M. Gómez | Santa Cruz de Tenerife www.eldia.es 06/06/2010
Jaime Siles, Presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos.
Poeta -uno de los principales representantes de la generación formada por los nacidos a mediados de siglo-, crítico literario y catedrático de universidad, Jaime Siles (Valencia, 1951) defiende desde la presidencia de la Sociedad Española de Estudios Clásicos la vigencia del legado latino y romano y su influencia sobre los valores de la democracia occidental. «Cada vez que ha habido un renacimiento cultural y científico ha ido indisolublemente unido a un auge de los estudios clásicos, y cada vez que se ha producido un hundimiento mental en Europa ha coincidido con la pérdida de estos estudios», sostiene Siles, que el 10 de junio impartirá en el Ateneo de La Laguna la conferencia «Los estudios clásicos en la conformación política y mental de Europa».
¿Qué nos arriesgamos a perder si dejamos de lado los estudios clásicos?
Muchas cosas. En primer lugar, la conciencia de nosotros mismos, que es bastante; las raíces de nuestro pensamiento democrático; y el conjunto de ideas y expresiones que constituyen el fundamento de la cultura universal. Pero, además de eso, perdemos nuestra capacidad de representar verbalmente bien el mundo.
¿Se puede asociar la pérdida de importancia que han experimentado las lenguas clásicas en las enseñanzas preuniversitarias con los malos resultados que se suelen obtener en competencias lingüísticas en evaluaciones como la que realiza PISA?
Evidentemente. El latín y el griego son una buena propedéutica, no sólo para el conocimiento de las lenguas extranjeras, sino también de la lengua propia. Hoy hay una devaluación tal del lenguaje, en los jóvenes, en los medios de comunicación, que la palabra está depauperada. Y si la palabra está depauperada, también lo está la comunicación, pero no sólo la de unos con otros, que es absolutamente necesaria para consensuar. El fundamento de la democracia es consensuar decisiones, no imponerlas. Si no existe una cultura de la palabra, las personas no pueden establecer un diálogo entre sí, pero tampoco son conscientes de su propia identidad, porque el yo es fundamentalmente un producto del lenguaje.
¿Por qué se repite tanto la pregunta de si el latín o el griego sirven para algo?
Es una pregunta ingenua. Es como preguntarse si la curva o la línea recta sirven para algo. Quien se la plantea dice mucho en contra de sí mismo.
Los estudios universitarios de humanidades han experimentado un descenso continuo de alumnos…
Yo diría que no. En el caso de Valencia, donde yo soy catedrático, hemos pasado a tener 82 alumnos en primero de Filología Clásica. Es una multiplicación del 80% con respecto a los cursos anteriores. ¿Y por qué se ha producido esto? En primer lugar, porque han tenido una buena formación en el Bachillerato. Eso quiere decir que sus profesores de instituto eran buenos. También, que son alumnos vocacionales, con buen expediente académico, y que esa gente está interesada no sólo en la información que los estudios clásicos dan, sino también en la formación intelectual que producen.
¿Cuál es la situación de los estudios clásicos en los niveles preuniversitarios?
No es del todo mala, pero podría ser mucho mejor. Los estudios clásicos en el Bachillerato y en la Secundaria se enfrentan, sobre todo, al problema de la ley de ponderaciones. Cada universidad dice el valor que le va a dar a las asignaturas en la selectividad. El latín y el griego deberían estar muy valorados en Filología, Derecho, Medicina y Ciencias, porque la nomenclatura es casi toda griega y latina.
En Canarias, durante los últimos años se ha formado una plataforma en defensa del Bachillerato. ¿Qué opina de su labor?
Han sido muy activos, han defendido unos principios coherentes que tienen, además, una gran repercusión social. La situación peculiar de Canarias hace que las leyes generales que dicen que con menos de seis o siete alumnos no se puede dar una materia sean imposibles por la orografía del terreno. Ahí tiene que haber una implicación social y política muy importante para que ningún alumno quede desatendido. Han sido muy activos en la defensa, no solo del latín y el griego, sino de la literatura, de la lengua, de la filosofía, de la historia y del arte, de las humanidades en general.
