José Fco. Conrado de Villalonga www.diariodeibiza.es 14/02/2015
En una reunión surgió como tema de conversación la comunicación entre las personas y si es mejor la comunicación oral o la comunicación escrita; la mayoría expresaron su preferencia por la oralidad. A continuación se planteó la utilidad o inutilidad de los artículos en la prensa y la pericia o la impericia de los articulistas en interpretar adecuadamente la actualidad, discusión compleja. Los argumentos de unos y otros fueron variados y heterogéneos. Algunos se preguntaban que si podemos hablar, ¿para qué escribir?
Esta cuestión ya fue planteada a María Zambrano, la gran filósofa y articulista, autora de ´Filosofía y poesía´ y ´El sueño creador´, premio Cervantes de 1989. Ante el planteamiento de si somos capaces de hablar, ¿por qué escribimos?, contestó Zambrano que se escribe porque la comunicación oral es «fugaz y evanescente» mientras que la escritura es todo lo contrario, duradera. La escritura es, en mi opinión, además, corpórea. Las palabras en la escritura se retienen y se hacen propias de quien las escribe, porque al redactar un texto el tiempo se demora en la búsqueda del vocablo justo, de la locución que dice exactamente lo que queremos decir, por ello el escribir viene a ser una triunfo sobre la fugacidad de la comunicación oral.
Fui preguntado sobre el porqué en mis últimos artículos hacía referencia a los clásicos de la antigua Roma, a lo que respondí que porque hay que intentar salir de la precariedad existente y de la indigencia cultural a la que nos ha abocado una política extraviada. De ahí surgió nuevamente el tema de la educación en el país y del menoscabo que puede ocasionar la actual ley de educación a los que se debería estar formando. La presente ley, la Lomce, supone una agresión a las disciplinas relacionadas con la cultura humana, los saberes humanísticos, filosofía, filología, historia, arte…, materias ideográficas, relacionadas con el pensamiento, las ciencias del espíritu y con la reflexión consciente, en definitiva con la diligencia intelectual del ser humano.
La filosofía ha sido relegada a un segundo plano y eliminada en algún curso. En el bachillerato se verá un solo año y en tan poco tiempo no se puede profundizar. Si se trata de estudiantes que sean derivados a formación profesional, nunca habrán visto ni oído hablar de esta materia, ¡qué error! Es cierto que hay gente que cree inútiles las humanidades, las artes y la filosofía, ignorando que son ciencias que procuran la comprensión del mundo y desarrollan la sensibilidad. Hoy, con la última reforma, la cultura clásica prácticamente desaparece y el latín y el griego quedan como materias residuales. Se desconocerá en el futuro la raíz de nuestra cultura. Se olvidan de que cuando se aprende algo ese algo acaba formando parte de nosotros mismos.
Si no se piensa, si no se relaciona con el conocimiento previo, si no se reflexiona, ¿cómo se podrá valorar una especulación filosófica, una escultura, una pieza musical, una pintura? Eso, la reflexión, es en definitiva la esencia de la vida. Martha C. Nussban, profesora de la Universidad de Chicago, en un libro titulado ´Sin ánimo de lucro´, sostiene que la democracia necesita de las humanidades para que sea auténtica, porque las humanidades facilitan el pensamiento crítico, propio de ciudadanos responsables. La formación en humanidades y el estudio de los clásicos es ilustración y ayuda a la emancipación, a la libertad y la responsabilidad social. En los últimos veinte años, cinco leyes.
Cada ministro de Educación ha querido dejar su impronta en el sistema educativo, cambiando la ley y aplicando sus propias ideas políticas. La LODE, Logse, LOCE, LOE y ahora la Lomce –ley para la mejora de la calidad educativa (?). Esto no tiene sentido. ¿Por qué no se redacta una ley juiciosa que tenga voluntad de permanencia con independencia del color político del Gobierno de turno? Debería ser una ley que propiciase una educación reflexiva y crítica, de lo contrario se estará creando una sociedad de ´idiotas´ –término latino que se aplicaba a las personas ignorantes, o sin educación–. Estamos ante uno de los ámbitos más importantes de la vida de las personas y de la sociedad. Se debería formar a los individuos en determinados valores culturales para que sean en el futuro seres pensantes. Si se quiere mejorar la sociedad, se debe empezar por la educación. Nelson Mandela decía que la educación era el arma más poderosa con la que se cuenta para cambiar el mundo.
FUENTE: www.diariodeibiza.es/opinion/2015/02/14/lomce-humanidades/749313.html