José Andrés Rojo | Madrid www.elpais.com 17/12/2008
Entrevista: almuerzo con… Carlos García Gual.
Dicen quienes lo conocen que Carlos García Gual es uno de los contados sabios que todavía existen. Y no sólo se refieren a que sepa de muchas cosas, y que todas las conozca bien, algunas incluso con extrema erudición, sino que es sabio porque conserva intacta la íntima conexión que existe entre sus múltiples saberes y la vida. Quizá todo eso le venga de muy lejos, de su familiaridad con los clásicos, de su trato frecuente con todos aquellos que en el mundo antiguo inventaron hace muchos siglos nuevas maneras de contar, descubrieron la filosofía o se aventuraban con las ciencias para transformar las cosas.
Es tal el conocimiento de aquellas lejanas épocas de este catedrático de Filología Clásica de la Universidad Complutense de Madrid que habla de Hipócrates y Euclídes como si fueran sus vecinos. Son dos de los nombres que surgen durante la consulta del menú. «Se da una curiosa paradoja», comenta García Gual, «cada vez se editan más clásicos en colecciones de bolsillo, lo que significa que se leen, y mientras tanto los planes del Gobierno conducen a la decadencia en el estudio de los clásicos».
Hace ya mucho, en las primeras décadas del pasado siglo, Ortega y Gasset defendió la necesidad para una cultura que se preciara de tener traducidos en su lengua a todos los clásicos griegos y romanos. Carlos García Gual ha compartido esa idea y se ha embarcado en ese afán, en el que aún sigue, y este año se celebran los 30 años de la biblioteca que la editorial Gredos ha dedicado a los clásicos. Él ha sido uno de los grandes impulsores del proyecto. Traducciones muy cuidadas, introducciones transparentes, notas e índices. Mucho rigor, pero sobre todo una permanente invitación a la alegría del conocimiento. Y no hay mejor manera de celebrarlo que tirarse encima la tinta de los (excelentes) linguine.
La responsabilidad del percance seguramente hay que atribuirla a lo que cuenta García Gual. Uno está con la boca abierta y, a pesar de todo, el bocado termina en la camisa. En la primera década del siglo XX ya hubo una iniciativa, de Menéndez Pelayo, de llevar los clásicos al lector español y su proyecto llegó a los cien títulos. El de Gredos ha superado las 350 obras. Han aparecido los autores indiscutibles, pero el desafío es descubrir a los menos conocidos. «Ahí está Pseudo Calístenes, por ejemplo, que se dedicó a contar la vida y las hazañas de Alejandro Magno», explica. «Escribió en el siglo III en Egipto y el libro es una auténtica novela, muy divertida, llena de viajes, como el que hizo al cielo montado en un carro tirado por grifos. O su descenso al océano en ¡una bola de cristal!».
«Siempre se ha leído mucho La Odisea, que cuenta con legiones de entusiastas, pero lo que importa es entrar en los clásicos poco a poco. La riqueza de Herodoto, la fuerza de Sófocles, la sabiduría de Platón: es necesario romper a veces con esa enloquecida dinámica de prisas porque urge pararse a pensar un poco», dice García Gual. «Y en los clásicos está lo esencial, los grandes conflictos del hombre, sus dolores y esperanzas. Además, Grecia y Roma son parte fundamental del imaginario europeo. Siguen siendo imprescindibles para entendernos mejor a nosotros mismos».