De hecho, ellos dicen que este curso ha mejorado…
Cuando los políticos oyen fundamentos y razones, atienden a ellos. Los políticos no pueden saberlo todo. Necesitan consultar y por eso, muchas veces, la Sociedad Española de Estudios Clásicos ha sido un órgano consultivo en muchas administraciones de signo muy distinto.
¿Los estudios deben aprovechar el proceso de Bolonia para reinventarse o para reafirmarse?
Bolonia es clásica, es la universidad clásica donde las haya. Lo que pasa ha sido pensada por los políticos desde unos parámetros anteriores a los generados por la crisis. Nuestra situación cuando empiece a aplicarse Bolonia es muy distinta a cuando se concibió, de manera que tenemos que sufrir una adaptación a los principios de la realidad. Hay que replantearlo, porque no sé si hay dinero para aplicar la reforma. Bolonia se concibió en un momento de vacas y gordas y ahora vivimos una época de vacas flacas. Lo que sí debe mantener es el intercambio y la movilidad de profesores y alumnos. Lo más criticable de Bolonia es la parte mecanicista y mercantilista que tiene.
¿Tienen los profesores de clásicas parte de responsabilidad en la pérdida de peso de estos estudios?
Habrá profesores que tengan responsabilidad porque no hayan impartido su materia de una manera grata o vocacional, pero la culpa ha sido principalmente del mismo sistema de enseñanza. Nos hemos acostumbrado en los últimos veintitantos años a una sociedad fácil, sin obstáculos, sin sacrificio, y los estudios de latín y griego, como los de matemáticas, física o química, exigen una labor dura, no sólo por parte del profesor, sino también del alumno. Aprender una gramática bien, luchar con los diccionarios, leer horas y horas, todo eso conforma el cuerpo y el alma. En principio lo que más ha influido es el sistema del todo vale, el de todas las asignaturas son iguales. No es así: hay asignaturas más importantes que otras y son ésas las que modelan el espíritu.
Entonces, ¿es un problema del modelo pedagógico?
Los responsables máximos del desastre actual son los llamados pedagogos. Es un sistema fallido. Piense usted en lo que era la escuela gramatical inglesa, lo que era el bachillerato humanístico alemán. Ahí no metían mano los pedagogos. Hay un exceso enorme de intervención pedagógica.
¿Qué salidas laborales tiene un titulado en clásicas?
El aumento en Valencia está en relación con las salidas laborales. La única especialidad de letras en que un alumno que termina a las 22 ó 23 años a los 25 ó 26 es catedrático de instituto es clásicas. Es así porque la formación es muy dura y alguien que hace todos esos años en clásicas está muy bien formado para ir a una oposición y enseñar una materia. También porque la ratio entre el número de plazas y el número de opositores es mucho menor que en inglés o literatura española. Finalmente, porque en esta especialidad no hay paro. En Valencia me han llamado de institutos pidiéndome porque en la bolsa de trabajo no tenían nadie a alguien para una sustitución a un profesor de clásicas. Hemos recorrido doce promociones y todos estaban trabajando. Eso es una satisfacción.
Es una situación similar a la de las ciencias experimentales.
El paralelo más claro para clásicas es física, química y matemáticas, asignaturas que si se dan bien en el instituto producen inmediatamente a muy buenos alumnos en la universidad. Estos últimos años en las facultades de ciencias había muy poca gente, porque les fallaba la base que debe dar el Bachillerato. Ahora vuelven a ir porque la sociedad se autocorrige en sus errores.
Usted viene a Canarias a hablar de la importancia de los estudios clásicos en la conformación de Europa.
Desde que Pericles crea la democracia, toda Europa ha querido ir hacia la democracia. Desde que Pericles crea la unidad de moneda en Grecia, todo el mundo ha querido ir hacia la unidad de moneda, primero los latinos, luego los napoleones de turno y ahora la propia Unión Europea.
Y ahora que el proyecto europeo no termina de cristalizar, ¿es conveniente reivindicar más que nunca este legado común?
Lo que nos une es ese pasado en común. Pero no sólo a los europeos: piense a dónde llegaba el imperio de Alejandro Magno y el romano. Hay que ser ciudadanos por pertenecer a una cultura, no por ser de tal o cual país.