Jacinto Antón | Barcelona www.elpais.com 18/03/2007
Los historiadores debaten sobre la batalla de las Termópilas y la verdad de las guerras entre griegos y persas
Leónidas, el bravo y sufrido rey espartano, libra una nueva batalla. Correoso y con ganas de bronca como era, al héroe de las Termópilas seguramente le hubiera encantado el lío que se ha montado en torno a su última epifanía, la película 300, basada en el salvaje, arrebatadoramente violento y hermoso cómic de Frank Miller (Norma Editorial) sobre la batalla en la que cayeron frente al Ejército persa él y todos sus hoplitas de mantos encarnados. La polémica que envuelve al filme -las críticas por su retrato «racista» y denigrante con los persas y la abundancia de tópicos (el valor y la hombría espartanos frente a la cobardía y traición persas, el enjambre asiático ante la individualidad griega)- amplifica una discusión científica que aunque se libra en el discreto escenario de las publicaciones y los despachos universitarios no deja de emanar un inconfundible fragor bélico.
Desde hace unos años, las posiciones se han radicalizado entre los estudiosos que defienden una visión más tradicional y digamos prohelénica de las guerras médicas -las que enfrentaron a griegos y persas en el siglo V antes de Cristo- y los orientalistas, proiránios para entendernos, que reclaman una visión más equilibrada, justa y realista, a su entender, del conflicto. Estos especialistas, como el historiador Pierre Briant, autor de Histoire de l’Empire perse (Fayard), recalcan la importancia de las realizaciones culturales de la civilización persa y su cariz tolerante. Deploran «la negativa concepción eurocéntrica» que ha estigmatizado a los antiguos persas como los malos, y -aunque Briant no ha visto aún la película y no suele leer cómics- abominan, como se puede suponer, de estampas del estilo de las que brinda 300, con un Jerjes afeminado, cruel y cubierto de piercings, con más aspecto de salir de Hellraiser que de Persépolis.
«¡Ay de mí! ¡Con qué rigor se abatió el destino sobre la nación persa!», exclama Jerjes, «en cuyos ojos brilla el fuego sombrío de la mirada del sangriento Dragón» en Los Persas, la tragedia de Esquilo. Esa imagen de una terrible derrota del imperio persa no se corresponde, señala Briant, con la realidad: el imperio aqueménida (el de los persas) no entró en absoluto en declive tras las derrotas de Jerjes en la Segunda Guerra Médica (Salamina, Platea), sino que, de hecho, se mantuvo en la cima del poderío mundial todavía durante más de un siglo. En ese sentido, las derrotas habrían sido picaduras de mosquito en la piel del elefantiásico imperio de los Reyes de Reyes.
Más radical, George Cawkwell, profesor del University College de Oxford, afirma en su revulsiva The Greek Wars (2005) que los griegos fueron sólo «una distracción menor» de los soberanos persas, que tenían «problemas más importantes» en la administración de su vasto imperio.
Frente a esta visión pendular se alza la moderna ortodoxia que representan libros sabrosísimos como La batalla de Salamina, de Barry Strauss, de reciente publicación por Edhasa, o Termópilas, de Paul Cartledge, que aparecerá el próximo día 27 en Ariel, ambos de un pulso narrativo excelente aunque muy ceñidos a la visión tradicional del conflicto -Cartledge, profesor de Cambridge en el que despiertan unos sorprendentes entusiasmos los espartanos, incluso usa la secular comparación del imperio persa con el turco en decadencia, algo que aborrece Briant-.
Heródoto es uno de los blancos principales de los proiránios. Cawkwell no duda en asegurar que el historiador en el que se basa en buena medida nuestra visión tradicional de las guerras médicas simplemente «no entendió la compleja realidad del imperio persa». El profesor de Oxford enmienda la plana a Heródoto y defiende que los persas eran mucho más capaces militarmente de lo que aquél dio a entender, pues a ver si hubieran podido si no ganar y sujetar un imperio de tres millones de kilómetros cuadrados. «Las realizaciones militares persas no podrían haberlas efectuado hombres blandos y afeminados, a golpe de látigo, como los retratan las fuentes griegas», subraya. Es verdad que llevaban pantalones, el acabose de lo barbilindo para los espartanos. El número de tropas es un tema que lleva agua al molino de los revisionistas propersas: esas abigarradas hordas de millones que se mueven como nubes de langostas y se beben los ríos a su paso… Para Cawkwell, literalmente, Heródoto no sabía contar. Los persas habrían llevado, en su opinión, las tropas justitas, y éstas no serían inferiores en calidad a las griegas.
