Pedro García Cuartango 26/06/2018 www.abc.es
Todas las pruebas evidencian un deterioro de la capacidad de comprensión verbal de los alumnos.
Cuando Ernst Jünger era un oficial de la Wehrmarcht en el país ocupado, su amigo Marcel Jouhandeau le recomendó: «lea usted la correspondencia de Cicerón. Es lo más actual». Esa es precisamente la sensación que yo tengo cuando vuelvo a releer La Iliada, los Diálogos de Platón o La Eneida.
Hace unas semanas me decía Juan Pablo Colmenarejo que lo clásico es lo que no se puede mejorar. La frase me pareció un descubrimiento. Lo clásico no sólo no pierde vigencia sino que va ganando con el transcurso del tiempo. Me parece que leer a Homero es hoy más emocionante que nunca porque uno descubre que no han cambiado nada la naturaleza ni la fuerza de los sentimientos humanos.
Casi todo lo que leemos, escuchamos o vemos es puro vacío. Y no lo digo como una crítica sino como una constatación. Nunca como ahora ha sido tan intensa la necesidad de evasión de un modo de vida que nos ofrece un alto nivel de bienestar material pero que resulta frustrante en todo lo relativo al espíritu.
Pero probablemente esto les ha sucedido a todas las generaciones. Pienso en Montaigne, que, asediado por la peste y entristecido por las guerras de religión que habían destruido Francia, optó por refugiarse en la torre de sus dominios para estudiar a los clásicos. Sus Ensayos son un maravilloso ejercicio de introspección, jamás superado.
Si se compara la profundidad de este libro con las novedades del mercado editorial, podríamos concluir que el género humano está sometido a una monstruosa involución. Pero eso sería un error. Si rascamos en la superficie de lo visible, aparece una capa oculta detrás de la que late el deseo de encontrar un sentido que va mucho más allá de la frivolidad dominante.
Lo clásico es, por tanto, la expresión de esas realidades profundas que hay en cada ser humano. Varían las circunstancias y el entorno, pero los sentimientos no cambian. Cuando Príamo suplica a Aquiles que le devuelva el cadáver de su hijo Héctor para darle sepultura, ese pasaje nos conmueve. Podría haber sido escrito ayer. Lo clásico es intemporal y universal. En este sentido, George Steiner apuntaba que la fecha carece de importancia cuando hablamos de estas obras.
Me parece también que hay otro elemento esencial que a veces pasa desapercibido: la originalidad. Todos los textos clásicos fueron considerados una rareza en la época en la que fueron escritos y muchos de ellos no fueron valorados hasta después de la muerte de su autor. Dante, por ejemplo, fue condenado a muerte y falleció en el exilio cuando tenía 56 años. Nunca soñó que La Divina Comedia le sobreviviría eternamente.
La educación en nuestro país ha abandonado las Humanidades y desdeña la importancia de estos autores. Todas las pruebas evidencian un deterioro de la capacidad de comprensión verbal de los alumnos. El auge de las redes sociales es el efecto de esta forma de educar a los adolescentes. Hay que volver a los clásicos no por un prurito elitista sino sencillamente porque nos enseñan a vivir mejor.
FUENTE: https://www.abc.es/opinion/abci-leer-ciceron-201806260358_noticia.html