Antonio Alvar Ezquerra larazon.es 02/10/2021
Fallece el catedrático emérito de Filología griega y doctor honoris causa, un curioso insaciable y ejemplo de entrega.
La noticia de la muerte de D. Luis Gil me sorprende lejos de mi casa y me llena de tristeza. Su desaparición deja un vacío irremediable pues él fue para mí -y para muchos filólogos e historiadores de mi generación- un referente del trabajo bien hecho, de la pasión por el saber y de la hombría cabal. Lo conocí en los primeros setenta, cuando comencé a estudiar Filología clásica en la Universidad Complutense y desde entonces, aunque no con la frecuencia que hubiera deseado, gocé de su magisterio. No es este el momento de recordar los inagotables hitos de su quehacer académico, de sus publicaciones incontables, de los premios, honores y distinciones recibidos.
Me basta con evocar al hombre que marcó con su ejemplo lo que debe ser un profesor universitario de los pies a la cabeza: su insaciable curiosidad por el saber le llevó desde la entomología -siguiendo las huellas paternas-, eso sí, pasada por la filología, cuyo fruto más notable y poco seguido fue su Tesis doctoral sobre los nombres de insectos en griego antiguo, hasta el espionaje contra el turco por parte de los Austrias hispanos con ayuda de los persas, pasando por Aristófanes y Sófocles, por Platón y Luciano, por el mundo del Nuevo Testamento o por estudios ya clásicos sobre la inspiración o la censura en el mundo antiguo. Pero quizás de entre todos sus libros el que ha tenido más impacto ha sido su monumental obra sobre el humanismo español, en el que hemos bebido y aprendido varias generaciones de filólogos.
FUENTE: larazon.es