[Panorámica del área cubierta del Palacio de Néstor en Pilos. (Fæ / CC-BY-SA-3.0)]
David Martín González lavanguardia.com 04/12/2019
La Pilos más antigua, referida en la Odisea, es un botín para la historia. Sus restos aportan nuevas teorías sobre la relación entre minoicos y micénicos
“¡Néstor Nelida, gloria insigne de los aqueos! Preguntas de dónde somos. Pues yo te lo diré. Venimos de Ítaca, situada al pie del Neyo, y el negocio que nos trae no es público, sino particular. Ando en pos de la gran fama de mi padre, por si oyeres hablar del divino y paciente Odiseo. El cual, según afirman, destruyó la ciudad troyana, combatiendo contigo”.
Estas palabras sonaron, si damos crédito a Homero, en el palacio de Néstor, rey de Pilos, después de que Telémaco, hijo de Odiseo, entrase por la puerta buscando a su progenitor con el objetivo de devolverlo a Ítaca para poner fin a los desmanes de los pretendientes de su madre, Penélope. Palabras e historias como esta fueron las que impulsaron durante siglos a los arqueólogos.
En especial a uno, Heinrich Schliemann, un peculiar millonario prusiano obsesionado con los textos homéricos que, guiado por su pasión y su fortuna, se lanzó a buscar los lugares donde, a su parecer, debieron de desarrollarse las gestas de los antiguos griegos. Y los encontró. O al menos parte de ellos, ya que dio con Troya y con otros puntos de la geografía épica griega. Salvo con el palacio de Néstor al que llegó Telémaco. Eso fue cosa de un griego.
El descubrimiento
Konstantinos Kourouniotis fue uno de los principales arqueólogos griegos de los siglos XIX y XX. Hacia 1939 descubrió un yacimiento cerca de Pilos, al suroeste de la Grecia continental, e invitó a su amigo Carl William Blegen, de la Universidad de Cincinnati, a que echase un vistazo. Este último reclutó un equipo y empezó las excavaciones en el acto, pero la Segunda Guerra Mundial puso fin a sus pesquisas.
Antes de que estallara el conflicto habían aparecido algunos descubrimientos de importancia. Entre ellos, un sinfín de tablillas con una escritura conocida como lineal B. Se trata de un griego arcaico compuesto por signos silábicos e ideográficos del que se sirvió con fines administrativos la cultura micénica, la que precedió a la Grecia clásica. Aquello dio una pista sobre la relevancia del yacimiento descubierto.
Las ruinas que fueron apareciendo, tanto en aquellas excavaciones como en las que continuaron en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, demostraron que aquel lugar había constituido un centro de gobierno y, a juzgar por el funcionamiento de la cultura micénica a la que parecía corresponder el hallazgo, aquello había sido un palacio de peso. Una bañera lo convertiría en el del mítico Néstor.
El baño de Telémaco
El de Pilos es el palacio de la Edad del Bronce mejor conservado del continente griego. En tiempos tuvo dos plantas, y debió de ser una construcción de altitud considerable, lo suficientemente visible desde la lejanía como para que a Telémaco no le resultara difícil dar con él. Habría sido construido hacia 1450 a. C. para dominar y proteger la vida de unas cincuenta mil personas.
Y debió de ser un centro económico conocido en toda la región, ya que entre sus restos se han encontrado miles de copas de cerámica sin usar y varios tipos de talleres destinados a producir cuero, aceites perfumados, lino y piezas de bronce.
Lo que transformó el complejo en el palacio de Néstor fue, entre otras cosas, la Odisea de Homero. Este cuenta en su popular relato que, al llegar a las puertas del palacio del rey de Pilos, Telémaco se topó con un sacrificio de toros para disfrute de Poseidón. Blegen confirmó este rito como habitual en la cultura micénica tras encontrar restos de un holocausto en honor a dicho dios durante sus excavaciones.
Pero, además, el conocido como palacio de Néstor guarda un peculiar accesorio: una bañera de terracota. Aquel objeto de lujo fue descubierto en una sala del palacio, e hizo pensar a los arqueólogos en otro episodio homérico. En este caso, en el que cuenta cómo Néstor manda a su hija Policasta a bañar en hospitalidad griega al joven Telémaco antes de su viaje en pos de Menelao de Esparta.
Más allá de la relación buscada con el mito, lo cierto es que en las tablillas encontradas en el palacio no se hace referencia alguna a Néstor o a cualquiera de sus descendientes. La magia de Homero pesa más que cualquier evidencia científica.
