F. A | Almería www.ideal.es 14/11/2010
Se utilizó durante tres siglos como fuente ‘industrial’ y pasó a fosa de puerta de socorro y a vertedero antes de quedar enterrada.
El Conjunto Monumental de la Alcazaba no deja de ser un vivero de historia con todo un mundo de vivencias y su esplendor tanto islámico como cristiano, con sus respectivas destrucciones y adaptaciones, no ha logrado ni la pérdida ni el olvido de los asentamientos que acogió en su medio kilómetro de largo en épocas anteriores. El más claro ejemplo está en la balsa romana, del siglo I d. C., descubierta hace un año en la ladera norte, presentada oficialmente ayer dentro del programa de visitas singulares. Además de su estado de conservación, la balsa destaca por ser el segundo resto romano ‘visible’ de la capital después de las balsas de salazón musealizadas en el Enclave Arqueológico Puerta de Almería.
De 4,20 por 1,75 metros, se ubica en la ladera norte (enfrentada a La Hoya) y adosada a la muralla de tal modo que para llegar a ella hay que salir por la tronera existente al final del segundo recinto junto a la explanada del muro de la Torre de la Vela y que siempre está cerrada ante el estado escabroso del sendero existente, desbrozado expresamente para el recorrido. Se encuentra entre dos de los dibujos (grafitti, antes de la letra) que, como identificación de cuadrillas de trabajadores, presenta la muralla norte y que, con sus ‘corazones’ o ‘lágrimas’ llegan hasta las ermitas del XVI.
Puerta de traición
El descubrimiento y datación de la balsa se produjeron, en la excavación realizada en octubre y noviembre de 2009 adscrita al proyecto de rehabilitación de la muralla norte, que parece ‘olvidado’ en Sevilla. Por si los elementos de esa fachada no constituyeran todo un libro sobre la cronología de la Alcazaba, la utilización de cerámicas machacadas en las paredes confirma totalmente su autoría romana al ser un rasgo único de esa civilización, tal como sostuvo el arquitecto del Conjunto Monumental, Lorenzo Cara, quien aseguró que se utilizó durante tres siglos. Aunque se desconoce con precisión su función, se apunta que pudo tener un uso ‘industrial’, como un reposadero, debido a la existencia a unos 50 metros, ya en el interior de la Alcazaba, de un pozo de agua potable.
Las reformas constantes que padeció terminaron con la construcción sobre la balsa, ya en época islámica, de la muralla, rematada siglos después con las almenas que han llegado hasta nosotros, y una puerta de traición o de socorro encima del tal modo que quedó como foso. Aún quedan restos de esa tronera, más que puerta, e incluso de una saetera para el trabuco, que resultan totalmente visibles por la parte interior. Se da la circunstancia de que ese punto es el único de todo el recinto monumental que carece de acantilado y que permite una bajada ‘relativamente sin peligro’ en casos de ‘traición’ o de ‘socorro’.
Rituales animistas
La conversión de la balsa romana en un vertedero se justifica en el hallazgo de restos óseos de varios animales (vacas, conejos y cabras). El hecho de que no aparezcan osamentas de cerdo confirman ese destino de depósito de desperdicios para el barrio de las casas musulmanas levantadas al otro lado de la muralla a los dos lados de la puerta de traición o de socorro, como también puede detectarse en las huellas dejadas en la pared interior de la muralla norte. El arquitecto del Conjunto Monumental de la Alcazaba aseguró que una quijada de vaca, que presentó durante la visita como muestra de las osamentas encontradas, se data en la época medieval, en el siglo XIV, al estar, como los demás restos óseos, mezclados con cerámica nazarí. Frente a toda esa ‘reproducción histórica’, Lorenzo Cara señaló el desconocimiento del posible ritual que explicaría los motivos de la existencia de patas delanteras y ninguna trasera de vacas, tanto en su totalidad como despiezadas, mientras que de los demás animales solamente se han hallado huesos sueltos, despiezados.
Pero entre estas dos claras utilizaciones, la balsa pasó por una etapa intermedia, que, con la seguridad que aportan los datos recogidos en la excavación, abarcó un siglo, desde mediados del XII hasta mediados del XIII. Durante esta etapa fundamentó y albergó una torre con muros de distinta tipología totalmente relacionada con la puerta de traición o de socorro así como con las utilidades que permitía. Todas la huellas dejadas contribuyen a pensar que la torre se abrió por un terremoto o por un corrimiento de tierras y acabó por quedar derruida. Tal catástrofe motivó la reforma y reforzamiento de la muralla. Es la época en la que se culmina con las almenas. La consecuente desaparición de cualquier función aparece como la causa que provocaría, tal como sostuvo el arquitecto del Conjunto Monumental de la Alcazaba, la conversión de la balsa en un vertedero.