. Se ha empezado a comprender que hay que cambiar de mentalidad y de actitud.
-¿Hay mucho más enterrado que a la vista?
-Muchísimo. Hay para generaciones de trabajo. Itálica forma parte de ese elenco de yacimientos verdaderamente extraordinarios del mundo clásico.
-¿Por qué dio Itálica dos emperadores?
-Es un proceso que desde el punto de vista histórico ha estudiado y explicado muy bien Antonio Caballos. Son una serie de circunstancias que se dan en Itálica, desde su fundación, y que son inseparables del proceso histórico que vivió Roma y permitió que en una momento determinado desde la provincias pudieran salir las personalidades rectoras de los destinos del imperio. Entre esas circunstancias se dieron las que llevaron al poder, consecutivamente además, a dos personajes procedentes de Itálica:Trajano primero y Adriano, después.
-En 2017 es el aniversario de la muerte de Trajano y del ascenso de Adriano. ¿Sería un buen momento para que Itálica despegara definitivamente?
-Debe ser la efemérides por excelencia: el 1.900 aniversario de un hecho histórico tan impresionante, si uno lo piensa, para el imperio romano en su momento, sin olvidar que aquello fue el origen de lo que hoy llamamos Europa. De modo que no debe pasar desapercibido de ninguna manera. Es un fogonazo cultural e histórico para que reflexionemos sobre nuestros orígenes, devenir, o sobre a dónde queremos ir a parar. Sobre la idea de poder. Cómo se ha configurado y hacía dónde nos ha llevado. Itálica no solamente no debe, sino que no puede quedarse al margen de la celebración de esa efemérides.
-Vemos cada año cómo las aportaciones de las administraciones a los museos disminuyen. En Estados Unidos, por ejemplo, la entrada es sugerida, voluntaria, cada uno aporta lo que estima libremente. ¿Por qué esa diferente conciencia?
-Es notable. Precisamente los países de la vieja Europa se distancian tanto, aunque hay museos, como el Británico, en el que ocurre igual. Uno entra y allí está la hucha en la que aporta lo que quiere libre y de manera voluntaria. Hay otros en los que ocurre igual. Es una cuestión de mentalidad hacia las actividades culturales que son diversas. España no la tiene desarrollada. Los Estados Unidos, por su juventud y por su irrupción relativamente tardía en el mundo contemporáneo, comprendió perfectamente que sin esas raíces, sin ese escaparate, social y cultural no se podía mover. Promovieron el proceso de esponsorización, los sistemas de ayuda privada a la cultura, o a la investigación, de manera que vieron que eso reportaba ventajas incluso económicas. Lo constituyeron como una rampa fundamental de lanzamiento para su sociedad.
-¿Instalar una cultura del mecenazgo en España es una utopía?
-Espero que no lo sea. Llevamos muchos años oyendo hablar de la Ley del Mecenazgo. La realidad es que no cuaja. Y no lo hace porque no hay esta cultura. Pero hay que promoverla y despertarla en los ciudadanos. En los que tienen que actuar de espónsores y en los que tienen que entender que el Estado no puede seguir siendo el eterno recurso para todo. Y hasta ahora es el único recurso.
-Leí que cuando Botín visitó las ruinas de Villa Adriana, que usted dirigía bajo el amparo de la Fundación Marcelino Botín, le dijo que era capaz de ganarle más dinero con esas ruinas que Fernando Alonso con el Ferrari. ¿Le convenció?
-Yo creo que no, porque él sabe la potencia que tiene la casa Ferrari, y no sólo desde el punto de vista del deporte, también del marketing. Sabe evaluar muy bien lo que es una excavación arqueológica y lo que es una carrera. Pero sí entendió que era importante potenciar una trabajo como el que allí hacíamos. La prueba está en que ese proyecto ya ha terminado, ahora hay otro que llevan los compañeros de la Universidad Pablo de Olavide, y se cerró gracias a las subvenciones de la Fundación Botín.
-Las Erasmus sirven a los jóvenes para conocer otras culturas. ¿Qué opina de los recortes que se anuncian?