El silencio de las fuentes persas es para los unos la prueba de que las guerras significaron poco para los persas. Para los otros indica todo lo contrario: que un imperio autocrático no podía admitir la derrota.
Sea como fuere, resulta innegable que los griegos ganaron al fin y Grecia no se convirtió en una satrapía. Pero vencieron, apuntan los proiránios, porque el Ejército persa sufrió un problema irresoluble de abastecimiento. Los persas, sintetiza Cawkwell, perdieron por sus propios errores: fallos del alto mando y folie de grandeur. ¿Y las Termópilas? Si Leónidas y los suyos pudieron aguantar un tiempo los embates enemigos antes de convertirse en alfileteros de los persas, arguye el estudioso, fue por razones de geografía, no de valor.
El topógrafo de la antigüedad y novelista Valerio Manfredi defiende que el relato de Heródoto de la batalla, heroísmo incluido, está, pese a la sobredosis de épica, muy próximo a la verdad. «Los persas, obviamente, no eran millones pero sí 200.000 o 300.000, una enormidad, lo que tienen EE UU en Irak. Entiendo la moda de la persofilia, admito que la persa fue una civilización maravillosa, pero los griegos tenían conciencia del valor de su libertad. Lucharon y vencieron porque estaban dispuestos a morir antes que someterse. Eso no es un tópico. Y está en la raíz de la cultura occidental. Es el legado de las Termópilas. No lo vamos a cambiar por una mal entendida sensibilidad de lo políticamente correcto».Los orientalistas abominan de la imagen de Jerjes cruel y lleno de ‘piercings’.
Abel Grau | Madrid www.elpais.com 13/03/2007
Los ‘300’ espartanos de Frank Miller arrasan la taquilla de EE UU
La cinta, que recrea la batalla de las Termópilas en 480 a.C., recauda 70 millones de dólares el fin de semana de su estreno.
Las tres centenas de soldados espartanos que resisten como jabatos en el paso de las Termópilas ante el avance de las huestes persas, en 300, de Zack Snyder, han arrasado la taquilla estadounidense, con una recaudación de 70 millones de dólares (53 millones de euros) en el fin de semana del estreno, y han conseguido revitalizar de golpe la atracción por el género del peplum.
La cinta, que adapta el cómic homónimo del dibujante y guionista estadounidense Frank Miller, ha ingresado más que el resto de las diez películas más taquilleras juntas. Y seguramente superará sin problemas la recaudación de otras dos grandes recreaciones épicas como Troya, de Wolfgang Petersen, que consiguió 133 millones de dólares (100 millones de euros) en EEUU, sobre un presupuesto de más de 180 millones de dólares (136 millones de euros), y Alexander, de Oliver Stone, con 34 millones de dólares (25 millones de euros) sobre un presupuesto de 150 millones (113 millones de euros). La cinta se estrena en España el 23 de marzo.
“Los peplums no van a volver a ser lo mismo, esperemos, después de lo que hemos hecho con ellos”, ha declarado Snyder a la revista Premiere. El cineasta quiere colocarse así junto a Ridley Scott, que con su Gladiator rescató el género y lo sentó en el trono de los taquillazos. La hazaña de Snyder tiene más mérito si se tiene en cuenta que ha contado con un reparto de actores prácticamente desconocidos, como Gerard Butler (Leónidas), Lena Headey (Reina Gorgo) y Dominic West (Theron).
Snyder (Amanecer de los muertos) se ha centrado en detallar la carnicería de los combates cuerpo a cuerpo, con desmembramientos y huesos triturados, en medio de destellos de oro bruñido y charcos de sangre, bajo un cielo tenebroso. Los enfrentamientos están regidos por una coreografía de videojuego en la que los espartanos saltan y trazan piruetas en el aire a cámara lenta antes de hundir la espada en el enemigo persa, embozado de negro y oculto tras máscaras metálicas de mueca expresionista. El resultado es una combinación de la velocidad narrativa de The Matrix y la textura satinada e irreal de Sin City, de Robert Rodríguez, que, por cierto, es otra adaptación de un cómic de Miller. El trailer se puede ver en YouTube desde hace meses.
