Blanca López Arangüena | Estambul www.elpais.com 27/12/2010
Tras 17 años de obras, finaliza la restauración de la mayor joya del arte bizantino.
«¡Salomón, te he vencido!», cuenta el historiador Procopio de Cesárea que exclamó el emperador Justiniano cuando vio Santa Sofía terminada. Corría el año 537 y Justiniano se había impuesto la misión de cristianizar la parte oriental del antiguo Imperio Romano y crear en Constantinopla la basílica que sería el centro de este nuevo mundo. Para ello mandó traer los más ricos materiales del Imperio Bizantino: mármol verde de Tesalia, pórfido de Egipto, roca negra del Bósforo, columnas del templo de Artemisa, y oro y piedras preciosas para los mosaicos. Ante tanta belleza, el día de su inauguración, la gente aseguraba que un ángel había mostrado los planos a Justiniano.
Ese ángel ha vuelto a sobrevolar Estambul. Convertida en museo desde 1935, Santa Sofía muestra desde apenas unos días otra vez toda su magnificencia después de 17 años enredada en obras y andamios. La restauración empezó en 1993, un año después de ser declarada por la Unesco Patrimonio Histórico de la Humanidad junto con el resto del barrio histórico de Estambul.
El principal trabajo ha consistido en limpiar 600 metros cuadrados de mosaicos y la cúpula. Durante estos 17 años, obreros y artesanos repararon el domo de 31,3 metros de diámetro y las caligrafías doradas que lo recubren. También se ha descubierto la cara de uno de los ángeles situado en las enormes pechinas sobre las que descansa.
Melike Oscam, secretaria de la dirección del museo, explica que las caras de los mosaicos se ocultaron bajo un caparazón metálico cuando la basílica se convirtió en mezquita tras la caída de Constantinopla. «Mehmet el Conquistador mandó hacer de Santa Sofía el centro del Califato. Años más tarde, se cubrió la cara de los ángeles, pues en el islam está prohibido rezar delante de representaciones humanas». De la época otomana, también se han limpiado las enormes caligrafías que decoran la pared con el nombre de Allah y de los ocho profetas. «Tuvimos que restaurarlas in situ porque eran demasiado grandes para pasar por la puerta. Por eso descubrimos que fueron hechas dentro del templo», comenta Oscam.
En el exterior, la restauración se ha centrado en limpiar las fachadas y en reforzar los techos con 50 toneladas de plomo para minimizar los daños del futuro gran terremoto que, según los expertos, azotará la metrópolis en algún momento de los próximos 30 años. No será el primer desastre al que sobrevive Santa Sofía, que se ha enfrentado a varios temblores, asedios y a los caballeros de la Cuarta Cruzada, que en el siglo XIII saquearon la catedral llevándose el oro de los mosaicos y la corona de espinas de Cristo que hoy se encuentra en la Sainte Chapelle de París.
Además, el próximo año se podrá visitar el baptisterio, situado en el atrio de Santa Sofía, así como la enorme pila bautismal del siglo VI tallada en un solo bloque de mármol y usada por los cristianos para bautizos colectivos. «Aquellos cristianos se ungían con aceite para que su piel quedara resbaladiza. Tras el bautizo, el demonio no podía tocarles» explica el director del museo Santa Sofía, Haluk Dursun. El edificio,que tiene la misma planta que su hermana mayor, se transformó en el siglo XVI en almacén y posteriormente en mausoleo para los sultanes Mustafa I e Ibraim, que fueron destronados y por tanto indignos de un nuevo panteón como sus antecesores.
Dursun, que ha dirigido los dos últimos años las obras, anuncia nuevos proyectos para 2011: la apertura de la biblioteca del sultán Mahmud I y los trabajos en los techos de la galería superior, recubiertos por una espesa capa de pintura durante el XIX con el fin de proteger sus mosaicos. «Nuestra intención es mostrar todas las etapas por las que ha pasado Santa Sofía, por eso el trabajo nunca se puede dar por acabado».