Aurelio Bermejo Fernández 03/11/2012
Tras conocer el anteproyecto de Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) y ver cómo queda en él el Latín y el Griego y la Cultura Clásica, tengo que reconocer que lo que más me ha sorprendido e indignado ha sido la eliminación de esta última en el nuevo currículo, lo cual cabe atribuirlo a la falta de sensibilidad por la cultura, en general, de quien haya redactado dicho proyecto, y/o, lo que sería peor, al desprecio más absoluto por el riquísimo legado de la cultura clásica griega y latina, en concreto, a nuestra civilización occidental, cuyo conocimiento permite al individuo interpretar y opinar acertadamente sobre las numerosas referencias de la misma que encuentra, a cada paso, en el mundo que le rodea y experimentar el goce profundo que proporciona la posesión de un amplio bagaje cultural.
Cabría esperar, por lo mismo, que, en la nueva ley de Enseñanza, la Cultura Clásica se convirtiera en asignatura obligatoria en un curso, al menos, de la ESO, con 4 horas lectivas semanales, dada la amplitud y complejidad de la materia, para que los alumnos pudieran adquirir los conocimientos adecuados de la misma. Pero, por lo que parece (¡ojalá me equivoque!), no va a ser así, lo cual me lleva a preguntarme qué parte de culpa tendremos en ello quienes hemos impartido Latín, Griego y Cultura Clásica, al haber apostado casi exclusivamente -de forma equivocada, a mi juicio, y, en algunos casos, disparatada, cuando se pretende, por ejemplo, “entretener” a los alumnos en clase enseñándoles a hablar latín-, por la traducción de textos latinos y griegos, y haber puesto mucho menos empeño en despertar en ellos el interés y admiración por la espléndida cultura clásica, que está en la base de nuestra civilización. Enseñando a los alumnos ese maravilloso legado, además de proporcionarles una excelente formación, hubiéramos conseguido evitar el rechazo y la conciencia de la inutilidad que, en muchos de ellos, suscitó el aprendizaje de las enseñanzas clásicas, y crear en la sociedad, en general, un estado de opinión favorable a las mismas.
Resulta, en efecto, como mínimo sorprendente que, tras haber estado el Latín y el Griego tanto tiempo en el candelero y “aguantar el tipo” últimamente, con un mínimo de predicamento, junto con la Cultura Clásica, no hayamos sido capaces, de mostrar a quienes han tenido capacidad para hacerlo y a la opinión pública, en general, la necesidad de mantener aquéllas en los programas escolares, al menos, como están ahora, disponiendo, además, de un aval tan poderoso como es el Festival Juvenil de Teatro Grecolatino, el cual, a los pocos años de iniciado, hace ahora 30 años, se convirtió ya en el más grande y mejor referente cultural y educativo para nuestros jóvenes estudiantes, en el que han venido participando últimamente más de 100.000 alumnos y profesores cada año.
Así las cosas, tampoco ha sido la mejor, a mi juicio, la estrategia que se ha seguido, tras conocerse el anteproyecto de la LOMCE, para conseguir la inclusión en ella de la Cultura Clásica y darle al Griego algo más de protagonismo; al menos, no ha sido la que yo le sugerí a la persona que, a juicio de muchos, es la que mejor ha defendido esta causa, después de consultar, sobre este tema, a un intelectual de nuestro país con una excelente formación cultural y buen conocedor de los “entresijos” de la política. “Doctores tiene la Santa Madre Iglesia…”
Por supuesto, si a mí se me hubiera consultado al respecto, habría defendido que la Cultura Clásica, en el supuesto de que no salieran más horas que las que se le han asignado al Latín en el mencionado anteproyecto de ley, fuera una asignatura obligatoria para todos los alumnos en 4º de la ESO, por lo dicho más arriba; y, en cuanto a los contenidos del Latín del Bachillerato, propondría los siguientes: Latín I: a) Palabras y frases de origen grecolatino y latinismos introducidos en nuestra lengua (1ª parte); b) etimologías griegas y latinas (1ª parte); c) reglas de derivación del Latín al castellano, al catalán y al gallego (1ª parte); d) aprendizaje de la Morfología latina, siguiendo, por ejemplo, mi Método de Latín u otro similar). Latín II: a), b), c) (2ª parte); d) traducción de textos latinos en los que figuren: partículas subordinantes, participios, infinitivos, gerundio y gerundivo. Con ello, estoy seguro, se proporcionaría al alumno un gran bagaje cultural y se “justificaría” sobradamente el porqué de estas asignaturas en el currículo escolar y la necesidad de mantenerlas en él.
* Aurelio Bermejo Fernández es profesor emerito de Latín y fundador y director del Festival de teatro grecolatino de Segóbriga.