Más cerca del videojuego que de la fidelidad histórica
El largometraje recrea de manera libérrima y con bastante despreocupación por la fidelidad histórica la batalla del paso de las Termópilas, un corredor costero junto al golfo de Malis, acaecida en el 480 a.C. Los libros de historia sostienen que Leónidas, rey espartano, lideró una coalición de ciudades-estado griegas para enfrentarse al irrefrenable ejército persa.
Ante la desproporción numérica (7.000 helenos contra 120.000 persas), Leónidas decidió que la retirada era la mejor opción, pero para que fuese viable alguien debía retener a las huestes del monarca Jerjes para asegurar la huida. Llamó a sus trescientos mejores hombres y junto a 700 voluntarios griegos se atrincheraron en un paso cuyo nombre aún resuena 2.500 años después: las Termópilas.
El enfrentamiento, prácticamente un suicidio, consiguió retener a los persas el tiempo suficiente para que la flota griega se rearmara. En la batalla de Salamina, poco después, Atenas aplastó a la marina de Jerjes, cambió el curso de la guerra y de paso evitó que la superpotencia asiática comenzara la invasión de Europa.
Snyder ha advertido desde el principio de que su intención es ofrecer una película entretenida antes que una recreación histórica. “He querido hacer una película para mí. Siempre que veo una película como ésta me parece que todo acaba cuando se pone interesante. Siempre quiero un poco más que no me dan. Quiero subir un poco el volumen y que digas: ‘¡Qué es eso! ¡Estás alucinando! ¡Eso no lo hicieron de verdad!’. Incluso en las escenas de sexo; no es porno, pero está al límite”.
La cinta se inspira en el cómic de uno de los dibujantes más revolucionarios de este arte, Frank Miller, autor de la refundación de Batman en la miniserie Dark Knight, en la que un hombre murciélago retirado y cincuentón vuelve para ajustar cuentas con los malos de Gotham City. Miller también es responsable de la revitalización de Daredevil, el hombre sin miedo, y a la ninja griega Elektra, en sendas miniseries de la editorial Marvel, y es el creador de la colección neo-noir Sin City.
Madrid www.elpais.com 13/03/2007
El filme ‘300’ enfurece a la prensa iraní
La cinta recrea la batalla de las Termópilas, entre griegos y persas, en el siglo V a.C.- Los medios iraníes sostienen que los persas son descritos como «salvajes» e «imbéciles»
El peplum americano 300, que recrea la célebre batalla de las Termópilas, entre griegos y persas, ha concitado las iras de la prensa iraní porque considera que retrata a estos últimos (Irán se extiende hoy en el territorio de la antigua Persia) como «salvajes». Los medios iraníes sostienen que la cinta forma parte de una «guerra psicológica» ejercida por Estados Unidos.
«Hollywood le ha declarado la guerra a los iraníes», ha exclamado el diario reformista Ayandeh-No, como crítica al filme inspirado en el cómic homónimo de Frank Miller, que relata cómo los griegos, en inferioridad numérica, consiguieron detener al ejército persa de Jerjes.
Según el periódico, «el mensaje que recibe el espectador es que Irán, que sigue formando parte del eje del mal, es una fuente de mal desde hace tiempo y que los ancestros de los iraníes son los asesinos salvajes e imbéciles descritos en 300.
Un asesor cultural del presidente Mahmud Ahmadineyad ve en la cinta «una guerra psicológica americana contra Irán». «Los funcionarios americanos de la cultura han pensado que podían darse una satisfacción mental saqueando el pasado histórico de Irán e insultando a su civilización», ha señalado Javad Shamagdari, en declaraciones recogidas por France Presse.
Tres diputados han exhortado al Ministerio de Asuntos Exteriores a protestar de manera oficial contra la producción y contra la difusión «de esta cinta hollywoodiense anti-iraní», según la agencia Fars.
La película adapta un cómic del dibujante estadounidense Frank Miller, que se inspira de manera libre en la batalla acaecida en el 480 a.C. y que significó un punto clave para frenar el avance del imperio persa aqueménida.
Teherán normalmente autoriza la proyección de pocos filmes extranjeros, pero el mercado de copias ilegales está creciendo. Un iraní de 30 años, Alí, citado por France Presse, que ha visto el filme de Zack Snyder, explica que «los iraníes se han vuelto muy susceptibles después de ser descritos durante 30 años como terroristas bárbaros».
Los internautas iraníes también han lanzado una petición para criticar 300, indignados porque se describe al monarca persa Jerjes como «homosexual» y al ejército persa como una banda de «monstruos deshumanizados».