Miguel Angel Monteagudo atenasdigital.com 07/04/2011
El Metro de Atenas es, como cabría esperar, el medio más rápido y cómodo de desplazarse por la ciudad. Esto es extrapolable, muy probablemente, a cualquier ciudad que cuente con una red de transporte subterráneo. Sin embargo, en Atenas el contraste entre el transporte en superficie y el subterráneo es brutal. Mientras que arriba el espeso tráfico y el deteriorado estado de muchos de los autobuses hacen que un sencillo trayecto a vista de mapa se prolongue hasta la desesperación, desplazarse bajo tierra puede llegar a ser más que un placer, una experiencia muy educativa.
La red de metro es bastante limitada, con tan sólo dos líneas (azul y roja), si no contamos la línea 1 (verde), que corresponde al “Ilektrikós”, un tren eléctrico inaugurado el siglo XIX que une (casi siempre en superficie) el puerto de El Pireo con los aristocráticos barrios del norte. El Metro se ha convertido, desde su inauguración en el año 2000, en el orgullo de los atenienses. Sus estaciones son luminosas, limpias y amplias; los convoyes, cómodos y modernos; y aunque joven y pequeño, podemos decir que está a la altura del de otras capitales europeas (algo que no sucede con demasiada frecuencia en la Atenas actual). Pero esto no es todo, porque este metro cuenta con una particularidad que muy pocos pueden ofrecer: en determinadas estaciones se convierte, además, en museo. Así que si fuera el calor empieza a ser insoportable o está cayendo un buen chaparrón, que aquí también los hay, sepa el visitante que la ruta arqueológica puede continuar en las entrañas mismas de la Polis… ¡Dónde mejor!
Tomemos como punto de referencia para nuestra ruta arqueológica subterránea la estación de “Syntagma”. Allí encontramos expuestos en urnas de vidrio todo tipo de objetos de gran valor histórico, desde estelas funerarias hasta vasijas, pasando por un mosaico de la época romana. Sin embargo, lo más espectacular, sin lugar a dudas, es la inmensa pared de metacrilato que nos muestra una disección del terreno que hoy alberga el vestíbulo de la estación con mayor tránsito de la red de metro.
Basta echar una ojeada para darse cuenta de la inmensa labor que debió haber sido la construcción del metro y de los siglos y siglos (¡y siglos!) de historia del lugar donde hoy se erige el Parlamento. Los diferentes estratos son reconocibles a simple vista: abajo, una cañería de cerámica del siglo V a.C.; más arriba, el empedrado del antiguo camino al pueblo de Mesogea; más arriba todavía, los huesos de un esqueleto que descansan en su tumba desde el siglo IV a.C.
A tan solo una parada en dirección sur por la línea 2 (roja) la estación “Akropoli” nos recibe con una copia de los relieves del Partenón a lo largo de ambos andenes. No obstante, lo más interesante es, sin duda, la vitrina que encontramos en el piso superior, junto a las escaleras mecánicas, donde se exponen diferentes objetos cerámicos (en su mayoría, enseres domésticos) que salieron a la luz durante las excavaciones de la estación más próxima a la Roca Sagrada.
Si tomamos esta misma línea pero en dirección norte, en seguida llegaremos a la estación “Panepistimio”, parada obligatoria para admirar lo que los lugareños llaman “la trilogía ateniense”: tres edificios neoclásicos que albergan la Biblioteca Nacional, el rectorado de la Universidad y la Academia de Atenas. Una vez más, en nuestro ascenso a la superficie, recomendamos detenernos un momento en las urnas de vidrio frente a la ventanilla de venta de billetes, donde encontraremos diversos objetos funerarios, extraídos de un antiguo cementerio que se encontraba en la esquina del edificio de la Academia (calles Panepistimiou y Sina).
Pero no solo encontraremos sorpresas en las estaciones de la línea roja. Tomando de nuevo Syntagma como punto de partida, a una parada hacia el este en la línea 3 (azul), llegamos a “Evangelismos”. Allí, antes de salir a la concurrida avenida Vasilisis Sofias, que alberga algunas de las mansiones más imponentes de la ciudad, volvemos a tropezarnos con una pared de vidrio que nos muestra una cañería de cerámicas y varios objetos más en exhibición.
Sin embargo, la estación más impresionante en cuanto a restos arqueológicos se refiere es, sin duda, “Monastiraki”, donde se unen la línea 3 (azul) con el “Ilektrikós” (que comienza aquí su trayecto subterráneo). Esta estación, relativamente reciente a pesar de tratarse de un punto tan céntrico, ha supuesto uno de los mayores retos para la ampliación de la línea azul al oeste. Aquí no encontraremos objetos expuestos en urnas ni disecciones del terreno, sino un pedacito de ciudad subterránea al alcance de nuestra mano: arcos, cimientos de edificios, acequias por las que aún corre el agua… Todo ello muy bien explicado en un gran panel que reproduce las diferentes capas del terreno de una de las plazas míticas de Atenas, donde convergen las tres grandes culturas de esta ciudad: la clásica, la cristiana y la otomana.
Hay más estaciones que esconden sorpresas arqueológicas en su interior, pero dejemos que sea cada cual el que por casualidad las descubra. Después de todo, parte del encanto de esta red de metro tan moderna (y precisamente por eso, un tanto aséptica para algunos) es que no se sabe qué reliquia se encuentra a la vuelta de la esquina o al final de la escalera, incluso en las estaciones más alejadas del centro. Por eso, cualquiera que sea su trayecto, tengan siempre los ojos bien abiertos. Esto es un consejo que se aplica en general a cualquier rincón de esta ciudad. ¡Buen viaje y que disfruten de la exploración!
Autor: Miguel Angel Monteagudo (blog: Chinpon en Atenas)