María Domínguez  www.lavanguardia.com 15/10/2019
 

A veces pasa. Se proyecta un parking, los arqueólogos inspeccionan la zona y… ¡voilà ! Vestigios al descubierto.

El tramo mejor conservado del acueducto romano de Nimes, el Puente del Gard, es uno de los cinco monumentos más visitados de Francia. En la ciudad también se alzan Las Arenas, el anfiteatro (construido bajo Domiciano en el siglo I y que aún aloja corridas de toros, conciertos y otros espectáculos) o la Maison Carrée, la “Casa Cuadrada”, que se levanta en el corazón de Nimes.

Este templo de culto imperial, que entre otras edificaciones inspiró la iglesia de La Madeleine en París, es prácticamente el único que ha sobrevivido íntegro de cuando Augusto regía el Imperio, a caballo entre las dos eras. Otro santuario, el de Diana, sirvió de inspiración a Andrea Palladio, último exponente de la arquitectura renacentista, en el siglo XVI.

Nimes, en suma, atesora vestigios tan conocidos de la antigua Roma que ya casi no reviste interés científico. Al menos, eso se creía hasta 2006. Ese año se descubrió, al excavar un parking subterráneo, que aún depara sorpresas capaces de mejorar nuestro conocimiento de la Galia latina.

Al poco de picar el pavimento, surgió, según dijeron los académicos, “una fuerte densidad de vestigios antiguos”.

Según los responsables de la prospección, dirigida por Jean-Yves Breuil, del Institut National de Recherches Archéologiques Préventives (INRAP), ésta supone “la mayor ventana arqueológica abierta jamás sobre el pasado antiguo de la ciudad”. Toda una declaración para una localidad acostumbrada a convivir con un patrimonio incomparable.

Monumentos por doquier

Avenida Jean-Jaurès, 78. Octubre de 2006. Una empresa pretende construir un garaje bajo el asfalto. Nada hace pensar que en esa zona haya restos de valor. Se trata de una calle “nueva”, proyectada a mediados del siglo XVIII. Entonces, Jacques-Philippe Mareschal, ingeniero militar de Luis XV, reurbanizó la ciudad.

Entre otras cosas, para diseñar uno de los primeros paseos públicos de Europa, los Jardines de la Fontaine. Allí sí abundan los yacimientos. El parque cercó el templo de Diana, que atrajo a Palladio después de que un incendio lo redujera a una nave abovedada y dos pasillos laterales.

El recinto también abarcó un monumento aún más arcaico, la Torre Magna, levantada por los galos mucho antes de la conquista romana y reedificada a comienzos del Imperio para vigilar el punto más alto de la Colonia Augusta Nemausus, la vieja Nimes latina.

Precisamente, debido a aquella abundancia de vestigios tan localizados, el INRAP envió un equipo de expertos a las obras del parking. No había indicios de que el lugar ocultara tesoros antiguos, pero los miembros de este instituto preferían prevenir a lamentar destrozos irresponsables. Nimes es una joya galorromana a escala mundial.

Lo es la ciudad en sí y sus alrededores. No resulta casual que en 1985 la Unesco incorporara a su lista de Patrimonio de la Humandad el Puente del Gard, en las inmediaciones. Convenía, por tanto, realizar una prospección topográfica.

El parking de los prodigios

Cuál no fue el asombro de los académicos cuando, poco después de picar el pavimento, surgió, según dijeron, “una fuerte densidad de vestigios antiguos bien conservados”. Paradojas de las aglomeraciones humanas, se encontraban en un estado óptimo justamente por haberlos protegido “las tierras de cultivo medievales”, que se destinaron a este fin cuando la población disminuyó y se atrincheró en el anfiteatro y en “los terraplenes de la avenida creada en el siglo XVIII”.

Las obras del garaje se detuvieron para dar cabida a unas labores inmediatas de recuperación patrimonial. Los trabajos se prolongaron diez meses, hasta agosto de 2007. Pero hicieron falta apenas unas semanas para descubrir que el sitio permitía ni más ni menos que “una lectura transversal de la ciudad antigua y una comprensión excepcional de su desarrollo”.

La zanja abierta, aquella “ventana arqueológica”, fue adoptando la forma de una banda larga y estrecha en medio de la Jean-Jaurès. De 400 m de largo por 15 de ancho, permitió inspeccionar 6.500 metros cuadrados de la colonia romana y de su predecesora, la fortificación gala.

Entre todos estos hallazgos, el más espectacular ha sido el llamado Mosaico de Penteo

Las excavaciones, enmarcadas por un foso prerromano al norte y las murallas imperiales al sur, revelaron un panorama completo de la evolución urbanística en este sector de la villa: desde sus orígenes protohistóricos (en el siglo II a. C.) hasta el abandono del barrio (en el III d. C.).

De las entrañas del parking emergió “una serie de calles” que “organizan el paisaje” metropolitano, “a veces bordeadas por pórticos y fuentes”, según reza un informe del INRAP, así como “islotes con casas decoradas (pintura mural, suelos construidos, mosaicos) y espacios dedicados al artesanado (hornos de cerámica) y al almacenaje” de productos. Entre todos estos hallazgos, el más espectacular ha sido el llamado Mosaico de Penteo.

Un mosaico deslumbrante

Descubierta en 2007 y exhibida al público desde 2008 en el Museo Arqueológico local, esta obra de arte se encontró a dos metros de la superficie. En concreto, en una vivienda particular que podría contarse entre las domus más grandes de las halladas en Nimes. De acuerdo con una estimación, su planta cubriría casi 1.000 metros cuadrados del barrio residencial y artesanal en el que se levantó en tiempos del Imperio.

El mosaico no es menos impresionante. Diseñado con teselas diminutas (de entre 3 y 15 mm de lado), mide 35 metros cuadrados y describe un episodio infrecuente relacionado con Dionisos, el dios griego del vino, el teatro y la pasión al que los romanos denominaron Baco.

Narra la caza y el descuartizamiento del rey tebano Penteo por su madre y otras bacantes al ser confundido, en pleno furor ritual, con un animal salvaje. El pavimento también destaca por su factura, que incluye delicados octógonos y elipses en los que se observan diversas aves, las cuatro estaciones, máscaras teatrales y los protagonistas de este mito trágico.

Tesoros inagotables

Novedades de este calibre vienen a enriquecer aún más el opulento legado romano de Nimes. Pero las labores arqueológicas han deparado otras sorpresas. Hace poco, por ejemplo, se corrigió la fecha de construcción del Puente del Gard. Se descubrió que el acueducto fue realizado a mediados del siglo I d. C., y no bajo el reinado de Augusto, como se suponía.

Por no hablar del hallazgo de monumentos que habían permanecido enterrados casi dos milenios. Entre ellos, un santuario prerromano cuyos vestigios reaparecieron en el siglo XVIII, durante los trabajos en los Jardines de la Fontaine.

O un distribuidor de aguas, el castellum local, que volvió a la luz en el XIX en perfecto estado de conservación. Las exploraciones en el parking confirman que Nimes aún tiene mucha historia que contar a través de la arqueología.

FUENTE: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-antigua/20191016/47883113333/nimes-arqueologia-hallazgos.html