P. Unamuno www.elmundo.es 09/06/2014
La editorial Gredos cumple 70 años. Es un reducto de grandes pensadores en un sistema que ha relegado las Humanidades.
En 1977, año de nacimiento de la Biblioteca Clásica Gredos, muchísimos chavales de BUP traducían del griego, mal que bien, las fábulas de Esopo y podían entender los textos latinos de Tito Livio, César y Salustio con un diccionario. Hoy, incontables planes de estudios y leyes de enseñanza después, un joven de 15 años que quiera cursar esas materias, especialmente el griego, tiene que escoger un «itinerario» sumamente restrictivo que, además, le complica las posibilidades de retornar en el futuro a disciplinas de ciencias.
La creación de la editorial Gredos se remonta a 1944, cuando los estudiantes de Bachillerato cursaban siete años de Latín y cuatro amigos «con más ingenuidad que medios», como escribió uno de ellos, Hipólito Escolar, se propusieron remediar la falta de libros españoles científicos y de estudio. Los otros osados eran Julio Calonge, Severiano Carmona y Valentín García Yebra, que invirtieron 3.000 pesetas por cabeza para echar a andar el sello. El capital inicial alcanzó apenas para la aventura -literaria, no científica- de publicar la obra de Gastón Baty Dulcinea, de cuya tirada inicial de 3.000 ejemplares debieron de venderse poco más de 200.
Con otras 2.000 pesetas por barba y lo logrado con la edición del Eugenio de Rafael García Serrano para el Frente de Juventudes lograron sacar cabeza. El camino acabó por despejarse con la llegada de José Oliveira Bugallo, que además de 11.000 pesetas aportó un conocimiento del mercado editorial del que carecían los fundadores; también ayudaron lo suyo sendas ediciones para estudiantes de Bachillerato de los libros II de la Guerra de las Galias y de la Guerra Civil de Julio César. Los Clásicos Anotados y Bilingües de Gredos descubrieron de hecho un mercado nuevo: el de los textos escolares latinos y griegos, volúmenes de pocas páginas y módico precio que aún hoy se siguen reimprimiendo.
Las Humanidades como motor de crecimiento
Hipólito Escolar agradecía su buena ventura «al bendito Pedro Sainz Rodríguez» (ministro de Educación de la época), hombre convencido de que «las humanidades eran imprescindibles para la formación o perfección del hombre». Y añadía en su Gente del libro, publicado por la misma Gredos: Sainz Rodríguez «alcanzó a ver en sus últimos años que sus sucesores en el Ministerio fueron suprimiendo los estudios clásicos y las humanidades, inmolados en la pira del saber científico», palabras que recuerdan que el declive de los conocimientos sin aplicación tangible viene de lejos.
El creador y director de la Biblioteca Clásica, Carlos García Gual, opina que tampoco las disciplinas científicas han salido ganando en este proceso. En su opinión, el problema es general y reside en «la decadencia de la enseñanza pública, que tenía centros excelentes» en los años 60 y 70. «Lo peor es el afán de rentabilidad, la idea de que los saberes humanistas no sirven para nada, es decir, no sirven para ganar dinero a menos que uno sea profesor de esa materia. Yo digo que sirven para la vida: haber leído la Odisea es algo que uno lleva consigo para siempre».
García Gual es de la misma opinión que Borges, para quien «haber aprendido y olvidado el latín era uno de los mayores dones» que le dio la vida. «En los tiempos actuales, el grecolatino es un mundo ajeno y se aprecia un cierto desprecio por el pasado. Sólo interesa lo espectacular o lo anecdótico, pero no el verdadero conocimiento».
El inicio de la exploración
Los textos escolares permitieron a Gredos disponer del colchón necesario para emprender aventuras de mayor calado. Una de las más señeras fue la Biblioteca Románica Hispánica, fundada y dirigida por Dámaso Alonso, en la que publicaron las mayores autoridades del campo filológico (los Amado Alonso, Bousoño, Lapesa, Lázaro Carreter, Gili Gaya…) y los próceres de las numerosas escuelas lingüísticas que durante décadas se disputaron ser «el método de referencia».
La colección de Dámaso Alonso se completó y enriqueció sobremanera con la aparición de dos cimas de la lexicografía, el Diccionario crítico etimológico de Joan Corominas y el María Moliner, es decir, el revolucionario Diccionario de uso del español en el que la bibliotecaria zaragozana introducía elementos de codificación propios de los diccionarios filológicos y empleaba por primera vez -casi 30 años antes que la RAE- el orden alfabético universal.
