Txema G. Crespo | Vitoria www.elpais.com 13/06/2010
Los arqueólogos que comenzarán a trabajar en julio se enfrentan a un rosario de malas prácticas en 2008. Eliseo Gil dirigió la anterior campaña sin proyecto alguno.
Cuando, a principios del mes de julio, los diez arqueólogos que forman el equipo de la Universidad del País Vasco que trabajará en Iruña-Veleia accedan al yacimiento se encontrarán con una desagradable tarea: recuperar para el patrimonio vasco su mejor representante de época romana, vapuleado por el anterior equipo, que salpicó de malas prácticas arqueológicas esta ciudad clave en la vía Astorga-Burdeos.
Buena parte de ellas procede de 2008, la última campaña que llevó a cabo la empresa Lurmen, S. L., la compañía que dirigían Eliseo Gil e Idoia Filloy, quienes habían presentado las inscripciones excepcionales que resultaron falsas dos años antes. En aquel año, la Diputación de Álava, desde el departamento de Cultura que dirige Lorena López de Lacalle, ya había puesto en marcha la comisión de investigación sobre la autenticidad de estos hallazgos mientras la presión de la empresa pública Euskotren, que financiaba con 600.000 euros anuales los trabajos, aumentaba.
En ese contexto, Eliseo Gil comenzó a intervenir de manera errática en algunos sectores que se habían descubierto entre los años 50 y los 70, que estaban parcialmente abandonados. Así se puede comprobar nada más entrar en el recinto, en una serie de muros correspondientes a una domus. Sin contar con el correspondiente proyecto arquitectónico, visado por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro, el equipo de Gil y Filloy en lugar de despejar y consolidar la cabecera de los muros, comenzó a levantar hasta en más de un metro sobre la ruina arqueológica, sin ningún tipo de rigor constructivo e introduciendo azulejos de cocina como señal de separación entre la época antigua y la moderna.
El responsable del plan director, el profesor titular de Arqueología de la UPV, Julio Núñez, explicaba el viernes que esta intervención sin proyecto arquitectónico «ha llevado a que en dos años la parte inferior haya sufrido un notable deterioro; no sabemos qué hacer con estos muros para conseguir proteger la base de época romana». Otro reconocido arqueólogo apuntaba que «es de dudosa buena práctica arqueológica la prolongación de muros, pero lo que no tiene ninguna justificación es llevar a cabo ese trabajo sin el consiguiente proyecto».
El paseo continúa hasta llegar a la zona de la domus de Pompeya Valentina, cuyo mosaico, que se conservaba parcialmente, se ha reconstruido, algo que se entiende como una intervención excesiva. Pero un poco más allá, en otro sector en el que excavó en los años 50 Gratiniano Nieto, el descubridor de la muralla de la ciudad, se ha reconstruido completamente un mosaico que había sido expoliado, a partir de una fotografía tomada por el propio Nieto. Julio Núñez lo denuncia, pero otro de los veteranos arqueólogos alaveses que ha estudiado la ciudad lo califica como «algo intolerable». «Eso no es mala práctica, es simplemente intervenir en el patrimonio, para transformarlo, lo que es ilegal».
Julio Núñez confía en recuperar la dignidad de Iruña-Veleia que estas prácticas o los grafitos falsos han menoscabado. «No se conoce bien cómo se han tomado en el ámbito internacional estas falsificaciones y estas intervenciones, somos el cachondeo de los congresos de Arqueología; ahora tenemos que pasar página», zanja el experto.
Proyecto arquitectónico para la muralla sur
La apariencia de abandono, después de dos años con la excavación parada es evidente en todo el recinto, pero sobre todo en la muralla sur. «Esta será la primera intervención, de urgencia; ya tenemos el proyecto arquitectónico para empezar cuanto antes», adelantaba el viernes el profesor titular de Arqueología Julio Núñez, responsable del plan director de Iruña-Veleia. Además se retirará una valla metálica que la recorre, «para que el visitante disfrute sin barreras visuales del principal elemento constructivo de la ciudad». Una ciudad que más que militar, como se sostenía hasta ahora, tiene una impronta sobre todo comercial, «dada su condición de parada clave en la Astorga-Burdeos».
Entre las intervenciones previstas también se apuesta por recuperar para el disfrute el territorio donde se encontraba la colina en la que desde la Edad Media y hasta el XIX se ubicó un convento de la Orden de San Juan de Jerusalén. «Desde ahí se puede contemplar la salida de la vía por el norte y el poblado prerromano que se encontraba al oeste», añade Núñez. Sin olvidar la edición de una monografía anual que recoja los trabajos realizados.