-Los estudiantes españoles, y creo que los extranjeros también, que vienen o van con la beca Erasmus, no se dan cuenta de la sensacional posibilidad que se les está ofreciendo para que estudien, se formen, se dediquen a investigar… y se afanan, porque son jóvenes y también hay que entenderlo, en disfrutar. Creo que eso es un error que hay que atribuir a la inexperiencia de los años. Pero aunque sólo se dediquen a ello, creo que la experiencia es total y absolutamente positiva. Es deseable que los jóvenes puedan seguir teniéndola. Los recortes en ese terreno me parecen una verdadera calamidad.
-Una de las banderas que ha enarbolado el ministro Wert para defender de la reforma educativa es la de la excelencia y la cultura del esfuerzo. ¿Qué le parece?
-Empiezo por discrepar del uso que se hace pública y políticamente del concepto de excelencia. No se le da su auténtico sentido. A partir de ahí, figúrese la crítica por donde puede ir. Que un criterio de excelencia no sólo es deseable, sino absolutamente necesario en el mundo del estudio y de la formación de la juventud, nadie lo discute. Sí se discuten las maneras de aplicarlo.
-Donde estuvo el convento de Regina Angelorum de Sevilla hoy está el complejo Metropol Parasol. Las famosas setas. ¿Le gusta?
-Creo que el proyecto para Sevilla es importante y hay que admitirlo como tal. La ciudad tiene que evolucionar en su configuración y apariencia. Creo también que el proceso y su desarrollo fue lacerante desde el punto de vista social y cultural. El encajarlo allí, en ese espacio… La consecuencia feliz, que es con la que me quedo, es la organización de los importantes restos arqueológicos hallados:el Antiquarium. Es un gran logro para Sevilla, que sirve para comprender lo que antes decía a propósito de nuestros orígenes y de la evolución de la ciudad. Allí se puede ver de manera muy plástica y atractiva, de manera que me voy a quedar sólo con lo que Sevilla ha conseguido en ese complejo gracias al Antiquarium.
-¿Qué opina sobre la polémica surgida entre la Junta y la Iglesia a cuenta de la apertura gratuita de los edificios BIC propiedad de la Iglesia que han sido restaurados con dinero público?
-Los entresijos políticos de la cuestión los desconozco a fondo. Sí creo que si el enfrentamiento se hace desde la insidia, y queriendo quedar solamente encima, no vamos a ninguna parte. El entendimiento y la búsqueda de puntos de confluencia, que creo que los hay y muchos, y así han dado prueba de ello ambas instituciones en distintos momentos, es lo que se debe buscar e intentar. Creo sinceramente que la Iglesia se ha prestado en numerosas ocasiones a ser ella la que da el primer paso. Es un dato que, con reflexión, todo el mundo debe entender y valorar.
-¿En otra región una iglesia como Santa Catalina, declarada monumento nacional como Itálica en 1912, llevaría casi 10 años cerrada?
-Ocurrirá en todos los lugares del mundo que estén en las mismas circunstancias económicas que estamos nosotros. No hay otra salida verdaderamente. Es natural que la Iglesia lo que quiera es arreglarla, como lo será que la Junta quiera contribuir a ello. A partir de ahí, ni hay medios, ni el tira y afloja se lleva por cauces de diálogo y cooperación. Y ahí está la iglesia, que es un monumento verdaderamente excepcional para Sevilla, sufriendo los perjuicios.
-¿Por qué cree que el Museo de Bellas Artes de Sevilla, a pesar de su enorme importancia, pierde visitantes cada año de manera importante?
-Eso es una tragedia cultural para Sevilla de dimensiones extraordinarias. El museo es una institución de un realce tal que ni los sevillanos somos capaces de darnos cuenta. No sólo lo que hay en su interior. La pinacoteca es extraordinaria, la tan cacareada frase de que es la segunda pinacoteca más importante tras El Prado, sino que el edificio en sí, el antiguo convento, su historia, su tradición, sus valores arquitectónicos aislados, son de primera categoría. Cualquiera que visita el museo se queda verdaderamente embelesado en el ambiente y con sus obras de arte. La pérdida de visitantes es consecuencia de una política cultural desatendida, mal, o poco atendida.