Los éxitos de Gredos corrían parejos a sus fracasos, pero los eternos problemas de dinero podían sobrellevarse mientras funcionaran los puntales de la editorial: los manuales escolares y la Románica Hispánica, que triunfó en buena parte gracias a una acertada red comercial y a las relaciones con librerías, bibliotecas y profesores, sin olvidar el auge del hispanismo en América a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Las colecciones de Filosofía y Economía, así como la Universitaria, no tuvieron especial fortuna; la de Grandes Manuales se vendió bien durante unos años, en tanto que la Historia del Arte de Martín González y la Historia de la literatura de Alborg supusieron auténticos bombazos. El éxito de esta última obra «fue tan grande que la gente no dejaba de preguntar cuándo saldría el tomo siguiente», recordaba Escolar. «No había nada parecido en la bibliografía española y se lo disputaban los opositores a cátedra».
Carlos García Gual convenció -va para cerca de 40 años- a Calonge y García Yebra, helenistas como él, de crear la Biblioteca Clásica, un compendio de todo el legado clásico grecolatino. Sebastián Mariner se hizo cargo de la selección de las obras latinas, hasta que a su muerte le sucedieron José Javier Iso y José Luis Moralejo, mientras el propio García Gual se ocupaba de las griegas, que además de los grandes nombres de la Antigüedad incluían autores menores, piezas científicas (Euclides, el Corpus hippocraticum y los tratados de biología de Aristóteles, entre otras) y hasta textos extraídos de fuentes marginales como papiros, inscripciones o fragmentos.
Escolar rememoraba en 'Gente del libro' los inicios de la Clásica: «Nos decidimos a esta gran empresa, como tantas veces había sucedido en Gredos, mirando más a la utilidad cultural que al provecho material porque nunca pensamos que fuera un buen negocio, aunque sí que no originaría pérdidas pues, a la larga, cuando la colección tuviera suficientes volúmenes podría autofinanciarse».
Las previsiones de Escolar se cumplieron. García Gual explica que la gran cantidad de profesores de Latín y Griego, tanto universitarios como de instituto, les ofrecía mucho donde elegir y facilitaba dar siempre con la persona más apropiada para traducir y anotar cada una de las obras escogidas, todo ello conforme a un proceso especialmente complejo y riguroso. A diferencia de la creada por Menéndez Pelayo, nutrida de traducciones antiguas, la Biblioteca Clásica de Gredos está compuesta por versiones elaboradas ad hoc que hasta hoy suman 411 volúmenes de una colección que todos identificamos por su cuero azul oscuro y el dibujo de la cabra hispánica, obra de García Yebra, en el lomo.
Menos títulos en la actualidad
Cada vez con menos público potencial y más escasa oferta de catedráticos a los que recurrir, la colección edita unos tres o cuatro títulos en la actualidad, por los 20 que salían en los buenos tiempos. García Gual no pierde, sin embargo, el entusiasmo que le produce tener pendiente de publicar, por ejemplo, el último tomo de la obra de Estrabón y saber que existe un público fiel que garantiza un mínimo de tirada para sus libros y que, si bien carece de tiempo u ocasión de estudiar las lenguas clásicas, mantiene el interés por el pensamiento de la Antigüedad.
Puede estar orgulloso del millón de ejemplares vendidos de la colección y de haber servido de ejemplo a otras editoriales para que encargaran sus propias traducciones de los clásicos. Le preocupan, no obstante, las nuevas tecnologías, «que no invitan ni a la memoria ni a la reflexión ni a la imaginación» y tampoco se caracterizan por respetar la autoría del trabajo. «Ya decía un poeta griego primitivo que la única virtud es ser rico. La mentalidad actual defiende exactamente eso, se desprecia todo lo que no sea hacer dinero y los ricos despiertan admiración incluso en los casos en que se sabe que son unos sinvergüenzas», reflexiona el ilustre helenista y Premio Nacional de Traducción.
Siempre con su doble espada de Damocles (la rentabilidad económica y el arrinconamiento de las humanidades en la enseñanza) sobre la cabeza, Gredos pasó en 2006 a ser propiedad del grupo RBA, que ha respetado sus señas de identidad al tiempo que diversificaba su oferta editorial con vistas a ampliar el número de lectores. Iniciativas de la última década han sido una línea de obras lexicográficas agrupadas bajo la marca María Moliner; la Biblioteca Básica, que ofrece algunos títulos de la Clásica en formato más manejable y a menor precio; la Nueva Biblioteca Románica Hispánica, dirigida por Francisco Rico; la de Estudios Clásicos, que reúne monografías de los grandes clásicos; y la de Grandes Obras de la Cultura occidental.
La propuesta más ambiciosa de la nueva Gredos es su Biblioteca de Grandes Pensadores. Sus 38 volúmenes lujosamente encuadernados, que recogen la obra de los grandes filósofos de nuestra cultura desde el siglo IV a. C. hasta el presente, ilustran acaso mejor que ninguna otra obra la necesidad de reivindicar el invento más inútil y necesario creado por el hombre: el pensamiento.
FUENTE: http://www.elmundo.es/cultura/2014/06/09/53951882e2704e57548b4587.html