Miguel Ángel Criado www.huffingtonpost.es 05/01/2014

El Código Civil, los acueductos, el divorcio… y los regalos y gran parte de las costumbres navideñas. En la antigua Roma ya se intercambiaban obsequios y se realizaban buenos propósitos ante el nuevo año: la Iglesia se limitó a adaptarlos cuando los cristianos emergieron de las cenizas del imperio.

En la segunda mitad de diciembre, los romanos celebraban las Saturnales, dos semanas de festejos en honor al dios Saturno en las que, por ejemplo, los esclavos recibían sus pocos días libres y raciones extra de comida. Acababan con las sigilarias, por las que romanos de todas las clases se intercambiaban regalos.

Tras analizar a fondo los textos de Séneca el joven y de Marco Valerio Marcial, ambos nacidos en Hispania, el experto en estudios clásicos de la Universidad de Reading (Reino Unido) Matthew Nicholls no puede evitar encontrar una conexión directa entre aquellas fiestas y las actuales.

El 23 de diciembre, los romanos regalaban a los suyos salsa de pescado, tarros de miel, botellas de vino, aceite, cajas de lápices, perfumes y hasta palillos de dientes. En uno de los epigramas de Marcial se habla también de una especie de jersey hecho en telares del Sena que, como decía el poeta de Calatayud, «eran un tejido bárbaro, algo tosco, pero que no debe ser despreciado en un mes frío como diciembre».

«Las obras del poeta Marcial muestran que los que recibían los regalos deberían poner la misma cara de circunstancias que nosotros», dice Nicholls. El regalo oficial, el más tradicional era una bolsa con algunos frutos secos. Pero entre los más pudientes, se regalaban pergaminos con algunas de las obras más conocidas de los griegos. Marcial menciona sin embargo una novedad que hacía furor en su tiempo: una especie de hojas atadas con hilo y pastas duras. Es una de las primeras pistas de la aparición de los libros, entonces en forma de códices.

«Se dice que un sólo códice puede contener toda la Ilíada y la Odisea de Homero o la totalidad de los volúmenes de historia de Tito Livio», escribía Marcial hace casi 2.000 años. Como con las tabletas de hoy, ya entonces les importaba la capacidad de almacenamiento.

Pero más que los regalos, Nicholls, creador de una versión virtual de la Roma Imperial, cree que las sigilarias se caracterizaban por el espíritu festivo y de fraternidad del que hoy presume la Navidad. Hasta Séneca reconocía que todo el mes de diciembre la mayor parte de la ciudad se llenaba de bullicio y grandes preparativos. Incluso había el tradicional aguafiestas. Plinio El viejo, por ejemplo, habilitaba unas estancias en su villa para escapar de las sigilarias.

BUENOS PROPÓSITOS ROMANOS
Apenas comenzado 2014, conviene recordar que los buenos propósitos, uno de los rituales más significativos de esta noche y la mañana del primer día del año, también se lo debemos a los romanos. Cada primero de enero, las autoridades de Roma proclamaban su compromiso de mantener su lealtad a la ciudad.

«Una gran ceremonia marcaba el momento, cuando las legiones romanas desfilaban y se hacían sacrificios en la colina Capitolina. Este evento anual renovaba los lazos entre los ciudadanos, el estado y los dioses», explica el historiador británico de la Royal Holloway University, Richard Alston.

La base de aquella ceremonia era la celebración en honor al dios Jano, el de las dos caras, una mirando al pasado y la otra al futuro y símbolo también del principio y el final. El mes de enero se llama así en su honor (ianuarius, en latín). Como entonces, es el mes en el que nos planteamos nuevos retos o rectificar errores del pasado.

Lo único que parece que no le debemos a los romanos son los Reyes Magos. El problema es que se trata de una tradición creada por la Iglesia que emergió de la caída de Roma. En la Biblia no se dice ni que fueran tres ni que fueran reyes. Pero no se lo digáis a los pequeños de la casa.

FUENTE: http://www.huffingtonpost.es/2014/01/05/reyes-magos-romanos_n_4545331.html