G. García | Madrid www.intereconomia.com 05/02/2011
El asalto al Museo de El Cairo recuerda que la destrucción del patrimonio es habitual desde hace siglos. La Biblioteca de Alejandría, entre las víctimas más ilustres. Roma fue saqueada más de media docena de veces.
La oleada de protestas que se desencadenó la semana pasada en Egipto para pedir la salida del poder de Hosni Mubarak fue aprovechada por unos ladrones para entrar por la fuerza en el Museo Egipcio de El Cairo, que contiene una de las colecciones más valiosas del mundo. Según explicó el director del centro, los ladrones “parecían buscar oro” y “no entendían el valor histórico de los artefactos”. Los daños que causó su paso fueron graves: 70 piezas han resultado dañadas, varias estatuillas hechas pedazos y dos momias destrozadas.
No es la primera vez que el arte sufre debido a las convulsiones de la política y de la Historia. Los saqueos y destrucciones del patrimonio de una civilización son comunes desde la antigüedad. Una de las víctimas más ilustres ha sido la Biblioteca de Alejandría, foco de la cultura helénica. Su destrucción sigue siendo un misterio histórico –ha sido atribuida, según las fuentes, a romanos, judíos, cristianos y árabes–, y se debió, al parecer, a una serie de desastres, incendios y saqueos que se sucedieron en esta ciudad a lo largo de varios siglos.
Fueron muy pocos los pueblos conquistadores que respetaron las creaciones de sus vencidos: el impresionante Etemenanki babilonio – “templo de la creación del cielo y de la tierra”, de resonancias babélicas– fue destruido por los persas; Roma y sus tesoros fueron saqueados por los galos, los visigodos, los vándalos, los ostrogodos, los sarracenos, los normandos y las tropas de Carlos V.
Adiós, maravillas
Y de las Siete Maravillas del Mundo, sólo queda la Gran Pirámide de Gizeh: los jardines colgantes de Babilonia fueron destruidos por los partos; el templo de Artemisa por los godos; y la estatua de Zeus en Olimpia por Teodosio II, cuando prohibió el culto pagano. Los terremotos acabaron con el resto.
También han desaparecido civilizaciones enteras. El mítico reino de Tartessos, situado en los márgenes del Guadalquivir entre los siglos VIII y VI aC, desapareció sin dejar rastro. Incluso se duda de que existiese realmente. Su decadencia se atribuye a invasiones fenicias y cartaginesas, aunque también pudo deberse a causas naturales. Y de grandes capitales como Cartago y Persépolis apenas quedan unas pocas ruinas…
Sin ir tan lejos en el tiempo, el centro del Londres medieval se perdió casi completamente en el gran incendio de 1666, que comenzó por culpa de un simple accidente en una panadería. La catedral románica de Santa María de Segovia fue destruida durante la Guerra de las Comunidades de Castilla, y ciudades centenarias como Berlín y Dresde quedaron destrozadas en la Segunda Guerra Mundial.
Recientemente, destacan la destrucción sistemática de las estatuas de Buda en Afganistán –las mayores del mundo, con 2.000 años de antigüedad– por parte de los talibanes, y el saqueo del Museo Nacional de Irak en 2003, durante la invasión de Estados Unidos. En este último caso, el FBI cifra las piezas robadas en unas 10.000, algunas milenarias y de valor incalculable.
Salvamento
A menudo, sin embargo, se ha luchado por salvaguardar el patrimonio artístico en medio de las circunstancias más adversas. Durante la Guerra Civil española, el Gobierno republicano creó un Comité Internacional para el Salvamento de los Tesoros de Arte que trasladó centenares de cuadros del Museo del Prado a Suiza para protegerlos de los bombardeos. En la posguerra, Franco los recuperó. En realidad, los dos bandos desarrollaron políticas de protección de las obras de arte durante el conflicto armado.
Ahora, en Egipto, los ciudadanos se han organizado en grupos de seguridad para proteger el Museo de El Cairo de nuevos asaltos. Nadie quiere que la tumba de Tutankamon pase engrosar esta lista de obras ahogadas en las mareas de la Historia.