En su nuevo libro ‘Historia de Roma. Orígenes’, el especialista y profesor en la UNED pretende sacar de la oscuridad mítica la etapa inicial de la civilización romana
David Martín González www.lavanguardia.com 28/03/2025
En originalidad, a Pedro Ángel Fernández Vega no le gana nadie a la hora de escribir sobre Roma, algo que demuestra la bibliografía de este doctor en Historia Antigua por la Universidad de Cantabria, que ha tratado desde las corrupciones de la ciudad del Tíber a las persecuciones derivadas del escándalo de las Bacanales, pasando por un estudio alternativo de los liderazgos en la Segunda Guerra Púnica en el que Escipión y Aníbal son personajes prácticamente secundarios.
Ahora, Fernández Vega regresa ofreciendo al lector Historia de Roma. Orígenes, una obra editada por Arpa en cuyas páginas encontramos cómo se fundó Roma y cómo pasó de monarquía a república, combinado con una ágil exposición de los hechos que nos obliga a redefinir lo que sabemos sobre los orígenes del populismo, el viaje a la democracia o el papel de la mujer en la antigüedad.
¿Hasta qué punto es historia y hasta qué punto mito lo que sabemos sobre los orígenes de Roma?
Hay historiadores que practican una enmienda a la totalidad y descartan todo lo anterior a los reyes de origen etrusco, a los Tarquinios. A mí me merece respeto la tradición romana, el legado de Livio, Dionisio de Halicarnaso o Plutarco. ¿Por qué conferir más crédito a quien opina que los anteriores reyes no existieron, que otorgárselo a la tradición romana?
Incluso siendo impostada, la tradición mítica y legendaria nació para arropar de justificación y legitimidad las estructuras fundacionales y las instituciones romanas. Debemos interpretar en esas claves el ropaje mitificador de Rómulo, el fundador de Roma, o de su sucesor Numa Pompilio, el autor del ordenamiento religioso.
«Rómulo y Remo», de Rubens (Terceros)
Roma empieza siendo una monarquía, pero también se vota y hay asambleas… Suena mucho a lo que luego sería la república.
Uno de los aspectos curiosos a constatar en los reyes, cuando se duda de su verosimilitud, sería el cariz diferente que muestra cada reinado. Sus peculiaridades dan motivos para aceptarlos. Los hubo más autoritarios y hasta tiránicos, y los hubo más populares. En general, se aprecia tensión entre el poder monárquico y los senadores, y realmente cuando el Senado y las asambleas cobran vitalidad y protagonismo singulares parece haber sido en los interregnos.
Solo dos reyes fallecieron por la edad, por causas naturales, en reinados siempre muy largos para la esperanza de vida estimable en aquella época, y esto es otro motivo para desconfiar del relato. Tras los regicidios pudo estar la aristocracia senatorial, y esto se denuncia de manera clara en el caso de Rómulo.
Durante esos interregnos, el Senado, nutrido por patricios, pasa a regir Roma. Hasta poder postular un sucesor, designa interreyes como magistrados. Y el pueblo reunido en comicios se encarga de refrendar y otorgar el mando a un nuevo rey, siempre que los dioses se muestren propicios a través de los auspicios: del vuelo de las aves o de los signos que los augures (patricios por supuesto) aprecien favorablemente en el firmamento.
Al leer sobre cómo nace Roma, ¿por qué da la sensación de que absolutamente todo lo que esta ciudad fue después estaba ya ahí?
Las fuentes avalan las estructuras o las instituciones que permanecieron invocando a tradiciones remontables a la época de la monarquía. El mos maiorum, la costumbre, les portaba legitimidad. La idea de que algo siempre fue así otorgaba carta de naturaleza.
Por lo demás, sobre Roma se han creado muchos estereotipos. Hoy se tiende a proyectar el presente sobre el pasado, y podemos incurrir en presentismo. No ocurre con los historiadores normalmente, sino con profanos de otras disciplinas (novela, por ejemplo, o periodismo), y a veces con algunos divulgadores excesivamente coloquiales o contemporizadores. El error, como decía, consiste en proyectar el presente sobre el pasado cuando lo metodológicamente correcto sería reconocer en el pasado precedentes del presente.
Mosaico que representa a la loba capitolina y a Rómulo y Remo (Dominio público)
En el origen de Roma encontramos rebeliones de esclavos o iniciativas populistas… ¡siglos antes que Espartaco o los Gracos!