Guerreros y burócratas
Con o sin Néstor al mando, aquel palacio fue de una importancia vital, y probablemente dominó el antiguo reino de Pilos hasta que fue destruido en 1200 a. C. a causa de un incendio. Tal vez fue provocado o tal vez fortuito, pero la primera hipótesis parece ser la más certera, a juzgar por los datos encontrados en las excavaciones. Las tablillas de lineal B desenterradas ponen de manifiesto que los habitantes del palacio se estaban preparando para defenderse de algún tipo de amenaza.
Una amenaza que quizá fue parte de lo que acabó con la cultura micénica. Este pueblo había sustituido en aquella zona del Mediterráneo a la cultura minoica, proveniente de Creta. Sus integrantes eran adictos a la guerra, la colonización y el comercio, y asentaron su poder centralizando una reglada sociedad alrededor de importantes complejos palaciegos como el de Néstor.
Todo el aparato micénico funcionaba gracias a una casta de escribas, tan burocratizados que llegaban a consignar y enumerar hasta las ruedas de los carros en desuso. Gracias a las tablillas que redactaban hemos podido conocer mejor a estas gentes y sus vidas cotidianas. En materia religiosa, los micénicos rendían un profundo culto a la muerte, y sentaron las bases de lo que sería la religión griega.
En su imaginario colectivo ya aparecían dioses como Zeus o Hera. No está del todo claro por qué aquel pueblo acabó sucumbiendo. Se ha especulado con que sufrieron una sucesión de desastres naturales, con que su sistema centralista colapsó o con que fueron eliminados por una civilización rival, como habrían hecho previamente ellos con los minoicos. O como pensábamos que habían hecho los micénicos con los minoicos hasta que apareció un tal “Guerrero del grifo”.
Un bonito cadáver
En octubre de 2015, un equipo de la Universidad de Cincinnati, liderado por el matrimonio de arqueólogos Sharon Stocker y Jack Davis, acudió al complejo arqueológico de Pilos con la esperanza de seguir la estela de Blegen. Pero la burocracia griega y una huelga de abogados se cruzaron en su camino. Así pues, se fueron a un olivar cercano, despejaron el terreno y empezaron a trabajar sobre un grupo de piedras que formaban una esquina.
[Los restos del palacio de Pilos son los mejor conservados de la Edad de Bronce en la zona. (Dimitris19933 / CC-BY-SA-4.0)]
Aquello podía ser cualquier cosa. Un muro agrícola de reciente construcción, los restos de una casa moderna o una casualidad geológica. Así que la esperanza de un gran descubrimiento era escasa hasta que el pico de Flint Dibble, un miembro del equipo, arrancó a la tierra un destello verde. El color que produce el bronce al oxidarse. A partir de ese momento, los arqueólogos desenterraron un tesoro arqueológico increíble.
Y, rodeado de oro y gemas, el esqueleto de un hombre en la treintena, con un cráneo aplastado que en tiempos debió de estar cubierto por una melena de escándalo, a juzgar por los peines que se encontraron a su alrededor. Aquella tumba, al contrario que otra descubierta al nordeste del palacio en forma circular, o de tholos, no había sido expoliada. Y mientras el tholos de Pilos también guardaba ocultos de los saqueadores algunos objetos de oro, fragmentos de marfil, loza y sellos de amatista, el botín localizado en la nueva tumba era mucho mayor.
El tesoro que lo cambia todo
Copas de oro, jaspe, ágata, anillos… Y una pieza de arte antiguo única. Una gema tallada, una especie de sello esculpido al detalle que muestra a un guerrero derrotando a otro en combate singular. La pieza más impactante de las 3.000 halladas en la tumba. Pero el Guerrero del grifo custodia algo todavía más preciado: una pista sobre lo que pudo ocurrir con los minoicos de Creta.
Y es que la tumba del Guerrero del grifo, así nombrada por las figuras de grifos que aparecen en parte del ajuar del melenudo guerrero, muestra una gran cantidad de objetos con símbolos que, más que micénicos, parecen minoicos. Como las tauromaquias o las escenas protagonizadas por sacerdotisas. Estas muestras hacen que los científicos se replanteen las relaciones entre ambas culturas.
Quizá lo que comenzó como una pugna, una lucha a golpe de expediciones de saqueo y de operaciones defensivas, acabó con los micénicos asimilando la cultura minoica. Y de aquella asimilación surgió el pueblo de los mitos de Homero. La Grecia de Aquiles, Odiseo, Agamenón y Néstor. Nombres que a día de hoy siguen animando a los arqueólogos en su búsqueda de aquellas gentes que sentaron las bases de lo que acabaría convirtiéndose en Europa.