Rafael Ruiz | Córdoba www.eldiadecordoba.es 12/03/2013
Sé que un cónclave hace referencia a un sitio cerrado con llave porque estudié latín. O que algo se anuncia urbi et orbi porque se avisa a la ciudad, Roma particularmente, y al resto del mundo. Cuando larguen al personal del Vaticano con el extra omnes, sabré de qué está hablando el camarlengo. Y estaré avisado porque unos profesores estupendos de un instituto público bastante marchito tuvieron a bien enseñármelo cuando era un muchacho.
Entonces, era obligatorio. Como el griego. Nominativo, vocativo, dativo, acusativo y genitivo eran los casos. Nadie se murió nunca en un comentario de texto ni por declinar mal una palabra. Probablemente, el mundo era más sencillo. Había letras y ciencias, puras o mixtas. Fue antes de que una panda de ministros volviesen loco el sistema educativo con suspensos que son aprobados en los despachos o asignaturas de nombre imaginativo. Gracias al griego sé lo que significa la palabra analfabeto y que se la puedo aplicar a no pocos políticos españoles que han tenido competencias en la materia. El BUP que muchos estudiamos se implantó a mediados de los 70 y estuvo vigente hasta 1990. Desde entonces hasta ahora van cinco leyes orgánicas aprobadas y una sexta en camino.
Entonces había Filosofía en las aulas. Libros escritos por señores muy inteligentes, algunos de los cuales están de plena actualidad. Aprendí quién era Marx y, desde entonces, nadie me cuela comunista por bolivariano pintoresco. Y Lógica, una materia fantástica que consistía en llegar a una conclusión prefijada sobre unas premisas dadas. Lo importante no era el final sino el camino, la capacidad de cada cual por buscar resortes imaginativos. Como esas películas donde lo importante no es el asesino sino el asesinato mismo.
Esta España madrastra no le está haciendo ni caso a los profesores de clásicas que están dando la voz de alerta. El latín, el griego, la filosofía son materias que ordenan el cerebro, nos hacen un poco más conscientes y libres. Estructuran el lenguaje, el pensamiento, y lo hacen de por vida. Las sucesivas reformas de ágrafos con cartera han dejado bajo mínimos esas aulas y ahora se les viene encima la puntilla definitiva. Y con estas asignaturas se va de nuestros institutos mucho de lo bueno y digno que a un joven se le puede y se le debe enseñar.
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