Conviene manejar la terminología con cautela. Los primeros esclavos en rebelarse a poco de comenzar la república pudieron ser en buena medida los propios ciudadanos romanos esclavizados por deudas. Esto constituyó un grave problema social. El desahucio era integral: de propiedades, de hogar y hasta de libertad y derechos, para acabar en situación de servidumbre.
Ante un problema radical, un líder eventualmente puede orquestar un movimiento contestatario que llega a cuestionar el orden patricio establecido, mientras reclama tierras para los romanos y sus aliados. Parte de la respuesta consistió entonces en crear una alternativa no menos popular, pero excluyente o xenófoba, de signo opuesto: tierras solo para los ciudadanos romanos.
La deuda con la cultura griega
Presenta en su libro una gran cantidad de personajes que parecen conformar la mitología romana, hasta el punto de que el lector puede preguntarse: ¿le deben los romanos a los dioses griegos menos de lo que pensamos?
El sincretismo o la convergencia del mundo religioso, y singularmente supersticioso, de los romanos con el de los griegos es innegable. Sin embargo, hubo confluencia, tal vez asimilación, pero no entrega. El sustrato latino y romano existía. Se relacionó con el griego, pero ni siquiera los nombres de los dioses mutaron. Como de manera tradicional se estudia antes Grecia que Roma, tendemos a verlo como un precedente y olvidamos que la cultura griega fue prácticamente sincrónica de la romana. Llegó antes a su cenit, pero la romana se impuso y pervivió todavía más de seis centurias.
¿La historia de Roma es, desde sus orígenes, una lucha de clases?
Más que una lucha de clases, en terminología marxista, se ha hablado de “conflicto de órdenes”, para prevenir connotaciones ideológicas. Nos referimos a la cuestión histórica que enfrentó a patricios como prestamistas y acaparadores de tierras, que controlaban el poder político, y a una plebe reivindicativa. Se llegó a episodios de violencia momentánea y a la eliminación de un tribuno, pero la reivindicación optó por la resistencia insumisa a la leva de tropas, y en último extremo por la secesión, el abandono de la ciudad, como medidas de presión. No fue lucha en forma de violencia desatada. Y reconocido esto, tal vez se pueda añadir que se ha tendido a rehuir y minimizar un tema controvertible ideológicamente, subversivo.
Resulta muy llamativo el nivel de endeudamiento de los romanos en épocas tan tempranas. ¿A qué se debía?
Las malas cosechas, por inclemencias meteorológicas, por ejemplo, han provocado durante toda la historia hambres y endeudamiento. Las guerras de aquellos tiempos con los pueblos vecinos podían afectar también: quema de cosechas, ausencia de los ciudadanos alistados como legionarios en el momento de la cosecha… Ante la escasez de grano, sobreviene la carestía y, para colmo, se denuncian encarecimientos de precios planeados por especuladores no ajenos al orden senatorial. Los préstamos a usura complicaban la situación a la gente modesta en el marco de una estrategia de acaparamiento de tierras y esclavos por parte de los ricos, miembros de la primera clase y de la élite de los caballeros.
Esclavos en el Imperio romano. Relieve en mármol, s. III (Soerfm/CC BY-SA 2.0)
Roma era machista. Sin embargo, en sus páginas vemos una pugna entre la imagen de mujeres decididas como Tulia Tarquinia frente a la de Lucrecia, que se suicida tras ser violada. ¿Por qué acaba prevaleciendo el sometimiento como cualidad esencial de la mujer ideal romana?
Es esta la que se preconizó en una sociedad patriarcal y la que plasman las fuentes, escritas por varones. Episodios como el de Lucrecia o el de Virginia (antes muerta que ultrajada) hacen que cristalice el modelo convencional de matrona púdica, casta, ama de casa y entregada a las labores de la lana. Entre líneas se puede entrever que la necesidad de insistir en ese modelo es trasunto de una realidad más diversa. Aparecen mujeres empoderadas como Tanaquil, o con carro, como Tarquinia. También mujeres mediadoras. Lucrecia, de hecho, brillaba ejemplarmente, porque las demás no seguían su ejemplo. La historia de Roma no ha acabado de escribirse de manera inapelable. Nuestras fuentes quedaron escritas, pero los historiadores interpretamos.
FUENTE: www.lavanguardia.com